POR ANDRÉS TOVAR
22/08/2017
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Después de 16 años de tartamudez en Afganistán, el Talibán ha vuelto a su nivel más alto desde 2001. Es por esa razón -o el principal argumento- que el presidente estadounidense, Donald Trump, anunció un nuevo enfoque estadounidense para estabilizar la región.
Su plan se produce pocos días después de despedir a su jefe estratega, Steve Bannon, que, como buen «arquitecto» del «America First«, era una una voz vehemente contra el envío de más tropas a Afganistán y de limitar los compromisos extranjeros de EEUU.
Trump, se ha dirigido a las tropas y al pueblo de EEUU esta jornada desde la base militar Fort Myer en Arlington, Virginia, para presentar la «actualización» de la estrategia, De acuerdo con el mandatario, «el pueblo estadounidense está cansado de la guerra sin victoria», por lo que la nueva estrategia de EEUU en la región, anunció, se basará en tres pilares fundamentales:
- EEUU buscará «un resultado honorable y duradero digno del sacrificio de vidas» por parte de los militares estadounidenses.
- La salida rápida de las tropas estadounidenses de Afganistán «es inaceptable, ya que dejaría un vacío de poder, igual al que sucedió antes de los atentados del 11 de septiembre».
- La nueva estrategia en Afganistán «no tendrá un enfoque en el tiempo, sino en las condiciones en el terreno. Por ello, Washington no discutirá el número de las tropas desplegadas en la región».
Asimismo, le ha advertido al Gobierno afgano que su apoyo «no es un cheque en blanco«, y que espera ver «reformas» y resultados «reales», después de anunciar que reforzará la estrategia militar en el país donde Estados Unidos lleva ya casi 16 años en guerra.
«Estados Unidos trabajará con el Gobierno afgano siempre que veamos determinación y avances. Pero nuestro compromiso no es ilimitado, y nuestro apoyo no es un cheque en blanco. El pueblo estadounidense espera ver reformas reales y resultados reales», dijo Trump, quien sentenció con una frase categórica: «Los días en que EEUU usó su ejército para construir democracias terminaron«.
Aunque los enunciados puedan parecer retóricos, de lo que si hay que estar seguro es que no será un plan «empirico». Trump tiene consigo un banco de asesores con experiencia en el terreno. Entre ellos figuran Lisa Curtis , ex directora de Heritage Foundation, analista de la CIA y diplomática estadounidense en el sur de Asia, y el coronel Joel Rayburn, que sirvió en Oriente Medio bajo la dirección de David Petraeus y ha escrito extensamente sobre el colapso del Estado iraquí bajo la invasión estadounidense.
Y el asesor de seguridad nacional, HR McMaster, sirvió en Afganistán, y ha estado presionando a Trump para que Estados Unidos se involucre más.
El plan reviste de interés pues es la puerta que anuncia el «renacimiento» de una frontal política armada estadounidense en la zona. Estados Unidos y sus aliados ocuparon Afganistán en 2001, luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre de ese año en Nueva York y Washington.
La misión en Afganistán concluyó en 2014, mientras que el 1 de enero de 2015, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) anunció su nueva operación en el país, bautizada Apoyo Decidido, para entrenar y asistir a las fuerzas de seguridad afganas.
Para seguir la pista a lo que viene, habrá que tomar en cuenta estos cinco factores, que configurarán de seguro la «columna vertebral» del plan:
El número de la tropa
Esta será la figura que hará todos los titulares. Medios estadounidenses como la radio pública estadounidense NPR y la propia Fox News (en buenas relaciones con Trump) aseguraron que Trump ya firmó el envío de 4.000 efectivos militares a Afganistán para frenar el avance de la milicia islamista Talibán. Actualmente hay alrededor de 8.500 soldados estadounidenses y 12.000 soldados y contratistas extranjeros en Afganistán, y todas las expectativas son de que el número subirá.
