Si hay un punto fuera de discusión entre todas las agencias y ONG es que la clave para una mejor calidad de vida es comer sano. Pero resulta más fácil recomendarlo que lograr que en todo el mundo se adopte tan buen consejo. Especialmente entre las poblaciones más empobrecidas y vulnerables. Comer sano debe ser una obligación y un derecho.
La Organización Mundial de la Salud identifica la malnutrición como una crisis de salud mundial, destaca que afecta a millones de personas en todo el mundo. Según datos 2.500 millones de adultos tienen sobrepeso o están obesos. La obesidad, considerada la cuarta causa de muerte prematura a nivel mundial, se asocia con más de 200 complicaciones médicas.
Una de cada ocho personas sufre de obesidad, una forma común de malnutrición. Una dieta poco saludable, caracterizada por altos niveles de azúcares, sal, grasas saturadas y grasas trans, junto con alimentos bajos en fibra, es un factor de riesgo clave para enfermedades no transmisibles como la obesidad, enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y trastornos gastrointestinales.
Son millones de personas las que anualmente mueren por enfermedades relacionadas con la dieta. Aproximadamente 17,9 millones por enfermedades cardiovasculares, 9,3 millones por cáncer y dos millones por diabetes. La relación entre obesidad y pobreza también se ha convertido en un problema urgente. Uno de los factores clave es que las poblaciones más desfavorecidas, incluso en los países desarrollados, no pueden costearse una dieta sana. Sacian su apetito con dietas ricas en carbohidratos y alimentos procesados.
El caso de Estados Unidos
Estados Unidos viene arrastrando los efectos devastadores de la comida rápida. La buena nutrición es un pilar fundamental para la salud y el bienestar de las personas, y la Administración de Alimentos y Medicamentos está enfatizando su importancia. Cada año, más de un millón de estadounidenses fallecen debido a enfermedades relacionadas con la alimentación. Como las enfermedades cardiovasculares, diabetes y ciertos tipos de cáncer.
En 2020, las enfermedades cardiovasculares cobraron la vida de 800.000 personas, superando la trágica cifra de muertes por COVID-19 durante ese mismo período. La pandemia también agravó la epidemia de obesidad, que no solo es una enfermedad en sí misma, sino que también aumenta el riesgo de otras afecciones crónicas relacionadas con la dieta. La obesidad ha alcanzado niveles históricos en niños y adultos.
La FDA reconoce que las disparidades afectan desproporcionadamente a grupos minoritarios raciales y étnicos, así como a aquellos que viven en niveles socioeconómicos más bajos. Por ejemplo, más del 40% de los adultos estadounidenses padecen hipertensión arterial. Esta cifra se eleva a aproximadamente 6 de cada 10 en adultos negros no hispanos. Los indígenas americanos y los nativos de Alaska tienen un mayor riesgo de diabetes tipo 2 en comparación con otros grupos étnicos.
Pese a lo cual hay buenas noticias. La calidad de la dieta de los estadounidenses ha mejorado significativamente en las últimas dos décadas. Un estudio reciente publicado en la revista Annals of Internal Medicine revela que el 37,4% de los adultos tenía una dieta de mala calidad en 2020, en comparación con el 48,8% en 1999. Además, el 1,6% de los adultos ahora sigue una dieta sana.
Las mejoras son más notables entre los adultos jóvenes, las mujeres, los hispanos y aquellos con mayores ingresos. Sin embargo, persisten disparidades, especialmente entre los adultos mayores, los hombres, los afroamericanos y las personas con menos ingresos.
Pautas para una alimentación más saludable
Es importante reducir el consumo de sodio, grasas saturadas y azúcares añadidos. La FDA y la UE están intensificando sus esfuerzos en etiquetado de alimentos y educación nutricional para ayudar a los consumidores a tomar decisiones informadas.
- Mayor consumo de frutas y verduras: Estos alimentos frescos y llenos de nutrientes deben formar la base de nuestra dieta.
- Productos lácteos bajos en grasa: Optar por opciones más saludables en lugar de las versiones ricas en grasas.
- Cereales integrales: Estos proporcionan fibra y energía duradera.
- Aceites saludables: Elegir aceites como el aceite de oliva o el aceite de canola.
Europa con secuelas de la pandemia
Europa, cuna de la reconocida y saludable dieta mediterránea, y con niveles de calidad de vida y atención sanitaria superiores a los de la mayoría de los países en el mundo, no escapa al problema. La pandemia dejó una profunda huella en la percepción de la salud y la alimentación en Europa.
Según un informe de la empresa de análisis de mercados de consumo NPD. La intención de comer de manera más saludable creció significativamente. Un 63% de los españoles planeaba adoptar hábitos alimenticios más saludables, al igual que el 62% de los italianos, el 47% de los franceses, el 34% de los rusos, el 27% de los británicos y el 23% de los alemanes. Pero, paradójicamente, solo una cuarta parte de los consumidores (23%) confesó esforzarse activamente por lograr un enfoque saludable en su alimentación.
