Ninguna otra comunidad de España ofrece la diversidad turística que se da en Castilla-La Mancha, donde la experiencia que busca el viajero como esencia de su visita encuentra su mejor destino. La región aúna una gran cantidad de ecosistemas que albergan un rico patrimonio arquitectónico, cultural y natural, que se extiende en la historia desde los primeros pobladores de la península hasta el legado que dejaron en sus tierras y pueblos romanos y musulmanes, con un medievo exultante que desemboca en la arquitectura mudéjar, renacentista y neoclásica.
Una oferta diferencial de turismo interior cuya excelencia se sublima en el arte, los espacios naturales, las letras, la música, las tradiciones, las calles y plazas de sus pueblos, sus castillos, sus molinos de viento, la mesa y el vino, sus fiestas y sus vecinos.
Catilla-La Mancha lo tiene todo: una oferta donde el turismo experiencial está ganando una magnífica posición gracias a la tecnología y la digitalización, que lo acercan a los viajeros. Todo el que quiera vivir y experimentar con la naturaleza, la gastronomía, el patrimonio cultural y la artesanía tiene que venir a Castilla-La Mancha. Su gente, que es lo mejor que tiene, lo recibirá con los brazos abiertos.
GUADALAJARA/ Sigüenza, la que domina el valle
Aunque sus vestigios se remontan al Paleolítico, cuna de civilizaciones debido a su enclave estratégico entre los ríos Dulce y Salado y el paso del alto Henares, afluente del Jarama, Sigüenza, que proviene del nombre celtíbero de Segontia, que significa “la que domina el valle”, ha visto transcurrir la historia a través de las huellas de celtíberos, romanos, visigodos y árabes. No obstante, la Sigüenza medieval se impone en esta ciudad bimilenaria que fue declarada conjunto Histórico Artístico en 1965 y que hoy impulsa su designación como Patrimonio de la Humanidad.
Una catedral, un castillo, dos templos románicos y una decena de iglesias, ermitas y conventos renacentistas, barrocos y neoclásicos, varios hospitales, un hospicio y una universidad sostienen una candidatura de la Ciudad del Doncel, una novela romántica de Mariano José de Larra, cuya trama caballeresca se sitúa en el siglo XV, durante el reinado de Enrique III de Castilla, conocido como ‘el Doliente’ por sus constantes enfermedades, que narra las vicisitudes de Macías, el personaje inspirado en la figura de Martín Vázquez de Arce, un doncel castellano, paje de la poderosísima familia de Mendoza, diestro en letras y armas.
Además de su patrimonio arquitectónico, que refleja el urbanismo medieval a través de sus murallas, de su recinto renacentista y de sus edificios neoclásico, Sigüenza ofrece un patrimonio inmaterial a través de sus fiestas, entre lo popular y lo religioso, su gastronomía, con el asado de cabrito o cordero, las migas, la sopa castellana o las carnes de caza (con dos estrellas Michelin, El Doncel y El Molino de Alcuneza), y la música, que tiene en la dulzaina su máxima expresión. Y, junto a la cultura, destaca su patrimonio natural, con espacios naturales en el Salado y el Parque Natural del Barranco del río Dulce, donde Félix Rodríguez de la Fuente filmó algunos de sus documentales más famosos, y las salinas de Imón.
CUENCA/ Belmonte, el galope eterno del Cid
Duelo estelar de piedra y cultura entre su archifamoso castillo, donde Charlton Heston y Sophia Loren encarnaron a Rodrigo Díaz de Vivar y Doña Jimena en la superproducción El Cid (1961), dirigida por Anthony Mann, y la iglesia de la Colegiata de San Bartolomé, que reclama su liderazgo gótico sobre la cinematográfica villa. Lugar de nacimiento de Fray Luis de León, Belmonte perteneció en el siglo XIV al marquesado de Villena. En su castillo estuvo presa Juana la Beltraneja, hija de Enrique IV, y residió la emperatriz Eugenia de Montijo. Bajo el reinado de Pedro I, el Cruel o el Justiciero, según sus enemigos y partidarios, Belmonte se convirtió en una de las villas más importantes del territorio.
Las murallas conservan las cinco puertas (San Juan, Chinchilla, Almudí, la de Toledo y la Puerta Nueva) y en su casco urbano, edificios civiles y religiosos se perfilan a la sombra del castillo y la Colegiata: el Palacio de Buenavista, el Convento de los Jesuitas, la Casa de Comedias, la Ermita de Nuestra Señora de Gracia o los museos, entre otros.
Arte, costumbres populares, tradición y buena mesa se dan cita en sus fiestas tradicionales: San Antón, con sus conocidas gachas en la Plaza del Pilar, Los Mayos, San Cristóbal y la Virgen de la Estrella.
