Por Cambio16
23/1/2017
Los rebeldes sirios y el Gobierno del presidente sirio, Bachar al Asad, han comenzado hoy conversaciones de paz en la capital de Kazajistán. A las 13.40 hora local (07.44 GMT), con 40 minutos de retraso sobre el horario previsto, las negociaciones comenzaron en un hotel de Astaná, bajo el auspicio de Rusia, garante del Gobierno, y Turquía, valedora de la oposición.
Las organizaciones de la oposición sublevada siria llegan a las negociaciones en Astaná –auspiciadas por Turquía, Rusia e Irán– más divididas que nunca tras la derrota militar sufrida en Alepo y sin indicios de que las milicias vayan a unirse en un frente común contra las fuerzas gubernamentales. Por contra, el régimen del presidente Bashar al Assad llega más fuerte que nunca tras sus victorias militares logradas con el apoyo de Rusia e Irán.
Las rivalidades regionales, la ausencia de un líder claro, las diferencias ideológicas y la influencia de las potencias de la zona dificultan la tarea. Ahora, incluso Turquía, uno de los más fieros detractores de Al Assad, reconoce que no es posible una salida al conflicto sin contar con él.
Los pocos líderes rebeldes que han surgido en los seis años de conflicto han muerto sucesivamente y tampoco las alianzas militares logradas han perdurado. Tras la caída de Alepo, una tímida intentona ha tratado de unir a las milicias yihadistas más radicales con las facciones más moderadas de la oposición, finalmente sin éxito.
Así, la delegación de los rebeldes que viajará a Astaná representa solo a parte de la oposición moderada que combate a Al Assad dentro de una alianza conocida como Ejército Libre Sirio (ELS). La mayoría son grupos con presencia en el norte del país, respaldados por Turquía, mientras que otras organizaciones más cercanas a Arabia Saudí y a Estados Unidos se han quedado fuera.
El jefe de la delegación será Mohammad Alush, presidente del comité político del grupo Jaish al Islam, situado en en el ala moderada del islamismo suní y con presencia en la región de Damasco. Alush, que vive fuera de Siria, no ha sido elegido por su capacidad de representación de toda la oposición, sino por su pertenencia al Alto Comité de Negociaciones (CAN), una coalición creada en 2015 con el apoyo de Arabia Saudí y Estados Unidos.
Sin embargo, el propio CAN no está invistado a Astaná, y su presidente, Riad Hiyab, está considerado más un portavoz que un líder de la miríada de grupos que participan en esta coalición. Tampoco estará en Astaná.
Moscú ha planteado Astaná como un complemento de las negociaciones formales impulsadas por la ONU y con sede en Ginebra, pero desde la oposición temen que Rusia busque suplantar el proceso de Ginebra y fomentar las divisiones entre los rebeldes. «Ir a Astaná es más peligroso que ir a Ginebra», ha apuntado un miembro del CAN, Mohamed Abud.
«En Ginebra había un frente político de la oposición que tenía el reconocimiento internacional, mientras que en Astaná hay mucha ambigüedad. Rusia lo patrocina pese a ser una fuerza ocupante y no un mediador», ha apostillado. La sensación es que Moscú aspira a sembrar la cizaña entre los rebeldes y para ello ha dejado fuera de la tregua al antiguo Frente Al Nusra, el Frente Fatá al Sham.
Para los rebeldes, está claro que el objetivo de Astaná debe ser consolidar la tregua impulsada en diciembre y evitar cualquier tipo de compromiso político. «Si Astaná trata únicamente del mecanismo del alto el fuego y del acceso humanitario, entonces será positivo, pero no será bueno si abordan cuestiones políticas porque supondría marginar a otras fuerzas políticas», ha apuntado un comandante del ELS.
Moscú, por su parte, ha declarado su intención de intentar lograr avances en las negociaciones de paz tratando directamente con los rebeldes con presencia militar en el país y sitúa la consolidación del alto el fuego como el principal objetivo.
Turquía es también parte interesada y presiona abiertamente a los rebeldes para que se impliquen en este proceso con su presencia en Astaná. Ahora su prioridad es frenar a las milicias kurdo-sirias y al Estado Islámico, ambos con presencia en su frontera.
Por contra, Estados Unidos parece más distanciado que nunca del conflicto y la Administración de Donald Trump ha expresado ya su voluntad de cortar el apoyo a los rebeldes, a los que hasta ahora se les proporcionaba formación militar y armamento. De hecho, a pesar de estar invitado, Estados Unidos ha apuntado que solo estará representado por el embajador en Kazajistán, George Krol, y no por una delegación formal. Arabia Saudí y Qatar directamente han quedado fuera, sin invitación.