Por Óscar Abou-Kassem
15/07/2016
- DIRECTO | Rajoy: “Nadie está completamente a salvo de la barbarie terrorista”
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El ataque de Niza ha vuelto a situar a Francia, y a sus aliados, ante una dura realidad: El Estado Islámico es un enemigo capaz de provocar terribles matanzas en suelo francés, europeo y estadounidense. En cualquier lugar del mundo. Bien sea por vía directa o indirecta. Con ataques coordinados por regresados de la guerra de Siria e Irak o por lobos solitarios que juran lealtad al califato desde la webcam de su casa en un suburbio de París.
Las consecuencias de la estúpida invasión de Irak y la mentecata gestión de la ocupación las estamos pagando desde entonces. Al Qaeda logró expandirse por la antigua Mesopotamia y aceleró la guerra sectaria entre suníes y chiíes. Pero su horror se ha quedado pequeño con el efecto que ha logrado el Estado Islámico. La población suní se sintió desamparada tras la caída de Sadam. Los radicales, descontrolados tras el desmantelamiento de las estructuras estatales de Irak por parte de la Administración Bush. Y la población iraquí llena de odio y frustración por las matanzas que se cometían. Los líderes del infame califato encontraron todo a favor para lanzar su maléfico Estado.
Como un virus que evoluciona para resistir y contagiarse lo más rápido posible, el Estado Islámico ha decidido mutar su estrategia, porque en esto no hay reglas, como grupo terrorista. Han entendido el mundo global en el que vivimos y las formas de hacer daño. Usan toda la tecnología a su alcance para reclutar y extender el pavor que producen sus actos. Al fin y al cabo, el terrorista intenta causar eso, el mayor terror, pensando que así doblegará a su adversario y que por el camino se irá vengando de todo lo anterior.
Francia, y nosotros, sus aliados, nos encontramos ante un gran problema. ¿Cómo acabar con este horror? Por un lado parece razonable querer acabar con la infraestructura con la que sobre el terreno cuenta el EI en Siria e Irak. Por nosotros y por la pobre gente que malvive bajo su yugo.
Y en casa, Europa tiene que dar una respuesta. Un paso urgente para integrar a esos jóvenes europeos desencantados y desenganchados del sueño integrador que proclama Bruselas. Mientras no se logre la plena integración de los ciudadanos europeos en sus propios países el futuro será sombrío.
El gran éxito del Estado Islámico sería nuestro fracaso como democracias. Porque es ahora donde el equilibrio entre seguridad y libertad se pone a prueba.
Los refugiados que llegan todos los días a las fronteras de Europa desde Siria, Libia e Irak huyen de camiones como el de Niza. Huyen de atentados como el del 3 de julio en Bagdad donde el EI mató a 300 personas.
Hay que buscar soluciones pero también esperanza. Y no actuar guiados bajo el miedo y sus terribles consecuencias. De eso sabe mucho esta leyenda árabe:
Había en Bagdad un mercader que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al rato el criado regresó pálido y tembloroso y dijo: “Señor, cuando estaba en la plaza del mercado una mujer me hizo muecas entre la multitud y cuando me volví pude ver que era la Muerte. Me miró y me hizo un gesto de amenaza; por eso quiero que me prestes tu caballo para irme de la ciudad y escapar a mi sino. Me iré para Samarra y allí la Muerte no me encontrará”.
El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él y le clavó las espuelas en los flancos huyendo a todo galope. Después el mercader se fue para la plaza y vio entre la muchedumbre a la Muerte, a quien le preguntó: “¿Por qué amenazaste a mi criado cuando lo viste esta mañana?
“No fue un gesto de amenaza”, le contestó, “sino un impulso de sorpresa. Me asombró verlo aquí en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra”.