El estudio HELENA, que se centra en los estilos de vida saludables en Europa a través de la nutrición en la adolescencia, reveló que uno de los mayores obstáculos es la percepción de que los alimentos buenos para la salud son aburridos y poco apetecibles. Quienes experimentan hambre no sienten que esos alimentos los sacian. Consideran que su incorporación requiere demasiado esfuerzo y resulta costosa. A pesar de poseer conocimientos básicos sobre nutrición saludable, lamentablemente, no los aplican en su día a día.
Cada vez más niños
Por lo que no resulta extraño que las enfermedades cardiovasculares encabezan la lista de causas de muerte en la Unión Europea. Representan un 37% de las defunciones anuales. En 2018, la probabilidad de mortalidad prematura (definida como la posibilidad de fallecer entre los 30 y los 69 años) fue del 8% para enfermedades cardiovasculares.
La diabetes, una de las afecciones más comunes, afecta a más de 33 millones de personas en la Unión Europea, y se prevé que este número aumente a 38 millones para 2030. Además, la diabetes tipo 2, la obesidad y los trastornos endocrinos, están afectando cada vez más a los niños. Lamentablemente, muchas personas con estas afecciones no se diagnostican o reciben un diagnóstico tardío, lo que puede tener consecuencias graves.
la carga no se distribuye uniformemente entre los Estados miembros. Las disparidades persisten y afectan de manera desproporcionada a las mujeres y a aquellos con condiciones socioeconómicas más precarias. Por lo que Europa ha puesto el foco en la nutrición y salud cardiovascular.
Aumenta en España
De acuerdo con una encuesta publicada por A3Media en febrero, para los españoles la salud y la alimentación están estrechamente vinculadas. En España, cerca de 8 millones de personas presentan exceso de peso, especialmente los hombres, tanto en adultos como en niños y adolescentes. Pero teóricamente hay conciencia del problema. El 96.6% de los encuestados asocia una buena salud con una alimentación adecuada.
De acuerdo a los datos arrojados por la encuesta el 70% de los participantes no considera necesario realizar cambios en su dieta actual. Para ellos, mantener sus patrones alimenticios actuales es suficiente. Un tercio se ha propuesto realizar modificaciones en su alimentación. Pero solo el 1.8% de los encuestados busca activamente reducir su consumo de alimentos procesados y comida basura. Cuando se especifican los cambios los españoles lo que quieren es aumentar el consumo de alimentos frescos y nutritivos (10,8%) y lo que menos quieren es reducir el consumo de dulces (3,1%) y de grasas y alimentos fritos (1,4%).
Inflación no ayuda
Las familias con ingresos más bajos enfrentan desafíos adicionales para acceder a alimentos de calidad y mantener un estilo de vida activos. Tres de cada diez encuestados ajustaron su cesta de la compra debido a la inflación. Algunos han reducido el consumo de pescados y carnes (17.4%), aceite (11%), y frutas y verduras (5.3%). Las tendencias varían según las comunidades autónomas. Galicia es la más afectada en la reducción de frutas y verduras. Mientras que Madrid ha disminuido el consumo de carnes y pescados.
La creciente presencia de comida rápida en España, vista como una opción más económica, incrementó la prevalencia de la obesidad infantil. La de España se encuentra entre las más altas de la Unión Europea. Sus consecuencias para la salud son graves, incluyendo fracturas, hipertensión y problemas cardiovasculares y psicológicos. Según un estudio de Save The Children, el 32.5% de los niños de hogares con bajos ingresos padecen este problema. En comparación con el 19% de aquellos de familias más acomodadas. Los hábitos sedentarios, impulsados por el uso de tecnologías digitales, agravan la situación.
Un lujo
El costo de los alimentos ha aumentado, y la lista de compras se ha vuelto más onerosa. La escasez de recursos económicos lleva a estrategias de compra que priorizan alimentos refinados y ultraprocesados en lugar de opciones frescas y saludables. Combinada con la falta de actividad física, aumenta el riesgo de enfermedades relacionadas con la obesidad, como la diabetes y los problemas cardíacos.
Un entorno alimentario saludable desempeña un papel crucial en la prevención de estas afecciones. La equidad en la salud y el bienestar humano depende de nuestra capacidad para abordar estas disparidades y promover hábitos nutricionales positivos. Las autoridades sanitarias subrayan la importancia de una dieta saludable. Implica proporciones adecuadas de hidratos de carbono, fibra, grasas, proteínas, vitaminas y minerales, así como una mayor ingesta de verduras, frutas frescas, cereales integrales y leguminosas. Además, se reconoce que la obesidad en sí misma es un factor de riesgo para diversas enfermedades no transmisibles. Pero comer de manera saludable se ha convertido en un lujo. Los ritmos frenéticos de trabajo también influyen en nuestras elecciones alimentarias. Para las poblaciones con menores ingresos la sana alimentación es un sacrificio obligatorio para estirar sus mermadas capacidades de compra.