La visión de ciudades verdes, donde la vegetación se integra en el entorno urbano para crear espacios más sostenibles y habitables, es un objetivo común en todo el mundo. En nuestros días cuando la iniciativa es impulsada desde la Naciones Unidas hay quienes se preguntan si realmente son necesarias o solo atienden un capricho.
Al hablar de “ciudades más verdes”, nos referimos a un futuro urbano sostenible que permita a las generaciones futuras vivir en un hábitat respetuoso con el medio ambiente, con infraestructuras ecológicas, energía limpia y un estilo de vida en armonía con la naturaleza y la sociedad. En este futuro, un cielo azul, aire fresco y agua limpia no son un lujo, sino una realidad accesible para todos.
Actualmente, las zonas urbanas consumen el 78% del suministro energético mundial. Para 2030, el 70% de la población mundial vivirá en ciudades, y más del 60% del suelo que se prevé urbanizar en esos años aún está por urbanizar. Según el Informe sobre las Ciudades del Mundo 2016 de ONU-Hábitat, nuestro actual modelo de urbanización es insostenible en muchos aspectos. Necesitamos cambiar la forma en que urbanizamos para abordar los desafíos de nuestro tiempo, como el cambio climático, la informalidad y el crecimiento urbano descontrolado.
Urbes insostenibles
Las ciudades consumen el 75% de todos los recursos naturales y generan actualmente 1.300 millones de toneladas de residuos sólidos al año. Cifra que se espera que alcance los 2.200 millones de toneladas en 2025. Las megaciudades del norte son las principales productoras. Generan además residuos invisibles: las emisiones de gases de efecto invernadero. Las ciudades, que ocupan solo el 3% de la superficie terrestre, son responsables del 70% de esas emisiones. Los modos de transporte urbano actuales, altamente dependientes del petróleo, están exacerbando estos problemas.
La degradación medioambiental, si no se aborda, amenaza el desarrollo sostenible global. Para revertir este impacto, es vital que los gobiernos adopten un enfoque integrado para mitigar las amenazas medioambientales urbanas. Las “ciudades más verdes” son parte de la solución. Existe una creciente conciencia de la necesidad de métodos transversales para abordar los desafíos insostenibles. No se trata solo de encontrar nuevas herramientas innovadoras para las ciudades, sino también de replantear el metabolismo urbano actual y adaptar las infraestructuras urbanas existentes.
La planificación urbana sostenible debe considerar enfoques físicos, jurídicos y financieros del desarrollo urbano junto con consideraciones medioambientales. ONU-Hábitat y ONU Medio Ambiente crearon en 2014 la Alianza en Favor de Ciudades más Ecológicas, para abordar estas cuestiones. La iniciativa identificó tres soluciones básicas de “ciudades más verdes”: impulsar el motor económico, integrar las perspectivas medioambientales en las políticas urbanas y mejorar la conciencia medioambiental de todas las partes interesadas.
Ciudades verdes
Las ciudades están emergiendo como el epicentro de las soluciones a la crisis climática, donde se están tejiendo transformaciones sostenibles. Las ciudades verdes son aquellas donde las personas pueden caminar, andar en bicicleta, ser activas, sentirse seguras y tener servicios accesibles. Se parte de la premisa de que solo una ciudad equitativa puede ser verde y sostenible. Es crucial que las personas marginadas y vulnerables a los riesgos climáticos sean centrales en las discusiones sobre soluciones y tengan capacidad de liderazgo. Aunque la electrificación de los vehículos es fundamental, las ciudades deben centrarse en el entorno construido y la conectividad. Asegurando que los recursos y servicios estén cerca de donde vive la gente.
Las ciudades sostenibles deben ser literalmente verdes. Necesitamos que las ciudades consideren el papel de la naturaleza en la prestación de servicios de infraestructura. La naturaleza puede desempeñar un papel importante en la creación de resiliencia frente al cambio climático. Los parques arbolados y las vías verdes pueden mitigar el efecto isla de calor urbano, reducir la demanda de aire acondicionado y disminuir las horas perdidas debido al calor extremo.
Pueden aspirar a ser más positivas para la naturaleza de diferentes maneras. Como reequipar las infraestructuras existentes o, planificar formas de integrar la naturaleza en su desarrollo. En última instancia, para ser verdaderamente verdes, sostenibles y equitativas, las ciudades deben adoptar un enfoque integrado para desarrollarse y evolucionar en respuesta al cambio climático.
Ejemplo europeo
El futuro de la construcción en Europa se perfila verde y autosuficiente. Los edificios cero emisiones, que generan tanta energía como consumen, serán la norma a partir de 2030. Según una nueva normativa aprobada por el Parlamento Europeo. La ley, respaldada por 370 votos a favor, exige que todos los nuevos edificios en la Unión Europea sean climáticamente neutrales. Una obligación que se adelanta a 2028 para los inmuebles públicos.
La Directiva sobre Eficiencia Energética de los Edificios, actualizada por última vez en 2018, también establece metas para la renovación de edificios existentes. Para 2030, los Estados miembro deberán renovar al menos el 16% de los inmuebles no residenciales con peor rendimiento energético, y el 26% para 2035. Con los edificios responsables del 40% del consumo energético de la UE y del 35% de las emisiones de CO2, la reforma busca que todos los inmuebles, nuevos o viejos, sean climáticamente neutrales a mitad de siglo.
