Las dos guerras mundiales, la persecución nacionalsocialista al pueblo judío y el exilio son los acontecimientos que, sin duda, marcaron más al pintor Marc Chagall (1887-1985), y su obra se hace eco de la postura que adopta impulsado por un fuerte compromiso sociopolítico de cariz humanista. Chagall. Un grito de libertad presenta por primera vez la obra del gran artista ruso en el marco del complejo contexto histórico y biográfico que determinó su existencia. Esta nueva perspectiva muestra su pintura como un conmovedor testimonio de su tiempo y cuya convulsión sigue estando presente en el nuestro.
Marc Chagall atravesó algunos de los acontecimientos más traumáticos del siglo XX, entre ellos, las dos guerras mundiales, que le obligaron a experimentar el desarraigo y la migración, condición encarnada por las figuras que pueblan tantas de sus pinturas. Desde su infancia en Rusia, donde nació, pasando por Francia, Alemania, Palestina y Estados Unidos, hasta su vuelta a Francia después de un exilio de siete años, la exposición que presenta Fundación MAPFRE hace un recorrido cronológico y temático por su obra tomando en consideración la postura del artista ante las convulsiones del siglo que le tocó vivir. En un desafío a los preceptos de sus raíces judías hasídicas, que restringían la representación de imágenes tridimensionales para evita
PRIMERA GUERRA MUNDIAL
En mayo de 1911, gracias a una beca, Chagall se traslada a París. En la capital se relaciona con artistas como Fernand Léger, Amedeo Modigliani, Alexander Archipenko o Chaim Soutine, y experimenta con los preceptos del cubismo y del futurismo. También entabla amistad, entre otros, con los poetas Blaise Cendrars, Max Jacob, André Salmon y Guillaume Apollinaire.
La obra de Marc Chagall refleja los acontecimientos políticos y sociales que le tocó vivir; es su testimonio pictórico, que, unido a sus escritos, permite abarcar la actualidad y tener una visión de la compleja historia del siglo XX.
El estallido de la Primera Guerra Mundial le sorprende en Rusia, adonde había vuelto en 1914 movido por la esperanza de encontrarse con Bella, con la que contrae matrimonio al año siguiente; finalmente, permanece en Rusia hasta el final del conflicto. Entre las obras que realiza durante este período destaca la serie de dibujos a tinta china que plasman la dramática realidad de la guerra: la marcha de combatientes y a los soldados heridos.
En pinturas como El vendedor de periódicos o La gaceta de Smolensk, el artista profundiza en la representación de las vivencias cotidianas de los habitantes de su ciudad natal durante la contienda, alejándose del tono más lírico de sus características composiciones.
RUSIA, ESE PAÍS QUE ES EL MÍO
En un poema de los años cuarenta, Chagall escribió: “Solo es mío / El país que está dentro de mi alma / Entro en él sin pasaporte / Como en mi casa”. Ese ‘país’ era su ciudad natal, Vítebsk (en la actual Bielorrusia), que el artista tendrá siempre presente a lo largo de su trayectoria. En sus pinturas incorpora figuras familiares y personajes de la vida popular y campesina de su juventud, imágenes de su shtetl (comunidad judía), con los campanarios y las cúpulas de las iglesias, las colinas e isbas nevadas y las orillas del río, el Dviná, como se muestra en La casa gris.
En 1912, Chagall pintó por primera vez un calvario cuyo protagonista era un Jesús judío, y no cristiano, que llevaba un talit o paño de oración alrededor de las caderas en lugar del paño blanco y la corona de espinas.
En 1917, Chagall acoge con gran entusiasmo la revolución bolchevique. Un año más tarde, el Comisario del Pueblo para la Educación, Anatoli Lunacharski, le nombra Comisario de Bellas Artes de la región de Vítebsk. Tras realizar los decorados para la celebración del primer aniversario de la Revolución de Octubre, se vuelca en la fundación de una escuela popular de arte y un museo, entidades de las que será director. El enfoque es el de la enseñanza libre y el estudio de todas las corrientes artísticas del momento, y en este desempeño el arte hebreo descubrirá su modernidad.
En mayo de 1920, tras acaloradas discusiones, Kazimir Malévich sustituye en la dirección de la escuela a Chagall, que se marcha a las afueras de Moscú; allí traslada su labor docente a la colonia de huérfanos de los pogromos de Malájovka, en la que desarrollará su compromiso educativo y pedagógico a lo largo del año 1921.
