Las calles de Chile ardieron. Otra vez las protestas tomaron las calles en contra del gobierno de Sebastián Piñera y otra vez grupos de choque y alborotadores de oficio, destructores incendiaron dos iglesias de gran valor histórico y religioso en el centro de Santiago de Chile. La cúpula de la Iglesia de la Asunción, una de las más antiguas de la ciudad, cayó en llamas con el colapso de la estructura
Nada extraño. Miles de personas, mayoritariamente jóvenes se congregaron para conmemorar la ola de protestas que de 2019, en la cual destruyeron estaciones del metro, mobiliario público, comercios y oficinas gubernamentales. Algo que no ocurrió nunca en esas dimensiones contra la sangrienta dictadura militar del general Augusto Pinochet, entre 1973 y 1990.
La primera en arder fue la iglesia de San Francisco de Borjas. Un espacio que suele usar el cuerpo policial de Carabineros para realizar sus ceremonias y actos institucionales. Posteriormente quemaron la Iglesia de la Asunción, con más de un siglo y medio de antigüedad.
Los dos santuarios se encuentran en los alrededores de la Plaza Italia. El epicentro del conocido lo que los grupos radicales de izquierda han denominado «estallido social» y que fue el foco de una de las protestas más agresivas y destructivas en lo que va de 2020.
La respuesta del Gobierno de Chile
«Quemar iglesias es una expresión de brutalidad», declaró el ministro de Interior, Víctor Pérez. Insistió que el rechazo de la violencia y de la destrucción de los bienes públicos debe ser firme y claro en todos los sectores de la ciudadanía. «Todos resultamos perjudicados», agregó
Las imágenes de la cúpula de la Iglesia San Francisco de Borja en llamas y desplomándose invadieron todas las redes sociales. Los alborotadores celebraron con aplausos y vítores un incendio que repetía las salvajadas del siglo XX, de utopías redentoras que devinieron en dictaduras genocidas y creadoras de pobreza.
Entre tanto, el Gobierno chileno indignado reiteró su voluntad de que las diferencias de los chilenos se ventilen a través de mecanismos democráticos, como el plebiscito constitucional del 25 de octubre.
La Iglesia llama a no dejarse intimidar por los violentos
El obispo Santiago Silvia, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, cuestionó la quema de iglesias. Alentó a los ciudadanos que buscan verdadera justicia a no dejarse intimidar por la violencia y acudan al voto libre para manifestar su sentir, «es como las personas se expresan en las democracias.
El presidente Piñera se mantuvo en su residencia durante las protestas y en horas de la tarde se trasladó al Palacio de La Moneda, sede del Gobierno chileno. No hizo ninguna declaración. La población esperaba que se dirigiera al país y que condenara la violencia y la ola de destrucción puesta en marcha por los grupos radicales.
Protestas desbordadas
La violencia y la ola destructiva se aceleró al caer la tarde. La manifestación había iniciado como una concentración familiar y en la que con pancartas y banderas, «exigían mayor igualdad social».
En las cercanías de la Plaza Italia, donde se encuentran los templos incendiados, colocaron barricadas. En la periferia capitalina y en ciudades como Antofagasta también saquearon comercios y hubo enfrentamientos con las fuerzas del orden.
Los Carabineros, mantuvo su estrategia de repliegue. Sin embargo,18 agentes resultaron heridos en distintos puntos de la ciudad.
Un plebiscito para decidir si cambian la Constitución
Las concentraciones y disturbios ocurren una semana antes de que los chilenos decidan si quieren cambiar o no la Constitución. Más de 14,4 millones de ellos lo decidirán en un histórico plebiscito que recuerda la consulta que hizo Hugo Chávez en Venezuela en 1999 y que fue el comienzo de más de 20 años de despotismo, hambre, destrucción y muerte. La consulta decidirá si se reemplaza o no la Constitución en vigor. En 3 décadas de democracia chilena la Constitución ha tenido 31 reformas.
Sobre el plebiscito el presidente Sebastián Piñera ha expresado los chilenos tendrán la oportunidad de definir un camino para renovar, perfeccionar o modernizar la Constitución, también para mantenerla como hasta ahora. Insistió en que el respeto de los derechos fundamentales, pero también que condene la discriminación, la violencia y la ola destructiva.