Se estima que los 27 necesitarán 275.000 millones de euros al año hasta 2030 para renovar el parque de edificios. Los costes se compensarán en parte por el aumento de la actividad económica, facturas energéticas más bajas, menos ciudadanos en situación de pobreza energética y mejoras en la salud al contribuir a mejorar la calidad del aire. La revisión de la directiva también llama a eliminar los sistemas de calefacción con combustibles fósiles en 2040 y a dejar de subsidiar las calderas independientes a base de hidrocarburos desde 2025. Además, se exigirá la instalación de paneles solares en los edificios nuevos y existentes que se sometan a una renovación, y se buscará reforzar la formación de trabajadores en tecnologías limpias.
¿Solución o capricho?
Las ciudades verdes, con su promesa de sostenibilidad y bienestar, están en auge. Pero,¿son realmente la panacea que esperamos? Des Fitzgerald, profesor en el University College Cork, plantea una pregunta provocadora: ¿Por qué estamos tan obsesionados con la naturaleza como solución a todos los problemas urbanos? Los árboles, símbolos de esta obsesión, se han convertido en una especie de cura milagrosa para los desafíos urbanos, especialmente para el bienestar psicológico.
Pero Fitzgerald nos insta a recordar que los bosques, hoy considerados refugios de paz, eran antiguamente lugares de terror y miedo. Y que los movimientos que promovieron la naturaleza sobre el espacio urbano no siempre tuvieron motivos altruistas. Cita a la historiadora Dorceta Taylor, quien argumenta que el movimiento ambientalista en los Estados Unidos surgió en parte como una respuesta a las amenazas percibidas a la masculinidad de las comunidades racializadas.
El sociólogo cuestiona la reciente campaña para declarar a Londres como la primera ciudad parque nacional del mundo. Percibe en ella una visión extraña de la naturaleza reclamando el espacio urbano. Le resulta cuestionable la idea de que los espacios verdes tendrán un efecto transformador en la salud mental de las personas en las ciudades. Argumenta que si queremos abordar seriamente la salud mental urbana, hay otros lugares donde debemos empezar.
Plantar árboles no es suficiente
Para Fitzgerald las ciudades, con su ruido, luz, desigualdad, precariedad y viviendas deficientes, pueden ser una fuente de estrés significativo. Combinado con predisposiciones biológicas, puede aumentar el riesgo de problemas de salud mental. Por lo que cuestiona la eficacia de plantar árboles como solución a esos problemas. Sugiere que una transformación real de la salud mental urbana podría lograrse a través de la construcción de viviendas seguras y decentes, eliminando así muchos factores estresantes.
Para el sociólogo también resulta cuestionable la tendencia a ver la retirada de la ciudad como una retirada de la humanidad y sus problemas. Sugiere que debemos abordar los problemas urbanos de frente, en lugar de tratar de fingir que no existen. Muchas ciudades estadounidenses, incluyendo Washington DC, están enfrentando desafíos significativos, lo que subraya la necesidad de soluciones más efectivas y matizadas para los problemas urbanos. Las ciudades, con su bullicio y dinamismo, pueden parecer el epicentro de la vida moderna.
Por lo que nos invita a cuestionar nuestras nociones preconcebidas sobre lo que constituye una “buena” ciudad. En lugar de ver a las ciudades como una tecnología para “arreglar” la sociedad, sugiere que debemos considerarlas como espacios vivos y cambiantes. Dice que a menudo idealizamos las ciudades, imaginándolas como centros urbanos bulliciosos sin personas sin hogar. Sin embargo, este ideal rara vez es un buen espacio para todos. En cambio, debemos pensar detenidamente sobre cómo hemos decidido colectivamente qué constituye una buena ciudad, sostiene.
Bienestar de los residentes
En lugar de buscar una visión urbana perfecta, sugiere que debemos vivir y dar sentido a los espacios que ya nos rodean. Aclara que su planteamiento no es antiambiental. “Debo enfatizar que creo absolutamente que una forma en que las ciudades necesitarán volverse más sostenibles en el futuro es tener más materia orgánica en espacio urbano”. Reconoce los beneficios de plantar más árboles a medida que el planeta se calienta. Pero cuestiona que se utilice como una solución alternativa para sentirse bien ante un problema más difícil. “Plantar árboles no debería ser nuestro punto de partida si nos tomamos en serio el cambio climático”, opina. Por lo que también critica la idea de la utopía urbana. A su juicio puede llevar a proyectos objetivamente terribles, como la ciudad de Neom en Arabia Saudita.
Lo que está en juego es evidente: a menos que las ciudades empiecen ahora a trazar un camino diferente, seguirán perpetuando la crisis climática. No solo nuestra forma de urbanizar es insostenible. Hemos desarrollado estilos de vida insostenibles que están afectando además de la salud física la salud mental de sus habitantes. Problemas que deben ser abordados para lograr ciudades más verdes, saludables y resilientes. Al situar a las personas y sus necesidades en el centro de la toma de decisiones, y al considerar la incorporación de la naturaleza en la planificación de una manera holística y reflexiva, las ciudades pueden comenzar a abordar los riesgos del cambio climático ahora y garantizar unas ciudades verdes realmente resilientes en el futuro.