Una de las mayores búsquedas existenciales sin duda es la felicidad. En general se acepta que no puede comprarse, pero muchos estudios sugieren que estar libre de preocupaciones financieras ayuda. Aunque las cosas más importantes de la vida son gratis, vivir en un entorno próspero al parecer nos hace más felices. Un nuevo estudio en sociedades pequeñas y sin mayores recursos parece demoler esta creencia. La clave de la felicidad está más allá del dinero.
La búsqueda de la felicidad es un objetivo universal para los seres humanos. No resulta extraño que se hayan llevado a cabo diversos esfuerzos a nivel global para medir los niveles de felicidad. Desde 2012, el índice global de felicidad de Naciones Unidas clasifica a los países en función de su nivel de felicidad. El último informe sitúa a Finlandia como el país más feliz del mundo, seguido de Dinamarca e Islandia. España, por su parte, ocupa el puesto 32 en este ranking. Por el contrario, entre los países con los niveles más bajos de felicidad se encuentran Afganistán, Líbano o Sierra Leona.
Los habitantes de los países ricos encabezan consistentemente las listas de satisfacción vital. La mayoría de las investigaciones avalan esta correlación. La riqueza individual está fuertemente ligada a la satisfacción vital declarada. Incluso las personas «superricas» tienden a calificar su felicidad por encima de aquellas con ingresos moderados. Pero, ¿es la riqueza la clave la felicidad?
Países más felices
Los investigadores han identificado las características típicas de los países con altos niveles de felicidad. Los estudios sugieren que los países más prósperos, con mayor PIB per cápita, también son más felices. Probablemente porque la riqueza les permite acceder a bienes materiales y servicios públicos como la educación o la sanidad.
La calidad de las instituciones y la cultura también desempeñan un papel fundamental en la formación de naciones más felices. Los cuales también son más individualistas y con niveles más altos de feminidad. Las sociedades «femeninas» tienden a mostrar preferencia por la cooperación, el cuidado, el altruismo y la igualdad de oportunidades tanto para hombres como para mujeres, lo que aporta un sentido de equidad.
Otro aspecto que influye en la satisfacción general de un país tiene que ver con una distribución equitativa del poder. Es decir, con relaciones sociales informales no limitadas por posiciones jerárquicas. En las que son los votantes y no unos pocos privilegiados quienes marcan el rumbo. Por último, las naciones más felices parecen ser más tolerantes con la incertidumbre, menos ansiosas a la hora de asumir riesgos y, por tanto, más propensas a aprovechar las oportunidades de la vida.
No hay receta única
Si bien los estudios sobre la felicidad han identificado factores comunes en los países más felices, es importante recordar que cada nación posee una identidad y experiencias únicas. Por ello, las fórmulas para la felicidad no son uniformes. Lo que funciona en un país puede no ser aplicable en otro. Los investigadores han realizado un análisis cualitativo para comprender la diversidad en la felicidad entre países. Los resultados revelan que existen múltiples combinaciones de factores que pueden conducir a altos niveles de felicidad a nivel nacional.
Países como Canadá, Reino Unido y Estados Unidos, que reportan niveles relativamente altos de felicidad, comparten características como un reparto equitativo del poder, un alto grado de individualismo, un bajo nivel de incertidumbre y un PIB elevado. Sociedades en las que impera una fuerte adhesión a los principios productivos, con un menor énfasis en las redes de seguridad social. Los individuos valoran cualidades como la asertividad y la orientación al rendimiento como claves para la felicidad.
En contraste, países como Finlandia o Noruega representan una fórmula alternativa para la felicidad. Estos países comparten algunos de los factores mencionados anteriormente. Pero también se caracterizan por un mayor grado de feminidad y una menor aversión al riesgo. Son sociedades en las que prevalecen sistemas de bienestar social que ofrecen mayor seguridad y previsibilidad tanto económica como social.
Importancia de la seguridad
La seguridad, especialmente en términos económicos, permite a los individuos perseguir sus intereses con mayor tranquilidad. Pero el modelo no es aplicable en todos los contextos. La riqueza o la economía no son los únicos determinantes. En algunos casos en países relativamente acomodados pueden existir disparidades sociales y económicas, corrupción, malestar social, inestabilidad política y restricciones a la libertad política, factores que, en conjunto, pueden afectar negativamente la felicidad general del país.
Sociedades pequeñas son felices
Pero no todos creen ciegamente esas premisas. Eric Galbraith es un profesor de la Universidad McGill. Estudia el sistema Tierra-humano para aportar nuevas perspectivas sobre los retos a escala mundial para mejorar el bienestar humano. Galbraith se pregunta si el afán humano por aumentar la riqueza es realmente necesario para alcanzar la felicidad. La presión por lograr el crecimiento económico está profundamente arraigada en las sociedades industrializadas. Ha llevado a muchos aceptar las consecuencias medioambientales graves, como el cambio climático, antes que tomar medidas que puedan poner en peligro su bienestar económico.
Galbraith se asoció con la antropóloga Viki Reyes-García, del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, para investigar la relación entre la felicidad y la riqueza en sociedades a pequeña escala de todo el mundo. Reyes-García estaba preparando un estudio sobre el cambio climático en comunidades que dependen en gran medida de sus ecosistemas locales para la supervivencia y tienen poco o ningún uso del dinero en el día a día.
