Por Ores Lario
Su genial mirada convierte un estilizado tacón en una aguja de tocadiscos, transforma las nubes en la copa de un árbol o hace que, por arte de magia, una cuchara proyecte la sombra de un tenedor. Crea metáforas visuales, construye juegos dialécticos e invoca los recursos de la fotografía tradicional para abrir la puerta a un mundo nuevo donde los objetos cotidianos incitan a reflexionar sobre la existencia. El prestidigitador de la imagen es Chema Madoz (Madrid, 1958), uno de los artistas más aclamados del momento, un poético creador que consigue alterar la realidad en cada imagen para mostrar un nuevo enfoque y transmitir la certeza de que casi nada es lo que parece.
Galería (pulsa sobre las imáganes para verlas a pantalla completa):
Hasta el 2 de agosto una selección de 120 de sus fotografías se exhibirán en la madrileña sala Alcalá 31, en la retrospectiva Las reglas del juego, comisariada por Borja Casai.
“El espectador podrá ver una selección de obras realizadas entre 2008 y 2014, donde se apreciará cómo ha ido transitando mi trabajo. Aunque jugando con las mismas claves, se han incorporado nuevas formas de acercarse a objetos. Éstos han cedido paso también a dibujos y representaciones de animales que enriquecen el discurso”, reflexiona el fotógrafo cuyo talento le valió reconocimientos como el Premio Nacional de Fotografía del año 2000. “Cuando el objeto cede paso a otras representaciones, son elementos que carecen de ese carácter de uso y aportan connotaciones diferentes, aunque la mirada esté muy cercana porque es la misma, la mía”, aclara con voz pausada el creador a quien le resulta “complicado elegir una instantánea sobre otras. Hoy me viene a la cabeza una obra con una telaraña hecha con un texto que abre nuevas posibilidades. Es una manera de acercarme a la caligrafía, a la literatura”.
Sus nuevas imágenes continúan en la línea de trabajo del artista que, con sus fotografías en blanco y negro, crea metáforas poéticas e inesperadas a partir de objetos cotidianos que invitan a la reflexión. “Mi lenguaje es muy reconocible para el espectador por los elementos tan comunes con los que juego. A la hora de construir una fotografía, apuesto por la sencillez y por el uso de muy pocos elementos. Generalmente giran en torno al humor y a la ironía”.
Todas las piezas están minuciosamente cimentadas, pero su resolución formal no es el objetivo final del artista. “Me parece interesante que las imágenes respiren cierta levedad y que no se cargue en el espectador el trabajo que hay detrás”, asegura Madoz. Un referente en España que en los años 80 decidió abandonar su trabajo en un banco para construir metáforas con los objetos y fotografiarlas después. ¿Se considera un poeta? “No, aunque las fotografías tienen cierta conexión con la idea de poesía”. ¿Y escultor? “Hay un poco de todo. Me interesa y el tratamiento puede estar cercano a la idea”.
Durante los últimos años, el madrileño ha seguido leal a su compañera, “una cámara Hasselblad de los años 50 con la que disparo habitualmente. Se adapta perfectamente con el trabajo que realizo”. Con ella obtiene un resultado de rigurosa factura, impecable, fiel al blanco y negro, que obtiene ayudado por la luz natural “aunque alguna ocasión he usado algún foco como contrapunto”, donde consigue que las sombras jueguen un papel importante, “un concepto sobre la otra parte más oscura. Formalmente ayudan a dibujar o a dar carácter al objeto y se obtienen imágenes como binomios, como elementos que se oponen”, revela.
Las raíces creativas de Madoz bucean en las vanguardias del primer tercio del siglo XX, en el dadaísmo y el surrealismo. “Bebo de muchas fuentes y todo lo que me interesa se va filtrando, pero yo no me ubico con ninguna corriente”, asegura este maestro cuyos trabajos forman parte de algunas de las colecciones más importantes del mundo como la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Fundación Telefónica y el Fine Arts Museum de Houston. También los coleccionistas privados suspiran por su obra. Éstos son un enigma para el autor. “A veces me planteo dónde acaban mis fotografías. Sabes que se venden y en ocasiones te enteras de quién es el comprador, pero no es lo habitual”.