Fundación MAPFRE mantiene hasta el 5 de mayo en su sede madrileña la exposición retrospectiva del fotógrafo sueco Christer Strömholm (Estocolmo, 1918-2002), uno de los artistas más emblemáticos de la fotografía europea de posguerra, cuyo mayor reconocimiento le llegó de forma algo tardía, cuando le fue otorgado en 1997 el Premio Hasselblad.
El trabajo del fotógrafo Strömholm, de carácter intuitivo, expresa un mundo de imágenes propio en el que vuelca todos sus sentidos y su experiencia y con el que desafía todo tipo de prejuicios y estereotipos. Strömholm encuentra mensajes valiosos en todo, incluso en los objetos más humildes, a los que otorga un significado, un recuerdo a través de sus fotografías, que no son sino una extensión de su propia vida.
A los 16 años, Christer Strömholm vivió un suceso traumático que marcaría su vida y su trayectoria artística: el suicidio de su padre. Este suceso, unido a su participación en la guerra civil española y en la Segunda Guerra Mundial, dejó una fuerte huella en su vida y en su obra, que estará siempre imbuida de humanismo y compromiso social, lo que combina con un cierto carácter documental.
Como él mismo señaló al referirse a la guerra en su libro Poste restante [Lista de correos]:
“Después de un periodo tan infernal, tiendes a aislarte mucho, a no soltar prenda. Ni siquiera delante de tu círculo más cercano, de la gente con la que te relacionas íntimamente, son muchas las confidencias que salen de tus labios. Te conviertes en un charlatán, alguien que cuenta anécdotas entretenidas, que anima las veladas, pero nunca revelas realmente nada”. Desde muy joven, Strömholm había viajado por todo el mundo. Tras la guerra, en 1947, volvió a París, donde se dio cuenta de que la imagen fotográfica le permitía expresarse de una forma acorde a sus deseos, momento a partir del cual ya no dejaría de hacer imágenes; según sus propias palabras: “Yo no hago fotografías, hago imágenes. Eso es lo que he hecho toda mi vida”.
La muestra que presenta Fundación MAPFRE cuenta con más de 150 imágenes y distinta documentación de archivo, entre la que se encuentra la película Blunda och se [Cierra los ojos y ve], realizada por Joakim Strömholm en 1996. El recorrido expositivo profundiza en la vida y el trabajo de Christer Strömholm: desde su participación en el grupo alemán Fotoform, a principios de los años cincuenta, pasando por sus múltiples viajes por el mundo, su fotografía urbana y sus retratos de artistas.
El catálogo que acompaña a la exposición incluye reproducciones de todas las fotografías expuestas. Cuenta con un ensayo de su comisaria, Estelle af Malmborg, y con otro del crítico y comisario Christian Caujolle. Asimismo, se reproduce una conversación entre Estelle af Malmborg y el fotógrafo sueco Anders Petersen en torno a la trayectoria de Strömholm.
A partir de 1950, y tras conocer a Otto Steinert, fundador del colectivo fotográfico Fotoform, Strömholm comenzó a participar en las exposiciones colectivas del grupo tanto en Europa como en Estados Unidos. Los miembros de Fotoform se centraban en la experimentación formal y en las posibilidades expresivas del lenguaje fotográfico: crearon un método que bautizaron como fotografía subjetiva. Strömholm aprendió con ellos procedimientos como la doble exposición, así como la experimentación con las imágenes. Su paso por el grupo le ayudó a establecer cuáles eran sus objetivos en el arte fotográfico, sin embargo, tras unos años, el artista abandonó el colectivo, pues consideraba que la experimentación formal no podía ser un fin en sí mismo.
La vida errante de Strömholm y sus viajes por España, Japón, Francia, Alemania, Estados Unidos y la India desde finales de la década de los años cuarenta hasta 1967 quedaron reflejados en el libro Poste restante, editado en 1967. Las imágenes en torno a la muerte, sobre las que el artista había trabajado desde 1950, ocuparon un lugar central en la publicación y se convirtieron en un modo para procesar sus recuerdos de infancia, en concreto la separación de sus progenitores, el suicidio de su padre y las experiencias bélicas.
Estas poéticas imágenes, que se presentan como una oposición de contrarios, muestran la visión de la vida del artista y encierran mensajes personales con un resultado a menudo sobrecogedor. Poste restante es considerada hoy una de las publicaciones clave sobre la fotografía de posguerra y se erige como una reflexión acerca de la condición humana.
LA PLACE BLANCHE
A finales de los años cincuenta, Strömholm entabló amistad en París con las transexuales de los alrededores de la Place Blanche, cerca de Pigalle. La mayor parte trabajaban en cabarés y se veían obligadas a prostituirse dada la imposibilidad de encontrar alternativas laborales, entre otras cosas, porque su nombre masculino en el carné de identidad no coincidía con su físico. Muchas ahorraban para poder pagarse tratamientos hormonales, así como para someterse a costosas operaciones de reasignación de sexo.