En la actualidad, Estados Unidos está utilizando todos sus 8.500 soldados «sólo para operar una media docena de bases… y proporcionar capacitación central y tutoría», escribe Michael O’Hanlon, director de investigación en política exterior del Brookings Institute. Necesita una cantidad considerable para poder asesorar y orientar a las tropas afganas. El fracaso de Estados Unidos en 2015 es en gran parte culpable de que Kabul esté perdiendo la mayor parte de la provincia de Helmand y la ciudad de Kunduz frente a los talibanes.
El objetivo final
Sin embargo, los números de las tropas no van a marcar la mayor diferencia. Estados Unidos deberá ejecutar un nuevo plan, algo que los gobiernos de Obama y Bush no pudieron hacer. Será ese objetivo lo que determinará el plan de acción en la zona.
Los antecedentes son un factor fundamental a considerar: EEUU ha tratado de derrotar totalmente al Talibán y crear un gobierno afgano aliado de Estados Unidos, sin embargo no ha podido frenar el avance de la milicia islamista en la región.
Entonces, ¿a qué «jugará» Trump? El enfoque hacia la región ha cambiado con cada administración -específicamente, la de Bush y la Obama-, y no hay una referencia que sugiera que en menos de una década haya mejorado significativamente la calidad de la gobernanza.
El factor Pakistán
La clave para estabilizar Afganistán es Pakistán, dicen muchos de los principales asesores de Trump. Se cree que Pakistán alberga a líderes talibanes justo al otro lado de su frontera con Afganistán, y se dice que el ejército de Pakistán proporciona apoyo operativo a los grupos insurgentes en países vecinos. En este verano, Islamabad incluso permitió a Hafiz Saeed, a quien la ONU señaló como terrorista y tiene una recompensa estadounidense de 10 millones de dólares por su cabeza, registrar un partido político oficial.
El gobierno de Obama trató de convencer al gobierno de Pakistán de reducir su apoyo al involucrar a los principales líderes de Pakistán en la lucha contra los talibanes y ofrecer miles de millones de dólares en ayuda. Pero los asesores de Trump están presionando por una relación que es menos de zanahoria y más palo. Entre varias cosas, promueven la amenaza de que EEUU podría nombrar a Pakistán como «patrocinador estatal del terrorismo», lo que restringiría la asistencia estadounidense y las ventas de armas al país y dejar claro que EEUU no considerará a Pakistán como un aliado a menos que haga cambios radicales.
Lo que habrá que observar es si Trump prefiere el palo o la zanahoria.
Reconstrucción de la fuerza militar y policial
Estados Unidos ha gastado cientos de millones de dólares en la capacitación del ejército y la policía de Afganistán durante la última década y media. El gobierno de George W. Bush predijo que esto ayudaría al gobierno central a extender su control sobre el país.
Pero la rápida reducción de tropas estadounidenses y otras tropas extranjeras que comenzó con la administración Obama en el año 2011 agotó el ejército de Afganistán más de lo previsto, en parte porque dependía no sólo de la ayuda externa sino de la ayuda operacional. Cuando las tropas estadounidenses salieron en masa, se llevaron consigo componentes clave que necesitaba el ejército, como los globos utilizados para rastrear el Talibán, por ejemplo, entre otros elementos.
Los minerales afganos
Trump ha informado ha estado mirando la enorme riqueza mineral de Afganistán como una manera de pagar el compromiso militar de EEUU. Su valor potencial se ha elevado hasta un billón de dólares, y los funcionarios afganos han ofrecido abiertamente derechos minerales a Washington.
Pero los expertos regionales y los inversionistas ven los suministros como totalmente inaccesibles en el actual clima inestable. Además, China ha sido el único país que ha invertido activamente en minerales afganos. El hecho de que EEUU tome esos recursos seguramente será una «encrucijada» con Beijing, lo cual podría causar problemas, dada la creciente alianza de China con Pakistán.