De llegar a manejarse de forma correcta, la gestión de los desechos sólidos puede convertirse en una fuente generadora de empleo a gran escala. Incluso en actividades de investigación y desarrollo cuyos propósitos se orienten a la generación de energía verde. China lidera la rebelión y ya no quiere la basura que le llega de otras partes del mundo. Asia ha dejado de ser el vertedero global.
El negocio de la venta de basura ha sido un ganar-ganar entre las naciones de occidente, que la venden, y de Asia, que la compra y procesa. Un comercio en el que muchas empresas intermediarias obtienen ganancias mil millonarias. Se estima que entre 1988 y 2016 China y Hong Kong importaron trastos de plástico valorados en alrededor de 81.000 millones de dólares.
El gigante asiático anunció en 2012 que prohibiría la importación de desechos sólidos que antes utilizaba para generar energía o resina sintética, entre otras actividades. El hecho generó una avalancha incontrolada de plástico hacia el sudeste asiático. Desde entonces, Malasia, Tailandia y Filipinas se erigen como las naciones mayormente importadoras de basura del mundo.
Y es que, tradicionalmente, China ha sido uno de los líderes en el ramo del negocio internacional de la basura. Según cifras de Naciones Unidas difundidas en el año 2017, las empresas procesadoras de basura de China y Hong Kong importaron alrededor de 7,3 millones de toneladas métricas de desechos plásticos procedentes de distintas naciones europeas, Estados Unidos y Japón. El monto total equivale aproximadamente al 70% de todos los residuos plásticos que se desecharon en el planeta durante el transcurso del año 2016.
Los testimonios de algunos especialistas publicados en medios de comunicación aseguran que las empresas dedicadas a estas actividades son insostenibles desde el punto de vista medioambiental, social y laboral. Así como en lo que atañe a las condiciones y prácticas universales sobre seguridad e higiene industrial. Esta actividad incontrolada supone además una grave amenaza para la conservación de los ecosistemas y la preservación del medio ambiente.
Basura extranjera
Las emisiones que enrarecían la calidad del aire dada la intensa combustión industrial destinada a generar energía y resinas sintéticas hicieron que China prohibiera el 1 de enero de 2018 la importación de los residuos denominados yang laji o “basura extranjera”.
En esa fecha el país con la segunda economía del mundo notificó que se abstendría de importar 24 tipos de residuos, entre plástico, papel y textiles. A menos que presentaran buenas condiciones para su posterior procesamiento y reciclado. Esta decisión ha obligado a las empresas del ramo a mudar sus operaciones al sudeste del continente asiático, donde las regulaciones han sido más endebles.
No obstante hay gobiernos como el de Malasia que han desafiado las intenciones de la industria del procesamiento de la basura decretando el cierre de decenas de instalaciones dedicadas a la actividad. En consecuencia se han reducido las operaciones a los mínimos históricos. Donde antes se procesaban 110.000 toneladas mensuales de plástico, la cifra ha descendido hoy a 60.000 toneladas.
Una investigación oficial dada a conocer en mayo de este año reveló, sin embargo, que la basura procedente de las naciones occidentales ingresaba ilegalmente al territorio. Esto llevó a la ministra de Medio Ambiente de Malasia, Yeo Bee Yin, a sentar su posición públicamente. Sentenció: “ya basta”, para luego agregar: «Malasia no será el vertedero del mundo. Devolveremos la basura”.
Japón y EEUU, los más afectados
Los anuncios de China han generado nerviosismo en los mercados del ramo, al punto de que la Organización Mundial de Comercio (OMC) y países exportadores solicitaron postergar las regulaciones y acordar un plazo de transición por un periodo de cinco años.
Estos temores pusieron en evidencia la magnitud de la dependencia del mundo y especialmente de las naciones occidentales. La alerta se disparó ante las decisiones de China en esta materia.
Por ejemplo, el líder político Michael Gove, quien fue precandidato de su partido para reemplazar a la primera ministra británica Theresa May, admitió públicamente que no se tenía un estimado sobre el impacto que tendrían las restricciones chinas en las empresas de Reino Unido. En 2016 le vendió cerca de 400.000 toneladas de desechos plásticos.
De acuerdo con cifras de Naciones Unidas, entre algunos de los países más afectados por la determinación de China está Japón, que en 2016 le vendió 842.104 toneladas de residuos plásticos. Lo secunda Estados Unidos, con 693.447 toneladas. Luego Tailandia con 431.779 toneladas, Alemania con 390.110 toneladas y España con un total de 318.926 toneladas.
