Trascurrido más de un año desde que detectara su primer caso de coronavirus, Brasil se enfrenta a la fase más oscura de la pandemia. Los científicos están devastados por el aumento de contagios de la COVID-19 y culpan al gobierno de Jair Bolsonaro de no seguir sus recomendaciones.
Gremios de salud señalan que el Ejecutivo ignora y socava públicamente a la ciencia. Mientras se niega a implementar medidas restrictivas y cierres nacionales. Y difunde información errónea.
“Ser científico en Brasil es muy triste y frustrante”, dice Jesem Orellana, epidemiólogo del centro de la Fundación Oswaldo Cruz en Manaus. “La mitad de nuestras muertes se pudieron prevenir. Es un desastre total «.
Un aumento en las infecciones ha llevado a muchas de las unidades de cuidados intensivos de Brasil al borde del colapso. El número de decesos diarios y mensuales ha alcanzado niveles récord. Desde inicios de la pandemia, más de 389.000 personas en ese país han fallecido por el virus. Esto representa el 13% de las muertes por la COVID-19 en el mundo, a pesar de que el país tiene menos del 3% de la población mundial.
Bolsonaro ha estado contradiciendo la opinión científica desde el comienzo de la crisis, cuando calificó a la COVID-19 como una “pequeña gripe”. A fines de 2020, también dio a entender que las vacunas podrían ser peligrosas. Entonces dijo: «Si te conviertes en cocodrilo, es tu problema».
Bolsonaro y la crisis desbordada por la COVID-19
Tras asumir el cargo en 2019, Bolsonaro recortó drásticamente los fondos para las universidades de Brasil y para sus ministerios de ciencia y educación. También acusó al Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de falsificar datos satelitales que mostraban una deforestación acelerada en el Amazonas. Aún así, su manejo de la crisis de la COVID-19 fue un shock, dice Natalia Pasternak, microbióloga y presidenta del Instituto Cuestión de la Ciencia en São Paulo. «No creo que ninguno de nosotros pudiera prever que sería tan malo».
El presidente ha ido en contra de los consejos científicos varias veces durante la emergencia. El más costoso de sus errores, indicó Jesem Orellana, ha sido ignorar las estrategias de contención de pandemias.
“Lamentablemente, en el siglo XXI, estamos fallando a nivel nacional en incorporar herramientas antiguas y eficaces que podrían salvar decenas de miles de vidas”, apuntó el epidemiólogo.
Un estudio reciente que rastreó los brotes de la COVID-19 en el país, encontró que las regiones con cierres y medidas de bioseguridad tenían menos muertes per cápita que otras.
“El gobierno ha negado la pandemia”, refiere Gabriela Lotta, quien estudia administración pública y gobierno en la Fundación Getulio Vargas en Río de Janeiro. “Niega que sea grave, niega que necesite intervención y niega las medidas necesarias que defiende la ciencia para enfrentarlo”.
Variantes de la COVID-19 ante la mirada de Bolsonaro
Los científicos reconocen que el aumento actual en Brasil se debe en parte a la propagación de variantes del coronavirus. Dicen que la inacción de Bolsonaro ha permitido que se produzca la propagación de la COVID-19.
La variante P1 probablemente surgió en Manaus, una ciudad de la Amazonía, en noviembre de 2020. En enero, Orellana declaró en una reunión pública de la Corte Interamericana de Derechos Humanos la necesidad de cerrar los vuelos dentro y fuera del Amazonas.
Pero los pacientes infectados con P1 y sus familiares fueron trasladados en avión por todo el país para recibir tratamiento. Entretanto, los aeropuertos y las terminales de autobuses permanecieron abiertos. En marzo, los científicos detectaron en P1 como la variante dominante en seis de los ocho estados brasileños que estudiaron, reseñó la revista Nature.
Las naciones vecinas intentaron aislarse de Brasil. Pero muchas ahora están viendo más casos de P1 dentro de sus fronteras. Por ejemplo, el 40% de los casos de la COVID-19 en Lima son ahora infecciones P1.
Y el 89 % de los casos en Uruguay son de la variante brasileña P1, según un estudio del Instituto Pasteur de Montevideo.
Desinformación y recorte de fondos
Mauricio Nogueira, virólogo de la escuela de medicina FAMERP en São José do Rio Preto, advirtió que Bolsonaro ha recortado los fondos para la ciencia en momentos tan apremiantes por la COVID-19. «No tenemos fondos para hacer investigación básica. Como para comprender cómo las variantes son más o menos virulentas. No tenemos el equipo de laboratorio ni los reactivos para eso», añadió.
Actualmente hay alrededor de 90 cepas circulando en Brasil . Y esta incapacidad para investigarlas amenaza la respuesta y recuperación pandémica del país. Algunos estudios sugieren que las variantes pueden disminuir la protección que ofrecen las vacunas de la COVID-19.
Además, los científicos brasileños denuncian que la promoción de la desinformación por parte de la gestión de Bolsonaro ha empeorado las cosas. Algunos, entre ellos Orellana, están dejando cada vez más a un lado sus investigaciones para hacer apariciones televisivas en las que promueven prácticas como el distanciamiento social.
La política de Brasil ha dejado a los científicos sintiéndose «indefensos», dice Nogueira. «Tenemos las herramientas o al menos la capacidad para ayudar al país. Pero los líderes nos ignoran y no nos apoyan».
Lento plan de vacunación
Los esfuerzos para contrarrestar el aumento de casos, no han sido ayudados por el lento lanzamiento de vacunas, dice Ricardo Gazzinelli, presidente de la Sociedad Brasileña de Inmunología. Bolsonaro cuestionó la «prisa» por adquirir vacunas anti COVID-19 el año pasado porque pensó que la pandemia estaba llegando a su fin.
Hasta ahora, solo uno de cada diez brasileños ha recibido la vacuna COVID-19. Si el lanzamiento de la vacuna no se amplía y las personas continúan ignorando la guía de la máscara, las muertes se elevarán. En Brasil podrían superar el medio millón a mediados de junio, según modelos desarrollados por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington en Seattle.
“Todo lo que podemos hacer es prepararnos para el impacto”, dice Nogueira.
Lee también: