En apenas cuatro minutos, mediante un test rápido y barato que solo requiere saliva, un chip y un teléfono móvil, una persona puede saber si está infectada del coronavirus SARS-CoV-2. El científico César de la Fuente, que ha desarrollado este sistema, cree que la sanidad española trata la enfermedad, pero no la salud. La prevención es la mejor manera de salvar vidas y proteger la economía
El biotecnólogo Cesar de la Fuente (A Coruña, 1986) piensa que a la naturaleza le ha fallado la inspiración y que, lamentablemente, se producirán más pandemias. De la Fuente se fue en 2009 a completar sus estudios a Vancouver (Canadá), después realizo el postdoctorado en el MIT de Boston (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y desde 2019 investiga en la Universidad de Pensilvania.
El año pasado fue distinguido como el Mejor Investigador Joven de Estados Unidos por la American Chemical Society. Para el, la ciencia, la innovación y la tecnología constituyen el motor económico de cualquier país del primer nivel y si España quiere estar en el liderazgo a nivel mundial económico y de prosperidad, es fundamental innovar e investigar.
Su sistema para detectar el virus con saliva y el móvil facilita el acceso a un diagnóstico rápido y certero. ¿Cómo funciona?
Exactamente. Nuestro sueño es poder crear test de diagnóstico rápido que sea lo suficientemente barato como para que todo el mundo pueda usarlo para prevenir infecciones. El prototipo actual emplea tecnología electroquímica que transforma la información química derivada de la unión entre el virus y un receptor en una señal eléctrica que podemos detectar rápidamente. El tiempo de detección actual es de cuatro minutos.
¿Qué potencial tiene? ¿Se podría extrapolar esta tecnología a otras enfermedades infecciosas o de transmisión sexual?
Tiene el potencial de detectar el virus rápidamente. La utilidad principal es que permitiría identificar a los individuos contagiosos (que tienen alta carga viral) para evitar la transmisión del virus en la población. Para ello estos test rápidos se tienen que distribuir de manera masiva. Necesitaríamos millones de test al día para que cada español pueda testarse al menos dos veces por semana. Calculo que una intervención de este tipo permitiría controlar brotes. Esta tecnología, al menos en principio, se puede expandir mas allá del COVID-19. Estamos empezando a realizar experimentos para ver si podemos detectar también enfermedades de transmisión sexual, cuyos test hoy en día son caros y los resultados tardan una semana en llegar.
Hay muchos problemas por resolver. Tenemos también la gripe, que mata a muchas personas (entre 24.000 y 62.000 personas en Estados Unidos en el último año) inmunosuprimidas y no tenemos buenas herramientas de detección temprana. Imagino un mundo cercano en el que la población tiene a su alcance estas herramientas que permiten el testeo de alta frecuencia (por ejemplo, antes de desayunar, comer, y cenar) para impedir la propagación de las enfermedades infecciosas.
Hoy en día salimos de casa con paraguas cuando la predicción del tiempo nos dice que va a llover. ¿Por qué no tomamos medidas informadas de este tipo con la gripe, por ejemplo, cuando sabemos que la enfermedad es estacional (el peor mes es febrero)? En este caso, tendría sentido hacer testeo de alta frecuencia y llevar mascarillas como mínimo en el mes de febrero para prevenir la transmisión del virus de la gripe. Lo mismo se puede aplicar al COVID-19, que puede instalarse en nuestra sociedad de manera crónica, como hizo el virus de la gripe en 1918. Es fundamental la prevención para salvar vidas, fortalecer la economía y ahorrar millones en costes sanitarios.
Tenemos muchos retos de salud global, entre ellos las pandemias y la resistencia a los antibióticos
Asegura que el modelo sanitario trata la enfermedad, pero que su objetivo es tratar la salud. ¿Por qué no funciona?
En efecto. Nuestros sistemas de salud se han construido para tratar la enfermedad una vez que esta se haya manifestado. ¿Por qué no intentar prevenir? Pienso que la prevención es la mejor manera de proteger a la población, a nuestra economía, y a nuestro sistema de salud. En el caso del COVID-19, contamos con herramientas específicas para prevenir su propagación. Tenemos el distanciamiento social, los test rápidos, el uso de mascarillas, y los cambios en el comportamiento humano. Usemos estas herramientas que tenemos a nuestra disposición para poder controlar esta situación y las pandemias que vengan en un futuro.
