Stefan Armborst / bonaona@bonaona.org
Desde hace un par de años, algunas empresas privadas, a veces en alianza con instituciones públicas, han comenzado con una invasión de satélites demasiado próxima a la superficie de la Tierra, a tal grado que van alterando por este espacio indispensable para la continuidad de la vida en el planeta. Además, acelera enormemente el colapso ecológico-climático global.
En este artículo describimos el impacto que miles y miles de nanosatélites provocarán por ser parte del ambicioso programa eufemísticamente llamado “ecosistema 5G”. También procuramos dar la alerta sobre sus inmensos peligros y nefastas consecuencias, además de privar a la humanidad de una vista inmaculada del cielo nocturno y de crear mucha más chatarra espacial.
En su interacción, la tierra, la ionosfera (la parte de la atmósfera terrestre ionizada permanentemente debido a la fotoionización que causa la radiación solar) y la atmósfera inferior forman un circuito eléctrico global que regula y proporciona energía para los ritmos biológicos de seres humanos, aves y demás seres vivos. Estos ritmos son esenciales para la vida. Inciden sobre la presión sanguínea, el ciclo sueño-vigilia, los sistemas reproductivos, cardíacos y neurológicos.Actualmente hay alrededor de 5.000 satélites en órbita con propósitos diversos: de exploración, científicos y de comunicación.
La mayoría se encuentra a alturas por encima de la ionosfera, cuyos límites inferior y superior varían entre 80-90 km y 600-800 km respectivamente.
La amenaza para la vida proviene del hecho de que en los próximos años, para habilitar la tecnología 5G, se colocarán decenas de miles de satélites de pequeño tamaño tanto en la ionosfera como en la magnetosfera que enviarán señales a millones de vatios. Cuando estas poderosas señales artificiales atraviesan y alteran significativamente el entorno electromagnético natural de la envoltura de la Tierra, son imprevisibles los posibles efectos perjudiciales para toda especie viviente en el planeta.
Los satélites para el sistema 5G y el Internet de las cosas (IoT)
Dentro de pocos años podría haber más de 50.000 pequeños satélites orbitando la Tierra (a diferentes altitudes) para diversos fines de telecomunicaciones. Los minisatélites son un recurso para que las frecuencias 5G lleguen a cualquier lugar del mundo, y así, dicen sus promotores, «descongestionar las redes». Los mismos promotores aseveran que la nueva generación de minisatélites tiene menores costes de despliegue y una capacidad 200 veces superior a las generaciones anteriores.
Los nuevos satélites se fabrican en serie con el objetivo de proporcionar una rápida conexión a Internet con señales de baja latencia (dando una respuesta lo más rápida posible a las señales emitidas, lo cual resulta imprescindible para los procesos de robotización y automatización planeados para la llamada Cuarta Revolución Industrial). Además, por sus órbitas cercanas a la Tierra, resultan más visibles y más brillantes en el cielo nocturno, especialmente cuando reflejan la luz del Sol.
El despliegue terrestre de la tecnología 5G, en sus frecuencias altas (por encima de los 26 GHz), se realiza a través de numerosas antenas pequeñas. Por kilómetrocuadrado, se instalarán de 100 a 350 células retransmisoras (smalls cells).
Para tener la capacidad de alimentar esta ingente cantidad de transmisores, la mejor solución para los artífices del 5G es apoyarse en la nueva generación de satélites que están orbitando a distancias relativamente cercanas a la superficie y que utilizan el mismo tipo de ‘antenas de matriz en fase’ del 5G terrestre. Los satélites 5G son artefactos planeados para garantizar su función retransmisora, por su gran capacidad de gestionar datos y transportarlos simultáneamente a una enorme área de la superficie terrestre, sin trabas orográficas.
Tan peligroso como pueden parecer las pequeñas antenas de células de la tecnología 5G desde el punto de vista de la electropolución, al crear una exposición constante a la radiación de radiofrecuencia (RF) cerca de la fuente, una perspectiva aún más alarmante sería la transmisión de microondas de longitud milimétrica a la Tierra desde estos miles de nuevos satélites de comunicación. Enviarán haces de radiación de microondas intensamente enfocados a los múltiples dispositivos de transmisión 5G que se encuentran en la Tierra y cada uno de estos dispositivos enviará un rayo de radiación al satélite.
Con el desarrollo tecnológico actual, es imposible de imaginar el impacto de la densa red planificada de los transmisores de radiofrecuencia. Además, millones de nuevas estaciones base inalámbricas comerciales de “puntos calientes” en la Tierra, conectadas directamente a los aproximadamente 50.000 nuevos satélites en el espacio, producirán al menos 200.000 millones de nuevos objetos de transmisión, según estimaciones, como parte del Internet de las Cosas (IoT) para 2020-2022, y 1 billón de objetos pocos años después.