Strömholm se instaló en un hotel donde se alojaban varias de ellas y se lanzó a representar su vida, casi siempre nocturna, en un entorno a menudo hostil y despectivo. Todo el mundo sabía a qué se dedicaba, no hacía nunca fotos a escondidas, y utilizaba la luz existente, preferiblemente las luces de neón. Las amigas de la Place Blanche, que dieron título al libro que publicaría en 1983, reivindicaban el derecho a ser ellas mismas; sus retratos hablan de la libertad y del poder de determinar la propia identidad.
EL PARÍS DE LOS ARTISTAS
En 1937 Christer Strömholm visitó por primera vez París, donde pudo asistir a la Exposición Universal, que albergaba el pabellón republicano español en el que se exhibía el Guernica de Pablo Picasso. Tras esta estancia, el artista reafirmó su vocación artística y París se convirtió en uno de sus destinos preferidos. Regresó en 1947 y se codeó con algunos de los más destacados artistas de la época.
Su principal fuente de inspiración fue la obra de Brassaï, con quien compartía el interés por los fragmentos de texto, los escritos en las fachadas a modo de grafiti, pero también en las señales, los carteles y las vallas publicitarias. Sus imágenes de la ciudad se alejan de la visión anecdótica o nostálgica que caracterizaba gran parte de la fotografía callejera de la época. Son, por el contrario, directas y poéticas, lo que corresponde a un deseo de ver y representar sin ser demasiado explícito.
En 1949, el fotógrafo comenzó una serie de retratos de artistas para periódicos brasileños y suecos. Estos fueron los primeros de los escasos encargos comerciales que hizo a lo largo de su vida. Descubrió que tenía talento para adentrarse en la personalidad de los retratados: conseguía que individuos como Le Corbusier, André Breton, Antoni Tàpies o Antonio Saura, por citar solo algunos, bajaran la guardia, en parte porque estaba familiarizado con su obra.
ESPAÑA
Strömholm llegó a España en 1938, en plena guerra civil, cuando contaba 20 años, lo que supuso el despertar de su conciencia política, pues actuó ocasionalmente como correo de los republicanos. A finales de los años cincuenta regresó de nuevo a España, esta vez como guía turístico de viajes que partían en autobús desde Suecia.
Visitó entonces lugares como Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Valencia. Este trabajo le proporcionó la ocasión de fotografiar ambientes urbanos, prostitutas, guardias civiles, marines norteamericanos, curas y niños. Junto con el poeta y escritor Lasse Söderberg estuvo de nuevo en España en 1962 y 1963. Muchos años después, en 2013, se publicó el libro Resa i svartvitt [Viaje en blanco y negro], en el que relata cómo experimentaron la realidad social del país bajo el régimen franquista.
Las fotografías del viaje ofrecen una imagen de pobreza, capturan la atmósfera de zonas donde el progreso parece detenido. Algunos de los retratos más legendarios de niños proceden de estos recorridos por el país. En ellos, los niños hacen gala de una fuerte integridad y, a pesar del entorno a menudo humilde, no se presentan en absoluto como víctimas.
RECONOCIMIENTO TARDÍO
En 1958 Strömholm compró una casa destartalada en un remoto pueblo de la Provenza francesa, Fox-Amphoux, en el que vivían muy pocas personas, sin tendido eléctrico ni alcantarillado, bar o panadería. En esta casa, donde el artista podía dar rienda suelta a su creatividad, comenzó a coleccionar todo tipo de objetos rotos, desechados, que representaban para él una suerte de recuerdos, pues veía en ellos símbolos que reflejaban su propia vida e infancia y que le proporcionaban un material muy valioso para su trabajo.
Su vida errante hizo que Strömholm no estuviera muy presente durante la infancia de sus dos hijos, si bien luego tuvo una relación más cercana cuando eran adolescentes. Con la edad, el artista se dio cuenta de la falta que le hacía estar en contacto con niños y comenzó a fotografiarlos incansablemente a lo largo y ancho del planeta. Cuanto más mayor era, más anhelaba estar junto a ellos; al fotografiarlos, compensaba esta añoranza cada vez más patente. Además, Strömholm siempre se identificó con los más pequeños; tal y como él mismo señaló, sus imágenes son autorretratos, representaciones de sí mismo a distintas edades.
El artista fue uno de los primeros participantes en el debate acerca de la enseñanza de la fotografía en Suecia y dirigió durante diez años, entre 1962 y 1972, la escuela de fotografía de Estocolmo, Fotoskolan, en la que se formaron algunos de los fotógrafos más importantes de Escandinavia.
En 1986 se presentó la exposición 9 sekunder av mitt liv [Nueve segundos de mi vida] en el Moderna Museet de Estocolmo, que supuso la consagración definitiva de Strömholm para el público sueco. En aquel momento, tenía 68 años.
El hecho de que este reconocimiento se produjera tan tardíamente se debió en gran medida a que la fotografía documental subjetiva y de corte existencial que él defendía no fue apreciada en las décadas precedentes. En 1993 fue nombrado catedrático de Fotografía y, en 1997, a los 79 años, recibió el Premio Hasselblad. Tras una larga enfermedad, murió el 11 de enero de 2002 en su ciudad natal.