La vida del escritor y activista prodemocrático Yang Hengjun tuvo un giro drástico a principios de 2019. Aunque tiene nacionalidad australiana y estaba residenciado en Nueva York, fue detenido en la ciudad china de Cantón. Hacía una escala camino a Australia, en compañía de su hija. Lo acusan de espionaje y su salud es delicada. Sufre de un quiste en un riñón de diez centímetros que le inflige graves dolores.
El juicio se lo siguen a puertas cerradas. No ha finalizado después de cuatro años y medio de interrogatorios, declaraciones de testigos e interminables tramitaciones policiales. El proceso está lleno de misterios e incertidumbres. Lo imputan «de ser sospechoso de actividades criminales que ponen en peligro la seguridad nacional de la República Popular China».
Yang nació en Hubei, China central, en 1965, en una familia que había sufrió las consecuencias de la Revolución Cultural incitada por Mao. Sus abuelos habían tenido una posición significativa, su padre era maestro de escuela y su madre, enfermera.
Economista y funcionario de relaciones exteriores
Su inteligencia y trabajos brillantes en el ámbito académico permitieron a Yang graduarse de economista en la Universidad de Fudan. En 1987, fue incorporado como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores en Pekín.
Desde 1992 hasta 1997, trabajó en una empresa de viajes en Hong Kong como gerente de un departamento. En 1999 se mudó a Australia, completó un doctorado en Filosofía en la Universidad Tecnológica de Sydney y en 2002 se nacionalizó australiano. Se casó con Yuan Xiaoliang.
Yang Hengjun es su seudónimo literario, su nombre legal es Yang Jun. Su primera novela de espionaje, Debilidad fatal (Fatal Weakness), la firmó como Hengjun y lo ha mantenido. Durante años bromeó diciendo que lo habían contactado una cuantas veces para reclutarlo como un agente de la inteligencia extranjera.
El protagonista de la novela es Yang Wen Feng. Un universitario que desde el Ministerio de Seguridad del Estado de China narra intrincadas tramas de espionaje que involucran a China y Estados Unidos. El personaje de la ficción debe enfrentar acusaciones infundadas de crímenes contra el Estado, mientras desentrañan complejas conspiraciones orquestadas por la CIA para infiltrarse en las operaciones de inteligencia chinas.
Una serie de espionaje al estilo ‘Jason Bourne’
Yang Hengjun pensaba escribir una suerte de serie como la de Jason Bourne. Fue lo que desarrolló con Fatal Weapon y Fatal Assassination, donde la ficción se entrelaza con enigmáticas operaciones del Ministerio de Seguridad del Estado de China.
En su blog, Yang Hengjun dijo que su intención era “desmitificar el mundo de los espías, sin tocar las sensibilidades políticas de China, Estados Unidos y Taiwán». Quería sentar un precedente en el mundo literario chino, que no tiene el espionaje entre su temática, y para informar a los lectores sobre el trabajo de las agencias de inteligencia y de los agentes de inteligencia”.
Pero no fue con la trilogía de espionaje que su nombre se hizo popular, sino con una actividad más abierta y arriesgada: la publicación de textos en un blog que si tocaban sensibilidades en el poder. Yang Hengjun llamaba a la democratización de China y se adentraba en el complejo escenario político, las contradicciones y dificultades del régimen, las fallas ideológicas, la corrupción, el liderazgo de Xi Jinping y el destino de las minorías étnicas en el Tíbet. Temas particularmente sensibles para el Partido Comunista de China.
Blogger crítico y pro democrático
Días antes de ser apresado, publicó un texto en el que afirmaba reprimir los pensamientos y las palabras, como ocurría en China, atentaba contra el avance tecnológico y la libertad.
En marzo pasado Yang pudo enviar una carta a los medios de comunicación de Australia en la que manifestó que las acusaciones que le hacen son una venganza contra su escritura. «Enfrentaré la tortura y el sufrimiento, no me doblegaré», añadió.
Sus allegados divulgaron esta semana que Yang teme morir en prisión, que le diagnosticaron un enorme quiste en un riñón y le han negado tratamiento médico. “Si ocurre algo con mi salud y muero aquí, la gente fuera no sabrá la verdad. Es frustrante. Si me ocurre algo, ¿quién puede hablar en mi nombre?”, dijo en un breve mensaje que publicó por la cadena pública ABC en Australia.