Crecimiento exponencial
La cifra más actual sobre los volúmenes de residuos generados por los 28 países de la Unión Europea (UE) corresponde al año 2014 y todavía resulta reveladora. Según la misma, el total alcanzó 2.503 millones de toneladas, que incluyen desechos generados residencialmente y por distintas actividades económicas. Y la cifra ha ido en ascenso exponencial.
En el caso de España, se manejan datos según los cuales entre sus puertos y los chinos se movilizan desechos plásticos valorados en aproximadamente 35 millones de euros por año. Específicamente las estadísticas de control de aduanas calcularon que durante 2017 se transportaron unas 115.000 toneladas. No se toman en cuenta otras 47 que se exportaron a Hong Kong, Holanda y Alemania.
Conforme a los datos oficiales, en enero de 2018 en China se desembarcaron 2.947 toneladas de residuos plásticos, cuando en el mismo mes del año anterior habían sido 16.437 toneladas. Es decir, casi seis veces más. Significa que solamente durante el primer mes de dicho año España debió llevar hasta sus vertederos unas 14.000 toneladas de residuos plásticos adicionales que con antelación eran procesadas en plantas del gigante asiático.
Europa con el 20% de la basura del mundo
Otros cálculos sobre la producción de basura en Europa corresponden a una evaluación realizada igualmente en 2014 por la asociación empresarial Plastics Europe, con sede en Bruselas. Según sus cálculos, los países del viejo continente acumularon el 20% de todo el mundo. En el mismo año la presencia de esta industria en la región abarcaba 62.000 compañías que manejaban un volumen cercano a los 390.000 millones de dólares, de los cuales 33.000 millones de dólares iban a parar a las finanzas públicas.
Respecto a América Latina destaca México, por citar el ejemplo más significativo. Allí las afecciones son menores. El año pasado le vendió a China residuos equivalentes a 210.000 toneladas.
Soluciones y alternativas
El Buró Internacional de Reciclaje (BIR), radicado en Bruselas y que representa los intereses de los industriales e intermediarios globales, viene asegurando que se exploran nuevos mercados para estos materiales. Y potencialmente podrían incluir también a Vietnam, Camboya, India y Pakistán.
«Estos países ya están posicionados en el mercado internacional, pero ciertamente no tienen la misma capacidad que China». Así lo declaró Arnaud Brunet, director general del organismo, a la revista Recycling International.
Otras alternativas con probabilidades de éxito consistirían en la incineración de los desechos para generar energía. También podrían depositarse en vertederos, pero en este caso con los altos riegos que supone la generación de incendios difíciles de controlar. En el panorama luce razonable que las autoridades de las naciones de todo el mundo enfoquen esfuerzos políticos y legales que contribuyan a disminuir el uso del plástico.
Bolsas de plástico
La Unión Europea, por ejemplo, recién aprobó una estrategia que prevé reducir el uso de bolsas de plástico en supermercados y el exceso de embalaje. El organismo estima que con la medida regulatoria, para el año 2030 todos las bolsas serán biodegradables o reutilizables. Y se daría paso probablemente al establecimiento de un impuesto que grave su uso.
Adicionalmente, cada vez son más los proyectos y ciudades que optan por políticas de retorno de envases en lugar de depositarlos en contenedores.
Algunos ambientalistas convergen en señalar que las futuras medidas por las que se inclinen las autoridades de Pekín podrían convertirse en punto de inflexión en cuanto al uso y destino de la basura en todo el mundo.
Las empresas que operan con la basura deberán solucionar el dilema de sus compromisos con la sociedad y el medio ambiente. Y de esta forma mantener y si es que desean hacer crecer el negocio, el cual, con una correcta gestión, a todo el mundo interesa y beneficiaría.
Empleo a gran escala
Por una parte y por su magnitud, el manejo de los desechos sólidos puede convertirse en una fuente generadora de empleo a gran escala. Incluso en actividades de investigación y desarrollo cuyos propósitos se orienten a la generación de energía verde.
Un estudio de la asociación ecologista Amigos de la Tierra divulgado en 2014 por la Comisión Europea sostuvo que la gestión correcta de la industria de la basura no solo resultaría en las ganancias para las industrias de las naciones de la comunidad. También les generaría ahorros que en la fecha se calculaban en alrededor de 72 mil millones de euros, así como la creación de más de 400 mil puestos de trabajo con creciente impacto social.
Vistos de esta forma, los esfuerzos por contribuir con el reciclaje es asunto de economía y sostenibilidad, y una salida para liberarse de los residuos que la naturaleza por sí sola no puede degradar.
Esta visión requiere sembrar mayor conciencia entre ciudadanos, fabricantes y distribuidores sobre la creación de formas de consumo más racionales y responsables.
Más información en Cambio16.
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