CIUDAD REAL/ Villanueva de los Infantes, las musas del Siglo de Oro
Declarada Monumento Histórico-Artístico desde 1974, Villanueva de los Infantes, ubicada en el centro del Campo de Montiel y capital de la comarca, es el más importante conjunto representativo del barroco y del renacimiento manchego. El Siglo de Oro español marcó el devenir histórico de esta villa, que forma parte de la red de Los pueblos más bonitos de España. Este es el lugar de cuyo nombre nunca quiso acordarse Miguel de Cervantes, cuando hizo partir de sus calles y cabalgar por sus campos al ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Lope de Vega se inspiró en sus paisajes para escribir: «Llámese Villanueva de las Musas / y no de los Infantes Villanueva». Aquí, también, en el Convento de Santo Domingo, murió en 1645 Francisco de Quevedo. Entre conjuntos arquitectónicos y edificios religiosos, destaca la monumental Plaza Mayor, de principios del siglo XVII, con la iglesia de San Andrés y la Casa Rectoral entre balaustradas y arquerías de medio punto. En cuanto a construcción civil, el Hospital de Santiago, la alhóndiga y su hermoso patio, conforman bellas estampas. De imprescindible visita, la calle señorial del General Pérez Ballesteros, y la Casa de los Estudios, la casa- palacio del Marqués de Entrambasaguas, el Tribunal de la Inquisición, la Plaza de San Juan o la calle Cervantes.
TOLEDO/ Tembleque, la puerta de La Mancha y a su turismo
popular del siglo XVII. Fue declarada Monumento en 1973. El último festejo taurino fue en 1987
Declarada Bien de Interés Cultural en 1973, impresiona su hermosa Plaza Mayor del siglo XVI, uno de los recintos más singulares y mejor conservados del barroco popular, precursor de los corrales de comedias y espacio privilegiado para festejos y espectáculos taurinos.
La Plaza Mayor de Tembleque es un espacio concebido para la actividad social de los vecinos. Los festejos taurinos son muy renombrados y se tiene noticia de que en 1653 asistieron el rey Felipe IV y Quevedo. Finalizó su construcción en 1598 y está diseñada siguiendo los esquemas de los corrales de comedias y de las hospederías.
La plaza está porticada con columnas toscanas y pilares cuadrangulares en los accesos. Los dos cuerpos superiores son corredores sostenidos por pilares de madera, fachadas encaladas y los antepechos decorados con la cruz de San Juan. Destaca el torreón, que en las celebraciones actúa de palco para las autoridades. La plaza tiene tres entradas, en los lados norte, donde se sitúa el ayuntamiento, sur y oeste en donde se ubica el Callejón de los Toriles; el suelo que la cubre está formado por canto rodado, idóneo para el tránsito de las caballerías y reses.
Tembleque nos abre la puerta de La Mancha, entre molinos de viento que son gigantes literarios y fachadas blancas. Con el auge de la trashumancia ligada al comercio de la lana, Juana la Loca le concedió en el siglo XVI el título de villa. Entre sus edificios emblemáticos destaca la Casa de las Torres y la Casa de Postas, que recuerda las típicas ventas cervantinas.
ALBACETE / Alcaraz, la ciudad de las dos torres
Dos torres, casi gemelas, enmarcan la silueta en el horizonte de la localidad de Alcaraz, paso obligado desde el norte de Andalucía hacia el Levante español. Ambas edificaciones son obra del genial arquitecto alcaraceño Andrés de Vandelvira. Se ubican en la Plaza Mayor, que mantiene en su mayoría la constancia de la arquería, que sustenta el ayuntamiento, la Lonja del Corregidor y la Regatería de sobrio clasicismo.
La puerta de la Aduana, La casa de los Galiano, El Santuario de Nuestra Señora de las Cortes, el Monasterio de Santa María Magdalena, el convento de San Francisco o la Torre do Grogojí son algunas de las edificaciones con las que el viajero se topa conforme se adentra por las calles en un frenesí renacentista que hace sombra a su pasado medieval.
La villa de Alcaraz se encuentra al sureste de la provincia de Albacete, en la Sierra de Alcaraz, al pie de dicha sierra, en la ladera del Cerro de San Cristóbal, donde el sol ni salía por el este ni se ponía por el oeste en la genial recreación fílmica Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda. Su origen fue una ciudadela fortificada y punto estratégico entre los reinos de Murcia, Granada y Castilla. En Alcaraz y las localidades colindantes –Ayna, Letur y Riópar, donde nace el río Mundo–, confluyen los cauces de cuatro grandes ríos: Guadalquivir, Guadiana, Júcar y Segura.
El paisaje se engrandece desde el Castillo de Alcaraz, construido entre los siglos X y XI. No obstante, las mejores vistas las ofrece el cerro de Santa Bárbara, donde está enclavado el monumento del Sagrado Corazón de Jesús.
No hay dudas de la diversidad turística que encuentra el visitante en Castilla-La Mancha como destino.