Por JUAN ARÚS
Hagamos un simple ejercicio matemático. Sumemos el precio de algunos de los automóviles nuevos más caros que pueden comprarse hoy: Lamborghini Veneno, W Motors Lyken Hypersport, Bugatti Veyron Grand Sport Vitesse, Koenigssegg One y Pagani Zonda Revolucion. La adquisición de todos estos superdeportivos supondría un desembolso de unos 12 millones de euros, con lo que no cubriríamos ni la mitad del precio que se abonó el pasado mes de agosto en una subasta celebrada en California por un Ferrari GTO del año 1962: nada menos que un total de 30 millones de euros.
Los coches clásicos siempre han sido considerados como un refugio atractivo para los inversores, una cualidad que se acentuó desde finales de 2008 con la crisis financiera mundial. De hecho, las pujas récord no dejan de batirse desde entonces.
«Preferimos que la gente compre los coches porque los ama, pero es evidente que los clásicos continúan siendo una inversión segura», explica Max Girardo, director general de la casa de subastas británica RM Auctions. El ejecutivo considera que es posible que se paguen 39,5 millones de euros por un automóvil en una subasta, «aunque sólo hay un puñado de coches capaces de acercarse a esa cifra», dice. Uno de ellos es el que batió el récord oficial en subasta en agosto, el mítico Ferrari GTO del que se dice que han llegado a pagar más de 39,5 millones de euros por una unidad —se fabricaron 39— en transacción privada, aunque no existe confirmación oficial.
En la última gran cita, el 14 y 15 de noviembre en Texas, se pusieron a la venta 130 coches de la colección privada del americano Sam Pack. Entre las joyas a subasta: un Ford GT de 2006, un Thunderbird Convertible de 1957 y un Shelby Cobra de 1963.
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