Los satélites, los múltiples transmisores terrestres –fuera y dentro de las casas–, las microantenas dentro de los teléfonos móviles de generación 5G (funcionan todos dentro de un rango de frecuencia mucho más alto que en la fase 4G), interactúan en una matriz de fases (phased array) que concentran su energía en haces de alta potencia estrechos y orientables.
Las matrices se rastrearán entre sí, de modo que dondequiera que alguien esté, un rayo emitido por un teléfono inteligente 5G se dirigirá directamente a la estación base (torre celular) o a un satélite y desde allí, un rayo apuntará directamente de vuelta al portador atravesando los cuerpos humanos en su camino. La potencia radiada efectiva de las antenas de matriz de fase 5G en los teléfonos será 10 veces más potente que en los teléfonos 4G.[i]
El proyecto Starlink de SpaceX y muchos otros más
Desde mediados de 2019, la compañía SpaceX, del multimillonario Elon Musk, ha lanzado 240 satélites de baja órbita en paquetes de 60 por cada lanzamiento, para formar lo que se llama “una megaconstelación” de satélites. Este proyecto de la empresa Starlink pretende colocar en órbita miles de satélites en un plazo de 4 años, principalmente para Internet, pero también para uso militar y de exploración.
El gobierno de Trump ya dio la autorización a SpaceX para poner en órbita unos 12.000 satélites en la órbita baja terrestre, y SpaceX planea solicitar para 30.000 más, lo que la convertirá en la compañía con el mayor número de objetos lanzados al espacio.
SpaceX recientemente solicitó una nueva autorización de ampliación de espectro que contempla 30.000 nuevos satélites Starlink. Es decir, la compañía de Elon Musk pretende lanzar casi 42.000 satélites para ofrecer Internet de banda ancha a todo el mundo (colocados en 3 altitudes diferentes: 340 km, 550 km y 1150 km).[ii]
SpaceX es solo una de las nueve compañías que planean ofrecer Internet a través de satélite. Empresas como Amazon, OneWeb, Samsung, Boeing, Astrome Technologies o Commsat Technology Development planean colocar miles de satélites cada una, para sus propias redes y en competencia con las otras. Es el espejo de las guerras comerciales entre las telefónicas e informáticas por el control de las tecnologías 5G.
En España, con el programa SaT5G2 (Horizon 2020) incorporará el satcom3 al 5G la iniciativa público-privada entre HISPASAT y la Agencia Espacial Europea (ESA). En octubre pasado, el empresario español Jaume Sanpera lanzó el proyecto Sateliot para construir «la primera red de satélites que dé cobertura global con 5G», construyendo y lanzando al espacio tres satélites de prueba. El primero que formará parte de la red comercial se lanzará en el 2021. L[iii]a firma necesitará contar con una red o constelación de 16 para poder comercializar sus servicios en el año 2022.
Sateliot desarrollará una constelación de nanosatélites modulares, fabricados por Cubesat, que equipará con su propia tecnología de última generación. Las estaciones, ubicadas a baja altitud, actúan como torres móviles, y la empresa prevé tener una red de 100 nanosatélites.[iv]
Otra empresa estadounidense competidora es OneWeb que –estando en quiebra y frente a una posible venta– presentó una solicitud de la noche a la mañana ante la Comisión Federal de Comunicaciones para expandir su constelación de Internet de banda ancha planificada de hasta 48.000 satélites.[v]
La meteorología y la astronomía, ¿actividades en extinción?
Lo que no es ampliamente reconocido es que el desarrollo y el despliegue de la última generación de las redes de telecomunicaciones (desde el espacio y desde la Tierra) afectarán profundamente las observaciones radioastronómicas (en todas las subbandas).
La Organización Meteorológica Mundial alerta de la gravedad de las interferencias provocadas por la señal del 5G, que afectarán la fiabilidad de las predicciones meteorológicas. También hay un llamamiento internacional de más de 2.000 astrónomos a gobiernos e instituciones que alerta de la contaminación generada por los más de 50.000 satélites de 5G previstos, que superarán con mucho las aproximadamente 9.000 estrellas visibles, denunciando el gran daño a la ciencia astronómica y al patrimonio de la humanidad, el cielo estrellado.[vi]
Solamente los satélites lanzados por SpaceX hasta ahora son más brillantes que el 99% de los objetos visibles desde la Tierra. El número total actual de objetos catalogados en la órbita de la Tierra es inferior a 20.000, entre los que se cuentan naves espaciales, cuerpos de cohetes, fragmentos de misiones espaciales y otros desechos. Así que solo con la flota satelital nominal de Starlink, se triplicará el número total de objetos en órbita.