El equipo de Reyes-García encuestó a casi 3.000 participantes de más de 100 aldeas en selvas sudamericanas, áridas praderas africanas y regiones montañosas del sur de Asia. La pregunta formulada fue: «Teniendo todo en cuenta, ¿cuán satisfecho está con su vida en una escala de 0 a 10?». La mayoría de los encuestados no tenían ingresos regulares, por lo que los investigadores calcularon los ingresos medios a partir del valor de las posesiones compradas del hogar. Los resultados fueron sorprendentes. A pesar de sus bajos ingresos (unos pocos dólares al día), las comunidades estudiadas reportaron niveles de felicidad similares o incluso superiores a los de las sociedades industrializadas.
No todo es dinero
La encuesta realizada por expertos en psicología social ha revelado resultados sorprendentes sobre la relación entre la felicidad y la riqueza en pequeñas comunidades de todo el mundo. Desafía la premisa común de que la felicidad está ligada al dinero. La investigación abarcó a miles de personas en sociedades a pequeña escala de 100 aldeas en todo el mundo. Reveló que lejos de la miseria, los habitantes de estas comunidades, a pesar de tener «muy poco dinero», se sentían muy felices. De hecho, algunos grupos incluso declararon niveles de felicidad por encima de 8 sobre 10. Superaban la media nacional de muchos países desarrollados.
¿Cómo explicar este hallazgo? Los investigadores sostienen que el dinero no es el único factor que determina la felicidad. Si bien puede aliviar ciertas necesidades, su influencia en el bienestar general es relativamente pequeña en comparación con otros factores. Como las relaciones sociales, la conexión con la naturaleza y un sentido de propósito en la vida.
Otra riqueza
Las comunidades estudiadas, a pesar de su pobreza material, poseían unas ricas relaciones interpersonales y un fuerte vínculo con su entorno natural. Aspectos que, según diversos estudios, contribuyen significativamente a la felicidad. El estudio confirma la paradoja de Easterlin. Sugiere que el aumento de la riqueza en una sociedad no siempre conduce a un mayor bienestar general. Las evidencias apuntan a que factores sociales y ambientales juegan un papel mucho más importante en la determinación de la felicidad.
Como animales profundamente sociales, los seres humanos prosperan en entornos donde se sienten apoyados y valorados. Las comunidades estudiadas, a pesar de su pobreza material, poseían una riqueza en relaciones interpersonales que les brindaba un fuerte sentido de pertenencia y seguridad. La conexión con el entorno natural ha sido ampliamente estudiada por sus efectos positivos en el bienestar. Las personas que pasan tiempo en contacto con la naturaleza experimentan menores niveles de estrés, ansiedad y depresión. También reportan una mayor sensación de paz y satisfacción.
Repensar la pregunta
Galbraith plantea que la pregunta del Informe sobre la Felicidad en el Mundo puede contribuir a que los países ricos encabecen sus listas. La elección de la «escalera de Cantril», en la que los encuestados deciden en qué peldaño se encuentran actualmente en relación con su vida ideal, puede llevar a la gente a centrarse en sus ingresos. Otro factor a tener en cuenta es la disminución del bienestar que se deriva de la comparación social en sociedades muy desiguales. Las comunidades estudiadas presentan menos desigualdad económica que muchos países industrializados ricos, también experimentan una mayor satisfacción general.
Entonces, ¿qué significan estos hallazgos para quienes viven en países industrializados? Según Galbraith aunque se requiere dinero para satisfacer las necesidades básicas, hace falta mucha menos riqueza material de lo que las sociedades industrializadas persiguen en la actualidad. Además, el enfoque occidental en el individuo, la aceptación moral de la acumulación material interesada y la creciente desconexión con otros seres humanos (a medida que la gente pasa más tiempo en el mundo virtual) pueden dañar la felicidad.
Sus hallazgos subrayan la importancia de considerar una variedad de factores que contribuyen a la satisfacción vital y la felicidad, más allá del dinero. Las sociedades a pequeña escala pueden enseñarnos mucho sobre cómo satisfacer estas necesidades básicas y mejorar los aspectos débiles o ausentes en nuestras propias comunidades y países. Un enfoque centrado en el crecimiento de una humanidad compartida puede ser la clave para aumentar la satisfacción con la vida en los países ricos. Al tiempo que garantiza el futuro de la vida compleja y hermosa en la Tierra.
Felicidad más allá de lo material
El Informe Mundial sobre la Felicidad, que suele posicionar a los países ricos en la cima de sus listas, utiliza una pregunta que puede sesgar los resultados. Los hallazgos de Galbraith y su equipo nos recuerdan que la felicidad no se encuentra únicamente en la riqueza material. Para alcanzar una vida plena y satisfactoria, debemos cultivar relaciones sociales sólidas, apreciar la naturaleza y encontrar un propósito en la vida. En lugar de perseguir un crecimiento económico desenfrenado, que a menudo viene a expensas del medio ambiente y las relaciones sociales, debemos enfocarnos en satisfacer las necesidades básicas de la población de manera sostenible y equitativa.
El estudio de Galbraith y Reyes-García abre un nuevo capítulo en la comprensión de la felicidad y el bienestar. Concluye que alcanzarla es posible sin necesidad de grandes fortunas. Un cambio de paradigma hacia un modelo de desarrollo que valore el bienestar humano y la salud del planeta es esencial para construir un futuro más próspero y sostenible para todos. Es un llamado a la acción para repensar nuestras prioridades y construir un mundo donde la felicidad genuina esté al alcance de todos.