Por Andrés Tovar
02/11/2017
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La confirmación de que Carles Puigdemont está recibiendo asesoramiento legal en Bélgica es hoy una realidad pública y notoria. El expresident ha dejado al descubierto su estrategia de «jugar al despiste» con la justicia: dice que no pretende pedir asilo, pero tampoco tiene intención de regresar. Mira hacia los lados ante el llamado de la Audiencia Nacional -so pena de una posible detención manifestada por el juzgado-, pero su abogado pide que se permita declarar en Bruselas.
Así, mientras la crisis en Cataluña está de paseo por Bruselas, en Barcelona el gobierno ha tomado positivamente el control de las palancas de las instituciones catalanas. En palabras ante los medios del delegado del Gobierno, Enric Millo, todas las áreas del Ejecutivo autonómico catalán se encuentran funcionando con normalidad tras el cese de sus responsables y la asunción de sus funciones por Madrid en aplicación del artículo 155 de la Constitución.
«Todos los departamentos de la Generalitat están funcionando con normalidad», dijo en la rueda de prensa en la que agradeció «la colaboración de todos y cada uno de los funcionarios» a la hora de asumir las órdenes de sus nuevos superiores.
Puesto así, se pudiera decir que la misión del gobierno directo se logró con éxito y que su enfoque de ajedrez ante la crisis en Cataluña parece estar en camino seguro, más cuando el piso político de Puidgemont y de su Govern parece tan desmejorado como la república que prometió.
https://youtu.be/Y-nVhzWZN94
Pero no se debe confiar: Si Madrid está oliendo la victoria se arriesga a la complacencia.
Catañuña: escuchar bien para «recuperar el Seny»
Las causas que dieron origen a esta crisis siguen vivas y bien; el ADN de la «pesadilla constitucional», sembrado en siglos de tradición, se mantiene y aún se extiende por Cataluña. Y, aunque entrampados en una suerte de «Divina Comedia» independentista, las intenciones de los secesionistas parecen seguir siendo las mismas: algunos de los aliados de Puigdemont siguen apareciendo para hablar de una república fantasmagórica.
Una foto publicada por el máximo funcionario de asuntos exteriores de Cataluña, Raúl Romeva, de apenas el martes, mostró una reunión de funcionarios catalanes sentados frente a las banderas de Cataluña y de la UE, pero no la española.
#Seguim pic.twitter.com/TQygT4D7Jk
— Raül Romeva i Rueda (@raulromeva) October 31, 2017
La mayoría de los partidos políticos de la región, incluido el PDeCat, están de acuerdo en ir a las elecciones del 21-D que llevarán a un nuevo gobierno regional. Puigdemont puede esperar que los votantes catalanes, enojados por el duro trato de Madrid, puedan salir y devolver a los secesionistas al poder, mientras que sus oponentes serán galvanizados por la gran manifestación pro unidad, a la que asistieron españoles de todo el país, que tuvo lugar durante el fin de semana en Barcelona.
«Es una oportunidad», le dijo a Bloomberg View Susana Beltrán García de Ciudadanos. «El nuevo gobierno será legal, democrático. Tendrá la legitimidad para hablar con el gobierno español». La formación naranja está muy bien ubicada en las primeras encuestas, pero en todas tiene a partidos independentistas como sus principales contrincantes.
Así arrancan las encuestas en Cataluña. Hay partido. Hay que ganar la convivencia, la unión y la estabilidad #21D https://t.co/tv6zPcGx8S
— Albert Rivera (@Albert_Rivera) 1 de noviembre de 2017
#Cataluña | Sondeo @SociometricaEs: El independentismo mantendría la mayoría por un escaño https://t.co/CDXwITfuTu#21D pic.twitter.com/9BMGYTWx2S
— Electograph (@Electograph) 1 de noviembre de 2017
El panorama vaticina que las tensiones subyacentes que alimentan el momento no desaparecerán. Las continuas divisiones plantean cuestiones clave para España y para la Unión Europea en un momento de creciente nacionalismo en todo el continente.
Las elecciones del 21 de diciembre ganarán tiempo, pero el gobierno y los partidos que apuestan por la unidad tendrán que escuchar bien y recuperar la región. Allí está el reto.