Chillida Leku presenta una exposición de Joan Miró como artista invitado en 2022. Miró en Zabalaga pone de manifiesto las conexiones y celebra la amistad del artista catalán con Eduardo Chillida. La iniciativa continúa la línea de trabajo del museo con grandes fi guras coetáneas de Chillida que contribuyen a enriquecer y contextualizar su legado.
El 21 de mayo, Chillida Leku abrirá al público Miró en Zabalaga, una exposición concebida como homenaje a Joan Miró y a la amistad que le unió con Eduardo Chillida. La muestra se desplegará principalmente en el primer piso del caserío de Zabalaga, ya que es el edificio mismo punto de partida para la selección de obras, que abarcan el periodo entre 1946 y 1991. Compuesta por esculturas, dibujos y grabados que recorren las temáticas habituales del artista, la exposición contará con piezas destacadas como Oiseau solaire –Pájaro solar– (1946-1949) o Femme –Mujer– (1970).
Esta propuesta monográfica transcurrirá de manera paralela e independiente a la exposición permanente de Chillida, pero pondrá de manifiesto los múltiples puntos de conexión y convergencias entre ambos artistas. “Miró tiene un poder especial para hacer que sus curvas tiendan a ser convexas. Y como yo soy más bien cóncavo…” afirmaba Eduardo Chillida en 1984, respecto a este diálogo.
“El sentimiento de pertenencia a su tierra, la experiencia en París en su juventud, donde vivieron el influjo de las vanguardias artísticas cada uno en su tiempo, o la necesidad de retornar al origen, son algunas experiencias vitales comunes que marcaron tanto el sentido de la obra de Joan Miró como la de Eduardo Chillida”, explica Estela Solana, responsable de exposiciones en Chillida Leku.
A Luis Laplace se le encomendó la tarea de liderar en Chillida Leku una restauración respetuosa con la visión de lo que Eduardo Chillida quería para su museo. Las mejoras incluyeron iluminación, aislamiento, un café sostenible y mejor acceso para los visitantes. Se incorporaron además las aportaciones del paisajista Piet Oudolf, maestro del movimiento New Perennial
Miró en Zabalaga es posible gracias al patrocinio de la Fundación Iberdrola España, así como a la colaboración de la Fundació Joan Miró Barcelona y Colección BBVA, que han aportado el principal cuerpo de obra de la muestra. Además, la exposición cuenta con el apoyo de Centro Botín, Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca y otras colecciones privadas.
“Haber colaborado con algunas de las colecciones más destacadas de Miró nos ha permitido reunir un magnífico corpus de su obra”, recalca Mireia Massagué, directora de Chillida Leku.
“Reunirlo en el museo con obras de Eduardo Chillida generará un contexto excepcional para dar lugar a un diálogo enriquecedor entre ambos artistas, una oportunidad para acercarnos a ambos desde distintos puntos de vista”, explica Mireia Massagué.
Con Miró en Zabalaga se cierra un diálogo artístico, dado que la obra de Eduardo Chillida ya fue objeto de dos exposiciones individuales en la Fundació Miró en 1986 y 2003. Esta última fue la primera retrospectiva realizada tras la muerte del escultor vasco un año antes.
La propuesta se complementará con un amplio programa de talleres y actividades paralelas, entre las que destaca el concierto Música para Miró: Alain Planès toca a Joan. El pianista francés, Caballero de la Legión de Honor y amigo cercano al artista, ofrecerá un recital en el caserío Zabalaga el 11 de junio, dedicando a Miró un repertorio de las piezas musicales que inspiraron su creación artística.
Esta muestra continúa la línea expositiva que inició Chillida Leku en 2021, con Tàpies en Zabalaga. La iniciativa, consistente en invitar a grandes figuras del arte contemporáneo coetáneas de Eduardo Chillida, pretende también ampliar y enriquecer la visión sobre la obra del artista donostiarra.
El interés inicial de Chillida por la arquitectura tendría un efecto prolongado en su desarrollo como artista, su comprensión de las relaciones espaciales y, en particular, su deseo de hacer visible el espacio teniendo en cuenta las formas que lo rodean.
