Hace 35 años ocurrió el peor desastre nuclear en la historia: la explosión del reactor cuatro de la Central Nuclear de Chernóbil, situada a 120 kilómetros de Kiev, capital de Ucrania. Un acontecimiento que dejó muerte y contaminación, pero sobre todo mucho miedo. Aunque hayan pasado más de tres décadas la zona cercana al sitio de la explosión es inhabitable por la radiación. Para los expertos podrán pasar cientos de años y los humanos aún no podrán volver a habitar el lugar sin co peligro. Sin embargo, lo que más causa indignación es que en cualquier parte del mundo podrían venir más desastres atómicos de ese tipo, pues al parecer no se ha aprendido de los errores.
En los años cincuenta a varios países les comenzó a llamar la atención generar electricidad a partir de la energía atómica. Incluso llegaron a pensar que con la construcción de varias centrales nucleares civiles servirían para desarrollar combustible para los vehículos. Y aunque actualmente siguen activos más de 413 reactores nucleares en todo el mundo, que producen cerca del 10% de energía eléctrica mundial, para algunas organizaciones ambientales esto significaría más un riesgo que un beneficio para los seres humanos.
Un ejemplo de esto sería Greenpeace, organización que considera que los desechos reactivos que generan las centrales nucleares son una amenaza para la vida humana. Para la ONG el desastre de Chernóbil es un punto de partida que se debería tomar en cuenta para evitar futuros accidentes. Incluso, en España se está considerando el cierre de sus plantas en un futuro cercano.
Chernóbil: el peor desastre nuclear
A tempranas horas del 26 de abril de 1986 se produjo el mayor accidente de la historia en la planta nuclear de Chernobyl, en Ucrania. Durante una prueba para simular un corte de suministro eléctrico ocurrió una fuga radiactiva que explotó y llegó a la categoría 7, el máximo en la escala mundial que se usa para medir la magnitud de los accidentes nucleares.
La explosión también generó el envío de material radiactivo que formó una gran nube que se extendió por toda Europa. Arrojó a la atmósfera hasta 200 toneladas de material fisible con una radiactividad equivalente a entre 100 y 500 bombas atómicas. Tras el acontecimiento murieron de inmediato 31 personas y alrededor de 135.000 personas tuvieron que ser evacuadas poco después.
Después del accidente las instalaciones del reactor tuvieron un incendio que duró diez días, por lo que las autoridades soviéticas se dispusieron a lanzar sobre el reactor arena, plomo y otras sustancias. Con la ayuda de unos mineros que excavaron bajo el reactor se introdujo nitrógeno líquido y enfriar el combustible nuclear que se había esparcido hasta el subsuelo, pero muchos de ellos murieron como consecuencia de estos trabajos.
En total, la trajedia de Chernóbil se cobró más de 100.000 vidas en Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Pese a todo esto, la planta estuvo en funcionamiento hasta el año 2000 por la demanda de energía. Pero lo más lamentable del hecho fue que durante mucho tiempo a la mayoría de los ciudadanos soviéticos se les ocultó información acerca de la magnitud total del desastre, así como de los efectos duraderos y catastróficos que tendría en la vida de las personas y en el medioambiente.
Temor por otros accidentes nucleares
En los últimos años el mundo ha temido por otros accidentes nucleares similares al de Chernóbil. No solo por la cantidad de víctimas mortales que dejaría, sino por todos los daños que tardarían varias décadas en repararse. La catástrofe nuclear más reciente es la de Fukushima ocurrida en 2011, cuando un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter sacudió toda la región provocando que los tres reactores que estaban funcionando se apagaran automáticamente. El suministro eléctrico comenzó a fallar y poco minutos después, un enorme tsunami de 14 metros de altura provocado por el mismo terremoto alcanzó la central.
Poco a poco el agua salada afectó los motores diesel que habían comenzado a funcionar por la pérdida del suministro eléctrico. Al poco tiempo empezaron a fallar los sistemas y se perdió el control sobre la central y sus seis reactores. En ese momento se registraron varias explosiones de hidrógeno que provocaron la liberación de material radioactivo. Tras el accidente, no hubo víctimas mortales directas, aunque 1.605 personas fallecieron por el terremoto y tsunami. Además, tiempo después se confirmó una muerte por cáncer vinculada al accidente y la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que podría haber más en el futuro.
Cierre de plantas nucleares en todo el mundo
Como consecuencia de la catástrofe y otros traumas del pasado con las bombas nucleares en la Segunda Guerra Mundial, Japón decidió acabar con las centrales nucleares de forma drástica. En menos de dos años el país abandonó la producción de energía nuclear, que era responsable del 30% de la producción eléctrica del país.
Por su parte, Alemania cerró sus ocho reactores más antiguos, y planea hacer lo mismo con los nueve restantes para 2022. También el Reino Unido, donde casi un quinto de la electricidad proviene de los reactores, está trabajando para que la mitad de la capacidad actual se retire para 2025. En el futuro, se prevé que el 29% de la nueva capacidad nuclear a nivel mundial será para China e India, que dependen de esta energía para el 5% y el 2% de su electricidad, respectivamente.
Fukushima fue la prueba más reciente del peligro que representan los reactores. Además, no podemos dejar atrás los costos y las demoras de los nuevos proyectos de reactores en Estados Unidos y Europa, además de los riesgos ambientales ligados a la eliminación de desechos nucleares. Pero los defensores de la energía nuclear sostienen que los accidentes como Fukushima o Chernóbil son raros, y argumentan que los combustibles fósiles provocan más muertes, debido a los accidentes en las minas de carbón y la contaminación que generan.
La suerte está echada para las plantas nucleares en España
En España, las cinco centrales nucleares y los siete reactores que están en funcionamiento desde los años 80 tienen un ciclo de vida que se está agotando. Lo cierto es que las nucleares piden viabilidad económica, y es que, existiendo las renovables el proceso de cierre de las nucleares se está acelerando.
En 2020, la suma de las renovables ha producido el 43% de la electricidad, un porcentaje que, según los expertos, seguirá creciendo. Por su parte, el Gobierno espera que las renovables alcancen el 74% del mix energético en 2030 y el 100% en 2050, objetivos que implicarán una inversión de 90.000 millones de euros y crearán más de 100.000 empleos durante la próxima década.
Para reforzar el cierre de las plantas nucleares, hace unos días el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) informó que se detectó un fallo en el sistema de protección del reactor que obligó a parar a la central nuclear Ascó 1, ubicada en Tarragona. Según el CSN la causa fue el fallo de una tarjeta electrónica que provocó el cierre inmediato de las tres válvulas del control de agua de la alimentación principal. El cierre de estas válvulas originó una alta presión en la descarga de las turbobombas de agua de alimentación principal, lo que ha causado su parada y a su vez la de la turbina, y, al estar la potencia por encima del 34 %, también la del reactor.
En el momento del fallo la central nuclear estaba operando al 100%, en el llamado modo 1. Según el CSN, el suceso no ha tenido impacto en los trabajadores, el público ni en el medioambiente, por lo que el incidente se clasificó con nivel 0 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos (INES).
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