Desde que comenzaron los confinamientos por la pandemia, la vida silvestre recorre las calles abandonadas. En la ciudad israelí de Haifa, los jabalíes no son la excepción. Viajan en manadas y se les ve constantemente deambulando por las calles. Lo que antes eran solo visitas nocturnas ahora se ha vuelto algo cotidiano. Revuelven la basura, duermen en las calles, asustan a las mascotas y a sus dueños, y hasta bloquean las carreteras.
Algunos residentes están encantados con las visitas permanentes de estos animales. Eugene Notkov, de 35 años de edad, es un chef que deja que su perro juegue con los jabalíes que se mueven por los parques locales. “Son parte de nuestra ciudad”, asegura. Toparse con uno es «como ver una ardilla».
Sin embargo, otros vecinos no están conformes y hasta llevan palos en sus paseos para mantenerlos alejados. Los ven como una amenaza. En los últimos años estos jabalíes de casi 300 libras se han vuelto menos «urbanitas», incluso ahora se les considera «no tan salvajes», pues parece que les agrada la calle y su vida vecinal.
No llegaron por la pandemia
Los jabalíes que ahora viven en Haifa comenzaron su conquista mucho antes de que el coronavirus causara estragos. En 2019, los residentes informaron 1.328 avistamientos de jabalíes, casi un 40% más que el total de 2015. El Ayuntamiento de Haifa se negó a publicar datos para 2020.
Haifa tiene una topografía excéntrica. Es la tercera ciudad más grande de Israel, con una población de casi 300.000 habitantes. Construida en la ladera del Monte Carmelo, en el norte de Israel. Está dividida entre distritos que bordean un litoral plano y vecindarios que se extienden sobre una escarpada cima de montaña. Los residentes la llaman «el jardín secreto».
La pintora Rona Shahar se mudó a Haifa en 2008. Para ella no es una molestia que los jabalíes prácticamente vivan con los humanos. Al mudarse encontró una ciudad que se presta a lo surrealista y comenzó una serie de pinturas y dibujos que exploraban cómo sería si la ciudad estuviera invadida por tigres amistosos. Pero nunca pensó que sus pinturas se harían realidad, esta vez con jabalíes.
La realidad es que no se sabe con exactitud por qué tantos jabalíes entraron en la ciudad. Algunos intuyen que perdieron su hábitat natural y que estaba muy cerca. Quizá fue por un gran incendio que hubo en Haifa y sus alrededores en 2016. Otros afirman que fue decisión del alcalde en 2019 prohibir disparar a los jabalíes. Sin embargo, las estadísticas muestran que la llegada masiva de los jabalíes había sucedido cuando cesaron los disparos.
Buscan comida, y la encuentran rápido
Los ecologistas dicen que los jabalíes todavía tienen suficiente comida en los barrancos cercanos en las afueras de Haifa. Por lo que la verdadera razón de su presencia en la ciudad,es que los humanos dejan demasiados desperdicios de comida en lugares que son más accesibles que los barrancos.
Mientras están buscando comida, los jabalíes devoran regularmente la hierba de los céspedes de los vecinos o rebuscan caóticamente en los cubos de basura. Algunos de ellos se comportan de manera regular con los humanos, incluso comen de sus manos, cuando les ofrecen. Sin embargo, otros siguen siendo muy agresivos, especialmente cuando están con sus crías. En enero un jabalí se llevó con el hocico el bolso de una niña. Al día siguiente otro mordió a un anciano en la pierna.
Quieren que se vayan por las buenas o por las malas
La ira de quienes no toleran a los jabalíes ha llegado a oídos de la alcaldesa, Einat Kalisch-Rotem. Los últimos tres años han estado bajo la supervisión de Kalisch-Rotem. En su mandato el Ayuntamiento ha cerrado parcialmente los alrededores de los parques y barrancos para obstruir los puntos de acceso a la ciudad, y ha fijado cadenas a los botes de basura para limitar el acceso a los residuos de alimentos. Pero dado que el municipio se ha negado a dar a conocer datos más recientes sobre la presencia de estos animales, no está claro si las medidas de la alcaldía han tenido algún efecto.
Mientras tanto, algunos vecinos han intentado que los jabalíes se vayan de cualquier forma. Los más tecnológicos intentaron crear una aplicación que pudiera disuadirlos con ondas sonoras subsónicas. Otros intentaron dejar excrementos de león cerca de los puntos calientes de los jabalíes, con la esperanza de que el olor los disuadiera.
Un profesor experto en vida silvestre de la Universidad de Haifa, investigó si los jabalíes podían ser repelidos con la orina y realizó su propio experimento informal junto a los limoneros y nísperos en el fondo del jardín de un amigo. Pero para su desgracia, los jabalíes siguieron llegando.
Para algunos vecinos el verdadero problema de Haifa no son los jabalíes. La tensión que hay actualmente en la ciudad no es entre los jabalíes y los humanos, sino entre los humanos mismos, aseguran. Y es que realmente si los jabalíes llegaron por la basura que dejan los humanos el problema no es ecológico, es social.
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