LA MODERNIDAD YIDIS
En noviembre de 1920, Chagall fue invitado a colaborar con el Teatro Nacional Judío de Cámara de Moscú (GOSEKT) por su director, Alexis Granowsky. Recién trasladada a Moscú desde su sede anterior en Petrogrado, esta institución era el vehículo de un enfoque escénico revolucionario, en el que todas las obras se interpretaban íntegramente en yidis, lengua de los judíos originarios de la Europa central y oriental.
Para las paredes del teatro, Chagall realizó siete paneles sobre el tema de la proyección universal de las artes y la modernidad yidis: la Introducción, largo friso de más de siete metros, cuatro alegorías de las artes (La danza, Elteatro, La música y La literatura), El amor en escena y El banquete de bodas.
Estos paneles que decoraban el interior del teatro, de los que se presentan en la exposición varios estudios preparatorios, formaban una obra integral que llegó a conocerse como ‘la cajita de Chagall’. La interacción entre los decorados, los actores y el vestuario constituía un espectáculo de arte total. El artista pintó también un telón, que no se conserva, y su colaboración con el teatro se completa con la creación de bocetos para los decorados y el vestuario de las obras Mazeltov, Los agentes y La mentira, de Sholem Aleijem, interpretadas por Solomón Mijoels como actor principal.
LETRAS, PALABRAS E IMÁGENES
El escritor y dramaturgo judío Isaac Leib Peretz, considerado uno de los autores clásicos en lengua yidis, se convirtió, desde comienzos del siglo XX, en mentor de la renovación de esta lengua y su cultura. Tras la Revolución de octubre de 1917, este renacimiento cobró empuje; el yidis llevaba en sí el ardor de toda una generación de artistas judíos, así como sus esperanzas de asistir al nacimiento de un nuevo mundo.
A esta renovación contribuyó a partir de 1918 la Kultur Lige, una asociación nacida en Kiev que desempeñó un papel de primer orden en la difusión de la cultura yidis y alentó la ilustración de libros por parte de artistas de vanguardia, desde el interés por modernizar la cultura judía, siempre en una dicotomía entre tradición y modernidad.
A partir de 1920, Chagall participará como miembro de la sección de arte de la Lige y durante estos años colaborará en un gran número de publicaciones en yidis, como el libro de poemas Troyer [Luto], del escritor Dovid Hofstein, o las revistas literarias Shtrom Heftn [La Corriente] y Khaliastra [La Banda].
NO SON TIEMPOS PROFÉTICOS
Tras pasar una temporada en Berlín en el verano de 1922 junto con su esposa Bella y su hija Ida, Chagall y su familia se trasladan en otoño de 1923 a París, donde retoman el contacto con amigos artistas e intelectuales como Ambroise Vollard. El marchante le encarga al artista la ilustración de algunos libros, entre los que se cuentan Las almas muertas de Gógol y las Fábulas de La Fontaine, una de las obras clásicas de la literatura francesa.
Este encargo será el origen de una importante oleada de críticas basadas en el origen ruso de Chagall y que suponen un síntoma más del ascenso del antisemitismo en casi toda Europa. El 21 de septiembre de 1925, en una carta dirigida al crítico de arte Leo Koenig, el pintor escribe: “El tiempo no es profético, reina el mal”.
Durante estos años, antes y después de su viaje a Palestina en 1931, Chagall realiza una serie de retratos de rabinos y personajes portando la Torá que traslucen la incertidumbre ante el destino de un pueblo amenazado.
CHAGALL, LA PINTURA COMO ACTO MILITANTE
En 1933, tan solo unos meses después de que Hitler hubiera ascendido al poder, el partido nacionalsocialista quemó, en una ceremonia pública y tras llevarlo en procesión por la ciudad de Mannheim, la pintura de Chagall El rabino. Se hacía real la amenaza al pueblo judío que el artista llevaba años anunciando, tal y como se puede ver en otras obras de estos años entre las que se encuentran Soledad o El buey desollado.
A su llegada al poder, el partido nazi puso en marcha en Alemania una política cultural basada en la ‘purificación’ del país. Una de las manifestaciones de esta persecución que se hicieron más populares fue la exposición Entartete Kunst [Arte degenerado], inaugurada, en su primera edición en Múnich, el 19 de julio de 1937. Se presentaban 730 piezas de un centenar de artistas, muchos de ellos judíos, entre los que no faltaba Chagall, con la intención de mostrar de forma pedagógica la ‘putrefacción’ del arte moderno y la de sus autores, culpables de un atentado contra la germanidad y la cultura del pueblo alemán.
