Lograr mayor eficiencia, abundancia y rentabilidad en los alimentos es una búsqueda permanente de científicos y productores. Investigadores han descifrado un código genético que permite que los cultivos de aceite como la soja y el maní produzcan aún más. Un avance potencial para las dietas humanas que también podría aliviar la presión sobre la tierra.
La intervención o manipulación genética en los alimentos no es nueva. A medida que crecen los campos de experimentación, crecen igualmente los grupos defensores y detractores. Salen a flote los valores éticos y los beneficios o no para la salud de millones de personas en el planeta.
Las dietas actuales incorporan muchas plantas de semillas aceitosas. Entre ellas colza, aceite de palma, soja y cacahuetes, que se han convertido en fuentes importantes de proteínas, aceite de cocina y aditivos alimentarios. También son indirectamente importantes como materia prima para el ganado. Y cruciales en otras industrias que utilizan estos productos grasos para la producción de bienes de consumo e incluso los biocombustibles.
La huella ambiental de estos cultivos se está expandiendo. Eso es preocupante porque algunos, como la soja, crecen mejor en paisajes tropicales donde conllevan un alto riesgo de deforestación.
Pero el descubrimiento de los investigadores, publicado en Science Advances, podría hacer que estos cultivos vitales a nivel mundial produzcan más. Y, por lo tanto, necesiten menos tierra, lo que sería una gran ayuda para los entornos donde crecen.
Encontraron que la clave está en una proteína llamada WRINKLED1 o WRI1. Ya se sabe que esta proteína ayuda a controlar la cantidad de aceite que producen las semillas de las plantas. También se sabe que lo hace uniéndose al ADN de la planta, lo que “activa una cadena específica de instrucciones que regula la acumulación de aceites”, explicaron los investigadores según recoge Anthropocene Magazine.
Avances científicos en los cultivos de aceites
A partir de investigaciones anteriores, también tenían motivos para sospechar que la cantidad de cultivos de aceites producidos en las semillas tenía algo que ver con la fuerza con la que WRI1 se une al ADN. Así que se dispusieron a ver si podían hacer proteínas que pudieran unirse más estrechamente al ADN. Dando un gran paso tecnológico, pudieron mapear e imaginar la estructura molecular completa de WRI1, tomando nota de las secciones que se unen al ADN. Luego, los investigadores modificaron estas secciones para que se unieran con más fuerza.
Con esto, crearon múltiples versiones de WRI1 que podían probar por sus propiedades productoras de aceite criándolas en plantas.
Los experimentos mostraron en primer lugar que en las proteínas modificadas, la unión al ADN era 10 veces más fuerte. Sin embargo, lo más sorprendente fue que en las plantas de prueba reales que contenían la proteína modificada, las semillas modificadas genéticamente tenían más aceite. Alrededor de un 15 a un 18 % más, en comparación con las plantas no modificadas. El rasgo también es hereditario, y la descendencia de la planta portaba los mismos rasgos productores de aceite.
Un elemento emocionante de este descubrimiento es que las porciones de unión de WRI1 son lo que los investigadores describen como «altamente conservadas» en muchas plantas de semillas productoras de aceite, lo que significa que las mismas características aparecen en diferentes especies.
Esto significa que los investigadores podrían manipular potencialmente este rasgo en otros cultivos, mejorando los rendimientos de aceite en muchas plantas, posiblemente también en aquellas de gran producción y valor comercial como la soja y el aceite de palma.
Potenciar las semillas y cultivos
El impacto podría ser bastante profundo. Si se utilizan teniendo en cuenta la sostenibilidad, los cultivos de aceites de mayor rendimiento también podrían ser una forma de producir más alimentos en menos tierra. Gobernando en las granjas y ralentizando la destrucción de las tierras silvestres en los lugares donde más importa la biodiversidad y el secuestro de carbono, señala el estudio.
Asimismo, las plantas más productivas con un mayor valor nutricional también podrían impulsar la seguridad alimentaria para los usos alimentarios directos de los aceites vegetales. «Un objetivo esencial para satisfacer la creciente demanda de aceite vegetal a nivel mundial», indicaron los investigadores.
Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer antes de que esta investigación de laboratorio llegue al campo. Mientras tanto, los científicos están tratando de acelerar el proceso solicitando una patente para comercializar su tecnología e introducirla en las plantas.
Hacer más con menos será cada vez más crucial en la agricultura resaltan. A medida que las tierras de cultivo viables se reduzcan y la conservación del hábitat silvestre se vuelva más importante. Con suerte, tecnologías como estas nos pondrán en ese camino.