En las protestas del domingo, incluida la quema de iglesias y los saqueos, se esgrimía como su demanda fundamental el cambio de Constitución. La socióloga Mónica Salinero declaró que la carta magna que ha regido la sociedad chilena durante tres décadas de paz social, progreso educativo y expansión económica «tiene una falla de origen», pero no aclaró que artículos o qué desarrollos jurídicos consideraba negativos. Hasta hace un par de años se considerada que Chile era el país más estable de Latinoamérica y con las mejores perspectivas económicas y de progreso social.
Una crisis en la superficie que demuele los cimientos de Chile
El saqueo y la quema de iglesias en Chile es una práctica recurrente desde los salvajes disturbios de 2019. No solo es contra las católicas, también contra las evangélicas, aunque sean absolutamente frugales, sin lujos y no tengan retablos ni altares de oro.
Filósofos y especialistas han cuestionado los comportamientos destructivos, el culto a la ceniza y a las ruinas. Sobre los hechos de 2019, Danilo Silva, miembro del Círculo de Estudios Ezequiel y Plataforma Cristianos Pro Valores, mantuvo que la quema de templos en medio de las protestas era un ataque a mansalva a la cultura cristiana occidental.
Un ataque que va movido por la percepción de la Iglesia como un miembro poderosos de la sociedad. Como un punto más que se repudia y con lo que hay que acabar para imponer lo que los terroristas y extremistas quieren. ¿La dictadura del proletariado?
Sobre el hecho más reciente algunos expertos también se expresaron. El filósofo y académico Erik del Búfalo, señaló la quema de iglesias en Chile como una muestra de la crisis que vive la humanidad actualmente, sobre todo en el ámbito espiritual.
La destrucción desbordada
Las protestas antigubernamentales en Chile comenzaron el 18 de octubre de 2019. Originalmente fueron provocadas por un aumento en la tarifa del metro en Santiago, pero pronto se expandió su destrucción y violencia. Su principal consigna se refiere a la desigualdad social, le siguen los altos costos de la atención médica y la escasa financiación de la educación. La destrucción desbordada conllevó la destrucción de varias estaciones el metro, saqueos generalizados e incendios de oficinas públicas e iglesias. El 25 de octubre de 2019, la Cámara de Comercio de Santiago calculaba en 1.400 millones de dólares las pérdidas. Pero esa cifra se quedó pequeña en los días siguientes.
Hubo también una treintena de muertos, miles de heridos. La imagen del cuerpo policial de Carabineros sumamente deteriorada. Aunque la mayoría de los muertos y heridos eran carabineros, la propaganda de la izquierda internacional los hacía ver como verdaderos verdugos. Ni el escuadrón de la muerte de la dictadura de Maduro en Venezuela , el FAES, ha recibido una quinta parte de las críticas que le adosaron. Hubo una enorme cantidad de videos en que los piquetes policiales, incluidas mujeres policías, eran rodeados y atacados con bombas incendiarias. Ahora, hay más de 4.600 causas abiertas contra ellos. Ninguna contra los incendiarios con capucha.
Una minoría violenta y encapuchada
El presidente Sebastián Piñera llamó a condenar a “una minoría de delincuentes” y encapuchada que incendió los templos, saqueó pequeños comercios y vandalizó inmuebles públicos y privados. El alcalde de la comuna de Santiago, Felipe Alessandri, donde se encuentran las iglesias, dijo que “sin ser experto en inteligencia, lo de ayer era predecible. Yo hubiese esperado que se contuvieran los destrozos con más presencia policial”.
Un informe policial dijo que hubo 107 “eventos violentos”, 580 detenidos en todo el territorio y 118 agentes policiales lesionados. No hay civiles lesionados ni heridos. Mientras decenas de miles de personas manifestaban por mayor igualdad social, los encapuchados atacaron la histórica iglesia de La Asunción, armaron una barricada y quemaron el templo entre vítores y aplausos de los presentes. La policía civil encontró restos de acelerante en el sitio.
El arzobispo de Santiago, Celestino Aos, dijo que los atentados afectan el alma. «Nos han herido y afectan el alma de los chilenos el alma de los católicos. Nosotros queremos un Chile donde reine la paz”. Políticos oficialistas y de oposición se sumaron al repudio por la quema de las iglesias.
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