Este sábado, el decimonoveno desde noviembre, los chalecos amarillos volvieron a las calles de París y otras ciudades francesas para reclamar mejoras en el poder adquisitivo, pero esta vez estuvieron contenidos por un férreo despliegue policial y militar para evitar nuevos disturbios como los que se vivieron la semana pasada en la capital.
Según las cifras del ministro del Interior, Christophe Castaner, salieron 45.000 manifestantes en toda Francia, más que los 32.000 que participaron la semana pasada. Sin embargo, en París, ciudad que fue el epicentro de los destrozos el sábado anterior, se redujo la cifra a la mitad, 5.000.
“El orden se ha mantenido”, aseguró Castaner tras las nuevas jornadas de protesta. La policía de París detuvo a 96 personas de manera preventiva y multó a otras 56 por desfilar en perímetro prohibido, según informaron las autoridades.
Este sábado, los manifestantes no podían desfilar por los Campos Elíseos debido a los saqueos y destrozos del fin de semana pasado. El Gobierno llamó a las unidades militares en el marco de la «Operación Centinela», la misma que se movilizó tras los atentados de 2015 para proteger algunos edificios claves.
Además de los Campos Elíseos, los chalecos amarillos no podían acercarse al palacio presidencial y a la Asamblea Nacional. En otras ciudades también se prohibieron puntos de concentración como la plaza del Capitolio en Toulouse o en la Pey-Berland de Burdeos.
Asimismo, según Castaner, se realizaron 8.545 controles preventivos que permitieron la incautación de «armas y de material de protección». Por otro lado, en todo el país, el número de detenciones superó las 230. De ellas, 172 personas fueron puestas bajo custodia policial.
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