Para implementar todas estas medidas preventivas hace falta un plan nacional conciso, audaz y urgente. Los centros de salud han colapsado con la pandemia y esto ha agravado su incidencia. ¿Qué ha fallado?
Muchas cosas, pero sobre todo ha faltado liderazgo. En una situación de crisis como la actual, es crucial diseñar y ejecutar un plan nacional de emergencia. Aquí, en Estados Unidos, hasta hace un mes teníamos un presidente que no creía en el virus y en la evidencia científica como base para tomar decisiones.
Aquí ocurre lo mismo que cuando su laboratorio deja de trabajar con bacterias para investigar el SARS-CoV-2: arrancaron con el dinero de un premio que les dieron. ¿Cómo lastra la financiación la innovación y la investigación?
Desde el inicio de la pandemia, sentimos una gran responsabilidad de contribuir con nuestro granito de arena ya que somos investigadores en el campo de las enfermedades infecciosas. Con mi equipo, nos pusimos manos a la obra inmediatamente para ver cómo podíamos innovar para poder detectar el virus de una forma barata y rápida. La financiación es fundamental para la investigación. Cuesta dinero contratar a gente, comprar los materiales y el equipamiento necesarios, etc. Por ello, es fundamental invertir en ciencia e investigación. Hoy en día no hay un país puntero cuyo motor económico no sea la tecnología.
Los investigadores afirman que la formación es la riqueza del siglo XXI y que el avance en el conocimiento posibilita que la gente viva mejor. ¿Los políticos que gestionan las inversiones y los científicos hablan el mismo idioma?
Estoy de acuerdo. En general la innovación conlleva una mejora en la calidad de vida. Incluso un incremento en la esperanza de vida, como hemos visto con el desarrollo de los antibióticos y las vacunas, sin ir más lejos. Los políticos tienen agendas cortoplacistas que chocan con la realidad de la ciencia, que requiere paciencia para dar sus frutos.
¿Por qué cuesta tanto asumir que la innovación y la tecnología son el motor económico?
Me sorprende, la verdad. Está claro que es así, y lo ha sido durante muchas décadas. La agenda política y de priorización de fondos gubernamentales debe estar alineada con la agenda científica. Estados Unidos es un país que lleva haciendo esto bien desde el principio y, en este sentido, le ha ido muy bien. ¿Por qué no podemos hacer esto en España?
La pandemia, según sus propias palabras, ha evidenciado que la ciencia es fundamental para sacarnos de los líos en los que nos metemos. La naturaleza siempre nos devuelve el golpe. ¿Existe relación entre la zoonosis, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad?
Hay que invertir en investigación y ciencia. No hay un país puntero cuyo motor económico no sea la tecnología
Como seres humanos, dependemos de nuestro cerebro y capacidad inventiva para sobrevivir. Ha sido así desde que llevado a ser la especie más exitosa desde el origen de la vida en la Tierra. Esto también conlleva una responsabilidad tremenda de no destruir nuestro propio hogar, de cuidar lo que tenemos. Desde luego que la globalización y la interconexión entre países y continentes ha facilitado la propagación del COVID-19 y volverá a ocurrir con la próxima pandemia. Sin ninguna duda, el cambio climático ha contribuido a la pérdida de biodiversidad, y es probable que también cumpla un papel relevante en la zoonosis.
Hemos confiado en la naturaleza como fuente de antibióticos durante muchos años. ¿Es posible, como sostiene, que la naturaleza quizás se haya quedado sin inspiración?
Así es. Desde el descubrimiento de la penicilina en 1928 en un hongo, hemos dependido de las moléculas químicas creadas por la naturaleza para tratar las infecciones causadas por bacterias. Llevamos décadas sin descubrir nuevos antibióticos lo cual indica que hemos extraído ya todas las estructuras químicas con capacidad antibiótica en el mundo biológico. Es hora de pensar más allá y los ordenadores nos permiten explorar un mundo de moléculas artificiales que no han existido antes.
La idea de crear antibióticos artificiales mediante un ordenador y luego probarlos con bacterias reales mediante inteligencia artificial, parece sacada de un videojuego. ¿La biología sintética y computacional es ciencia ficción?