UN MUSEO DE AUTOR
Fundado en vida por Eduardo Chillida, Chillida Leku es el lugar donde se encuentra el corpus de obra más amplio y representativo del artista. Está ubicado a las afueras de Hernani, muy cerca de San Sebastián (Gipuzkoa), y se compone de un paraje de esculturas al aire libre y un espacio de exposiciones en el interior del caserío de Zabalaga, una construcción tradicional vasca construida en el siglo XVI.
La casa y sus terrenos adyacentes fueron adquiridos en los años 80 a su antiguo propietario, Santiago Churruca, por Eduardo Chillida y su esposa Pilar Belzunce, quienes los restauraron y acondicionaron personalmente durante más de quince años. Aquel primer proyecto de rehabilitación fue llevado a cabo en estrecha colaboración con el arquitecto vasco Joaquín Montero, quien les ayudó a materializar una visión sumamente personal del espacio expositivo. El escultor buscaba un hogar para sus obras —un “lugar” (en euskera, leku)— donde las generaciones futuras pudieran conocer y experimentar su arte en un emplazamiento inigualable.
Una vez concluidas las obras que devolvieron la vida al caserío, el museo abrió al público el 16 de septiembre de 2000. Desde aquella fecha, Chillida Leku no ha cesado en su actividad de difusión y conservación de la obra del escultor vasco y, a pesar de que en 2011 se cerró al flujo continuado de visitantes, mantuvo la posibilidad de que cualquier persona pudiera visitar el museo bajo cita previa.
En 2019, el museo volvió a abrirse al público en plenitud, tras una remodelación dirigida por el arquitecto argentino Luis Laplace, conocido por sus trabajos de interiorismo y restauración respetuosa y sostenible, desarrollados en intenso vínculo con el arte. Laplace trabajó, además, en estrecha colaboración con el arquitecto Jon Essery Chillida, nieto del escultor.
La obra de Eduardo Chillida ha sido objeto de numerosas exposiciones y retrospectivas internacionales, como las del Museo de Bellas Artes de Houston (1966); el Carnegie Institute, de Pittsburgh (1979); la National Gallery of Art de Washington (1979); el Museo Guggenheim de Nueva York (1980); el Palacio de Miramar, en Donostia-San Sebastián (1992); el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (1999) y el Martin-Gropius-Bau de Berlín (1991)
Para no enturbiar la naturaleza única del museo, Chillida Leku apenas cuenta con señalética o paneles explicativos. En su lugar, veinte de las esculturas ubicadas en los jardines, así como diez obras expuestas en el interior del caserío, van acompañadas de código QR que, al ser escaneado, permite a las personas que visitan el museo acceder a información sobre las piezas.
A lo largo de su carrera, Chillida creó obras como tributo a varias figuras que respetaba y admiraba. Sus homenajes se clasifican en tres grupos: dedicó piezas a artistas, como Constantin Brâncusi, Alexander Calder y Joan Miró; a músicos, como Johann Sebastian Bach y Antonio Vivaldi; y a filósofos y poetas, como Martin Heidegger, Emil Cioran y Pablo Neruda. En 1968, el escultor conoció al filósofo alemán Martin Heidegger y, un año después, colaboró con él en una versión ilustrada de su texto, Die Kunst Und Der Raum. Ambos concebían el espacio como un medio material de contacto relacional y entendían la escultura como una manera de expresar el lugar de cada ser humano en el mundo.
Precisamente la consideración de “lugar” fue fundamental en en la obra pública monumental de Chillida. Un emblemático encargo para el artista fue su Peine del viento XV, instalado en 1977 en San Sebastián, su lugar de nacimiento. La obra se eleva sobre las olas en el extremo occidental de la bahía de La Concha y consiste en tres grandes piezas de acero, de once toneladas cada una, incrustadas en las rocas. Chillida concibió este trabajo en relación al horizonte y al mar, dos elementos que retomó frecuentemente a lo largo de su trayectoria.
Entre sus múltiples encargos públicos cabe destacar otros proyectos innovadores, como su colaboración con el arquitecto Luis Peña Ganchegui para crear la Plaza de los Fueros de Vitoria-Gasteiz, así como su monumento de 1988 en Guernica. En 1987 la ciudad de Barcelona encargó Elogio del agua para el Parque de la Creueta del Coll. Allí, Chillida suspendió una escultura sobre un estanque de agua, desafiando la gravedad