La mayoría de estos satélites serán visibles a simple vista alcanzando el brillo de las estrellas en la constelación de la Osa Menor (solo hay 172 estrellas en todo el cielo que exceden el brillo que se espera de los satélites Starlink, particularmente en las horas después del atardecer y antes del amanecer). No solo se dañarán las observaciones con telescopios de estudio de campo amplio, sino que también las exposiciones profundas y de largo tiempo con instalaciones de campo pequeño serán inevitablemente perjudicadas.
Además, la proliferación de constelaciones de satélites artificiales una cantidad tan grande de objetos emisores de radio –imposibilitando la radioastronomía desde la Tierra– podría suponer un impacto negativo para el monitoreo de asteroides y proyectos de investigación relacionados con la protección del planeta Tierra frente a potenciales impactos y por tanto de tomar medidas de prevención y de alerta para la humanidad.
No sólo arruinarán la vista del cielo nocturno, sino que imposibilitarán tanto las observaciones astronómicas desde la Tierra como el ejercicio de la radioastronomía por las interferencias electromagnéticas. La radioastronomía, ya muy afectada por las telecomunicaciones existentes en la actualidad, será totalmente imposible.
Tan desmesurado despliegue tecnológico convertirá la radioastronomía en una ciencia extinta, con toda la pérdida para la humanidad de este valioso conocimiento acerca del cosmos
Los satélites agravan el colapso climático-ecológico
Tanto el pleno despliegue de la infraestructura terrestre del 5G, como la colonización de la atmósfera implican además del despilfarro energético-fósil y de recursos, una grave contaminación atmosférica, y la producción de basura espacial cuya peligrosidad para el medioambiente es tan grande que requiere urgentemente la moratoria inmediata para todos estos proyectos espaciales, porque impiden la tan necesaria transición social-ecológica.
Veamos lo detalles:
El combustible sólido para cohetes es muy destructivo para la capa de ozono de la Tierra, que nos protege de los duros efectos de la radiación solar, mientras que los cohetes que utilizan queroseno líquido como combustible destruyen menos ozono, pero liberan cantidades masivas de hollín de carbono negro en el aire, especialmente a grandes altitudes.
Cuando el número de lanzamiento de cohetes de las diferentes corporaciones aumente exponencialmente, como está previsto en sus planes, se podría producir un efecto de calentamiento de 3 grados sobre la Antártida y se reduciría el ozono en la atmósfera mundial en un 4%.
Los satélites 5G tienen una vida útil relativamente corta, tal vez solo 5 años, lo que significa que habrá un gran número de lanzamiento de cohetes para reemplazar los satélites obsoletos.
Solamente la compañía SpaceX se propone, cada año, descartar y reemplazar de 2.000 a 8.000 satélites suyos, que se desensamblarán en la parte inferior de la atmósfera con todos los problemas ambientales que conllevarán esos desechos. Pues, lamentablemente, todos estos satélites caerán y se quemarán cuando entren en la atmósfera de la Tierra. Todos los materiales tóxicos de los satélites serán lanzados al aire y flotarán hacia el suelo como polvo o gotas de lluvia.
Para más inri, la empresa Apollo Fusion está desarrollando un sistema de propulsión basado en mercurio para el lanzamiento de los cohetes. Estos motores de propulsión iónica utilizan potentes imanes para expulsar pequeñas partículas cargadas de altas velocidades. El mercurio es una neurotoxina extremadamente perjudicial para todas las formas de vida.
Los riesgos de una catástrofe ambiental son inconmensurables, porque si hubiera una falla de funcionamiento y uno de estos motores explotara, el mercurio altamente tóxico se propagaría a través de la atmósfera y sobre la Tierra.
Como lo describe la periodista y activista uruguaya Silvia Ribeiro: “El capitalismo, sea de mercado o de Estado, no solamente ha contaminado la Tierra y todos los ecosistemas, también ha producido una cantidad considerable de basura espacial que orbita el planeta. Ahora, con la ambición de crear redes de Internet superrápidas para crear nuevos mercados, la invasión del espacio y de nuestros cielos avanza en forma vertiginosa. No existe regulación de estos usos, mucho menos evaluación de los impactos que tendrá sobre los habitantes del globo”.[vii]
A modo de resumen. La invasión y destrucción, principalmente de la ionosfera, con miles y miles de minisatélites es una evidencia nítida de la “distopía de alta tecnología” del sistema capitalista actual, como alerta la ensayista y pensadora Naomi Klein. Se desarrolla sin el más mínimo control desde las instituciones democráticas y desde la sociedad civil, la cual no se ha enterado del grado en que fomenta el aumento exponencial del consumo de energía y materiales críticos (profundizando el extractivismo, las emisiones y la destrucción ecológica). Frenar esta locura tecnológica, parar todo el sistema 5G, decrecer con criterios de justicia, igualdad y autonomía resulta más necesario y urgente que nunca.
Con la colaboración de Marisa García
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