La crisis en Afganistán mantiene al mundo expectante ante los acontecimientos que suceden internamente y la correlación de fuerzas políticas internacionales hacia el grupo extremista. China, en cambio, muestra solidaridad y apoyo a los talibanes, mientras en su propio territorio persigue a la población minoritaria de musulmanes uigures.
El régimen comunista de Xi Jinping proporcionará casi 31 millones de dólares a ese país, en alimentos, suministros para el invierno y medicinas. El Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, también anunció que donará 3 millones de dosis de vacunas en el primer lote, según la agencia de noticias estatal china Xinhua.
Esta semana los talibanes anunciaron la formación de un gobierno interino de línea dura para Afganistán. Ocupando los puestos más altos con veteranos del grupo islamista que supervisó la lucha de 20 años contra la coalición militar liderada por Estados Unidos.
Sin embargo, China se ha tomado licencias para opinar lo que debe y no deben hacer los talibanes. Wang Yi les pidió seguir una política religiosa moderada y a la vez, unirse a los grupos étnicos del país. Incluso instó a Estados Unidos a jugar un papel constructivo para ayudar a Afganistán a mantener la estabilidad, prevenir los disturbios y lograr la paz y la reconstrucción.
Este emplazamiento luce muy confortable y equilibrado. Pero basta echar un vistazo a la política interna china de hostigamiento que ha desplegado en contra de sus minorías internas. Por religión, cultura y etnias. Hechos que el régimen ha negado una y otra vez.
China da la mano a talibanes y la quita a musulmanes uigures
China se muestra activa y persuasiva en su apoyo público a los talibanes, pero persigue a sus minorías musulmanas uigures.
El canciller chino calificó a los talibanes como «una fuerza militar y política importante en Afganistán». Y consideró que desempeñarían «un papel fundamental en el proceso de paz, reconciliación y reconstrucción del país». En los contactos con los talibanes, la diplomacia china ha insistido en que adelanten una política religiosa moderada. Y trabajen con todas las partes para establecer un marco político abierto e inclusivo.
Poco caso le han hecho los talibanes quienes transpiran represión y la vuelta a sus viejas prácticas sociales de miedo, discriminación e involución. Este viernes, un grupo de mujeres salió a protestar en Kabul, capital de Afganistán, y fueron golpeadas con látigos y palos.
El grupo manifestó y voceó: “larga vida a las mujeres de Afganistán”. Sin embargo, su avance fue impedido por unos hombres armados.
“Pensábamos que ellos podrían tener un gobierno islámico y estable, pero han demostrado que no pueden cambiar”, dijo una mujer a CNN.
Esta es una de las tantas manifestaciones registradas en varias ciudades del país. Protagonizadas por activistas, pero también docenas de mujeres afganas, que piden el mantenimiento de sus derechos y su libertad. Varios reporteros fueron igualmente agredidos y detenidos.
La ONU salió al paso a estas agresiones. Exigió a los talibanes «que cesen de inmediato el uso de la fuerza y la detención arbitraria de quienes ejercen su derecho a la reunión pacífica. Y a los periodistas que cubren las protestas», dijo la portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Ravina Shamdasani.
La respuesta de los talibanes ha incluido el uso de munición real, porras y látigos, causando la muerte de al menos cuatro personas, dijo.
Política de puertas para fuera
Las minorías musulmanas uigures se mantienen perseguidas por el régimen de China, mientras el país asiático invita a los talibanes a adelantar un proceso de paz e inclusión.
El entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, en la víspera de concluir el mandato de Trump hizo fuertes señalamientos al régimen de Xi. “Declaro que el gobierno chino ha cometido genocidio y crímenes contra la humanidad. En su campaña de represión contra la etnia musulmana uigur. En la convulsa región de Xinjiang, en el oeste del país asiático”, dijo.
A esta ofensiva se han unido organismos de escala mundial en defensa de los derechos humanos. Amnistía Internacional presentó lo que calificó como el “paisaje infernal” en que viven los uigures y otras minorías étnicas de religión musulmana en China.
En un escalofriante informe, la ONG revela que los habitantes de la región autónoma de Xinjiang son objeto de humillaciones. Específicamente de torturas, persecuciones y encarcelamientos masivos. Señala que las autoridades chinas han creado uno de los sistemas de vigilancia más sofisticados del mundo. Atado a una vasta red de centros de “transformación” mediante “la educación” en Xinjiang.
Testimonios recogidos por la ONG, indican que los ciudadanos de estas minorías son detenidos y llevados a esos centros. Permanecen frecuentemente en una celda sentados o arrodillados sin moverse. En la misma postura, en total silencio, durante la mayor parte del día. Pasado este tiempo, se les somete a un adoctrinamiento forzado, para que renieguen del islam, renuncien a hablar en su idioma. En cambio, les inculcan el chino mandarín y la propaganda comunista.
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