El 27 de febrero celebramos el Día Mundial del Oso Polar, uno de nuestros grandes aliados en la defensa del clima y la salud, y la principal víctima de la crisis climática y la contaminación por tóxicos. El gigante blanco es una alerta del alarmante estado de conservación del Polo Norte y el océano Ártico, donde habita y fuente de recursos del que depende buena parte de la humanidad.
El declive en la población osos polares, por el derretimiento y la contaminación de su hogar, es una seria advertencia de lo que les espera a los humanos y al resto de los seres vivos del planeta si no actuamos con ética y conciencia. Un futuro cercano y muy preocupante, imposible de ignorar.
En peligro el rey del gran norte helado
Actualmente quedan entre 22.000 y 31.000 osos polares repartidos en 19 poblaciones que cazan y se reproducen en los mares helados, hielos permanentes, costas y tundras circumpolares del Polo Norte y el norte de Asia, Europa y América. Soportan temperaturas que en invierno bajan a -30 o -40 grados Celsius.
Todos están en peligro de extinción. La especie figura en la Lista Roja de la UICN. Cerca del 80% de todos los osos polares vive en Canadá. Los estadounidenses son los más amenazados.
Su futuro será el nuestro
Hace 3.000 años, los esquimales jóvenes cazaban osos como ritual de iniciación para convertirse en adultos. Inuit y otras tribus cazaron al gran oso blanco por motivos espirituales y para conseguir comida y ropa. Pero ahora se le persigue con rifles y helicópteros. Una “caza deportiva” innecesaria e insostenible.
Su mayor peligro es la pérdida del hogar. Las pruebas sísmicas de prospecciones petrolíferas pueden matarlos en sus madrigueras. Si no los aplastan los obligan a abandonar prematuramente sus refugios y ocasionar la muerte de sus cachorros. Además, el calentamiento global está fundiendo la región ártica donde vive.
La temperatura media de la Tierra ha subido un grado Celsius y está derritiendo el Polo Norte. Los osos polares se quedan sin hogar por la misma razón que ocurren fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes y fuertes en todo el planeta: sequías, inundaciones, huracanes y nevadas.
Víctimas de la contaminación
Los osos polares también están rodeados por miles de sustancias tóxicas que son consumidas por el plancton, alimento a los peces y sustento de las focas, las presas habituales de los osos. Los tóxicos acumulados en el cuerpo les provocan infertilidad, tumores y la muerte.
Lo que les envenena a ellos envenena a todos los seres vivos y lo que derrite su hogar también destruye los demás hogares. Los humanos son una especie más en este planeta, no sus dueños.
Defendemos los osos polares
Dos tercios de los osos polares pueden desaparecer antes de 2050. Para evitarlo, desde hace décadas WWF creó espacios protegidos y realiza estudios sobre el terreno para conocer y mejorar su situación en las áreas más amenazadas.
Cuando el hielo marino desaparece, miles de morsas se acercan a las aldeas y los osos polares se ven obligados a buscar alimento en tierra firme lo que aumenta el riesgo de encuentros con personas. Para eliminar conflictos con la población local hemos creado patrullas de seguimiento de osos y puesto en marcha programas de ayuda.
WWF trabaja con empresas y gobiernos para reducir las emisiones y cambiar el modelo energético. No podemos esperar al 2050 ni al 2030 con promesas. La descarbonización debe ser ya.
Durante diciembre o enero, y al fondo de una galería tapada durante meses por hielo y nieve, suelen nacer entre uno y tres cachorros sin apenas pelo y ciegos. Pesan 500 gr, miden 30 cm y no se separarán de su madre hasta los dos años y medio. Necesitan un hogar seguro para crecer.
Frágiles y muy vulnerables, el futuro de los oseznos está en nuestras manos. Como el nuestro y demás especies si no actuamos contra la crisis climática que no hará excepciones con la especie humana.
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