Si bien en un primer momento, y a pesar de la situación, el artista se resistió a abandonar Francia, las noticias llegadas desde Alemania lo llevaron a replantearse su decisión. Así, en 1941, gracias a la intervención del periodista Varian Fry y del Emergency Rescue Committee, Chagall zarpó de Marsella rumbo a Lisboa para sumarse después al grupo de artistas exiliados en Nueva York.
A LOS ARTISTAS MÁRTIRES
El 21 de junio de 1941, Marc y Bella Chagall se instalaron en el número 4 de la East 74th Street de Nueva York; daba comienzo un largo período de exilio. Durante este tiempo, la conciencia política de Chagall frente a las atrocidades cometidas contra el pueblo judío se manifiesta de modo más intenso si cabe, tanto por medio de su participación en diferentes asociaciones como a través de la representación de los horrores de la contienda en obras como La guerra. Uno de los motivos que más reiteró Chagall en sus obras de estos años, casi como si de una obsesión se tratara, fue el de la crucifixión.
Cristos crucificados sin otra indumentaria que el talit (paño blanco de oración) alrededor de las caderas, representados como el símbolo del sufrimiento del pueblo judío, en respuesta de la llamada “noche de los cristales rotos”, ocurrida en 1938.
En estas imágenes, trágicas y violentas, se condensa todo el miedo del artista exiliado, que asistirá desde el otro lado del Atlántico a la devastación de Europa. Obra clave de este momento es el tríptico Resistencia, Resurrección y Liberación —que Chagall realiza a partir de una obra anterior titulada Revolución—, en el que se fusiona el simbolismo político y el religioso.
HACIA LA LUZ DE LA LIBERTAD
A su vuelta a Europa en 1948 desde Estados Unidos, Chagall se instala en Francia, a orillas del Mediterráneo. Se embarca entonces en una serie de proyectos monumentales en torno al tema de la paz, como las vidrieras para la sinagoga del hospital Hadassah de Jerusalén (1962) o los tapices y mosaicos para la Knéset, el Parlamento israelí, en la misma ciudad (1967). Durante este período, el artista se erigió en el mensajero de una paz que es la esencia también de sus proyectos de vidrieras para la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1963-1964) y la capilla de los Cordeleros de Sarreburgo (1974-1976).
El pintor recurrió de nuevo a la Biblia para difundir mensajes de cariz más político, sin dejar de propugnar una espiritualidad y una paz universal. Este retorno se plasmó en los 17 cuadros del Mensaje bíblico (1956-1966), donados a Francia en 1966 para la creación del actual Musée National Marc Chagall de Niza, primer museo dedicado a un artista vivo.
El permanente diálogo que Chagall había iniciado en los años cincuenta entre técnicas diversas —como la escultura, la cerámica, la vidriera, el tapiz y el mosaico— le permitió explorar distintos materiales que le servirían para preparar su obra más monumental.
A caballo entre Rusia, Francia y Estados Unidos, los distintos lugares en los que vivió Marc Chagall no borraron sino que acrecentaron el amor y la nostalgia que sentía por su ciudad natal. A lo largo de su trayectoria, tanto Vítebsk como la comunidad judía allí asentada aparecerán bien como protagonistas, bien como fondo de sus composiciones.
Pero este diálogo también le ofreció la oportunidad de experimentar con otro tipo de técnicas, como el collage, al que no había vuelto desde los años diez. Dentro de este proceso de creación múltiple, el collage le sirvió para preparar obras de gran envergadura, como las ya citadas maquetas de las vidrieras para la sinagoga Hadassah (1960-1962), inspiradas en las doce tribus de Israel, y también los estudios de pinturas entre las que se encuentran.
El homenaje, Huida a Sils Maria / Maternidad / Sobre el gallo alado o los bocetos para La caída de Ícaro. En todas estas obras, el collage y sus texturas brindan a Chagall la posibilidad de crear una visión lúdica, de gran viveza y luminosidad, que transmite alegría y, más que nunca, la urgencia de vivir.
FICHA
Chagall, un grito de libertad
Fecha: Del 2 de febrero al 5 de mayo.
Lugar: Fundación MAPFRE (Paseo de Recoletos, 23. Madrid).
Comisarias: Meret Meyer y Ambre Gauthier.
Coorganizada por Fundación MAPFRE, La Piscine – Musée d’Art et d’Industrie André Diligent, Roubaix, y el Musée National Marc Chagall, Niza.