La ciencia siempre, en un principio, es ciencia ficción. Nuestra labor como científicos es acercar estos dos mundos. Diseñar nuevas medicinas usando ordenadores es un campo completamente nuevo. Ni siquiera existía hace tres años, y tenemos muchas ganas de contribuir a avanzarlo. Puede ayudar a mejorar el mundo al acortar el tiempo y el coste necesario para producir nuevas medicinas.
Tiritas con biosensor que se anticipan a las infecciones o la ingeniería de probióticos son proyectos que investiga en la actualidad. ¿En qué consisten?
Estamos desarrollando biosensores para detectar las infecciones (causadas por virus o bacterias) antes de que haya síntomas. Es decir, antes de que la carga infecciosa sea lo suficientemente alta como para que nuestro sistema inmune reaccione. En el proyecto de probióticos estamos haciendo ingeniería de bacterias probióticas, como las que viven en los yogures, para que sean capaces de producir medicamentos. En otras palabras, estamos convirtiendo a estas bacterias buenas en factorías para la producción de fármacos. Una aplicación potencial sería tomarte un yogur que contenga estas bacterias modificadas. Las bacterias viajarían a través de tu estómago, hasta llegar a tu intestino donde se instalarían, produciendo el fármaco en tiempo real. Este fármaco puede ser un antibiótico, de tal manera que, si tienes una infección intestinal, te ayudaría a tratarla.
El espíritu del laboratorio y la fuerza de la ciencia
El espíritu del laboratorio es dar la bienvenida al talento de todo el mundo y capacitar a estas personas para que se conviertan en los líderes del mañana. ¿Cómo puede ese espíritu traspasar la puerta del laboratorio e imponer al poder económico que considera la sanidad y los fármacos una potente industria?
En un mundo tan complejo y caótico como el actual, hacen falta líderes. Se ha visto muy claramente en la respuesta a esta pandemia. Países punteros incapaces de proporcionar a sus ciudadanos herramientas básicas, como mascarillas, para hacerle frente al virus. Por otro lado, también se ha visto la fuerza de la ciencia. Hemos desarrollado en 10 meses vacunas que emplean por primera vez tecnología de ARN mensajero. Antes de este hito, la media de tiempo necesaria para producir una vacuna era de 10 años. Es un avance tremendo. Creo que es importante que cada país invierta en su propio sistema de investigación y desarrollo. Si España hubiera contado con la capacidad tecnológica y de manufactura, y la infraestructura que hace falta para producir una vacuna o los test de diagnóstico rápido podría haber protegido a su población mucho más rápidamente. Pero para esto hay que invertir en ciencia de verdad.
¿Qué respuestas intenta encontrar que afronten los retos globales que plantea hoy la salud?
Tenemos muchos retos de salud global, entre ellos las pandemias y la resistencia a los antibióticos. Para combatirlos vamos a tener que financiar a la investigación. No queda otra. Esta es, ahora mismo, la única vía para poder desarrollar soluciones reales a estos problemas de magnitud global que amenazan nuestro mundo.
Los problemas de producción y suministro de vacunas han agudizado el debate sobre la aplicación de una suspensión sobre ciertas medidas de propiedad intelectual en medicamentos, vacunas, pruebas de diagnóstico y otras tecnologías contra el COVID-19 mientras dure la pandemia. ¿Qué opina sobre la suspensión de patentes?
Las patentes existen para proteger las ideas y el desarrollo de estas. Me parece un sistema legal que cumple bien su función. Ahora bien, en un momento de crisis es importante compartir el conocimiento para que todo el mundo tenga acceso a algo tan crucial como una vacuna. Es fundamental ser solidarios.
Cuando se asiste horrorizado a las sucesivas arremetidas del virus y sus mutaciones parece que no se avanza. ¿Hemos aprendido algo que nos ayude a sobrevivir en el futuro? ¿Cree que la humanidad se enfrentará a nuevas pandemias?
Por supuesto que habrá más pandemias. La gripe de 1918 mato a unos 50 millones de personas en el mundo. El COVID-19 ha matado, de momento, a 2,4 millones en el mundo. Aunque la coordinación de esta pandemia haya sido desastrosa, como sociedad estamos mucho mejor que en 1918. Comprendemos las enfermedades infecciosas mucho mejor, y sabemos cómo desarrollar vacunas, entre otras cosas. Aun así, esos 2,4 millones de personas tendrían que haber sido muchos menos y de ahí la rabia. Esta situación podría haber sido mucho menos dramática.
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