Luego de su paso por la Bienal de Venecia, se presenta por primera vez en España la performance Carnación, una propuesta de la bailaora malagueña Rocío Molina en colaboración con Niño de Elche y con la codirección escénica de Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola. Música sacra y música electrónica conviven en una pieza que invita a asomarse a la capacidad de liberación de la danza.
Nos encontramos ante una búsqueda en torno al deseo que parte de la intuición de que su origen y sentido está relacionado con un estado al que solo podemos acceder a través del cuerpo. Los cuidados, la represión, la ternura, la violencia; una relación carnal desde la que afloran imágenes capaces de restituir un pasado que no llegamos a comprender. Al intentar hacerlo, tanto su forma más carnal como la más trascendental se revelan como dos caras de una misma moneda.
Y es que, dulce y amargo, plenitud y falta, desear nos recuerda la vulnerabilidad de la condición humana”. Con estas palabras se acerca Rocío Molina a su último espectáculo, Carnación, que se estrenó en España en el marco de la Bienal de Flamenco de Sevilla el pasado 30 de septiembre. El estreno mundial de la pieza fue en la Bienal de Danza de Venecia en julio. La coreógrafa malagueña se alzó con el León de Plata, un galardón que reconoce “un lenguaje artístico propio” a cargo de “una joven radical del flamenco internacional” que está “recreando la tradición desde una aguda perspectiva contemporánea”.
Carnación es una performance en colaboración con Niño de Elche, Olalla Alemán, Pepe Benítez, Maureen Choi y el coro compuesto por la agrupación Cantori Veneziani y proyectoeLe.
En términos pictóricos, Carnación hace referencia al proceso de coloración de la carne, al paso de lo invisible a lo visible. Carnación remite también, de forma inevitable, al acto de hacerse carne, a la posibilidad de ser tocado. Es aquí donde la creación se encuentra con el deseo para reconocerse como resistencias a la consciencia de desaparición, como celebración de una vulnerabilidad que, a su vez, es señal y rastro de lo que está vivo.
Así, en Carnación, conviven la ternura y lo salvaje, el caer y el levantarse, la pulsión sexual y la voluntad de trascendencia. Y, como el flujo psíquico que encuentra su liberación en el desorden de las repeticiones, vislumbramos una forma distinta de amor en la aridez violenta del deseo.
Con Carnación, Rocío Molina, junto a Niño de Elche, Olalla Alemán, Pepe Benítez y Maureen Choi, muestra la capacidad del baile para desplegarse como una potencia pura. Demuestra, trascendiendo de nuevo etiquetas y lecturas reduccionistas, su capacidad para entender la creación como un espacio desde el que expresar lo aparentemente inefable, haciendo danzar los límites donde muchos artistas y pensadores no han podido sino detenerse.
Se trata de un trabajo que, desde una particular sensibilidad, realiza un recorrido abierto alrededor del deseo. Rocío Molina aborda las tensiones que el deseo produce, ya sea en la creación artística o en su forma más carnal, en una pieza en la que se encuentran la música sacra y la electrónica, la celebración de la fiesta, así como la represión y el placer íntimo de la atadura.
La obra, que cuenta con la codirección escénica de Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, el acompañamiento y la coordinación artística de Julia Valencia, el diseño de vestuario de Leandro Cano y la iluminación de Carlos Marquerie, permite un lugar de encuentro entre la violencia, los cuidados y la ternura, la represión y el placer. De esta
manera, las posibilidades del baile y de la voz nos conducen a abandonar etiquetas superficiales para comprender la capacidad de liberación de la danza en un mundo constreñido por el materialismo y la competitividad. Así observamos de forma reveladora que, como los brotes que afloran en lugares recónditos, existe una forma de belleza en la aridez violenta del deseo.
Tras su paso por la Bienal de Flamenco de Sevilla, Carnación podrá verse en las Naves del Español en Matadero (Madrid) del 3 al 10 de diciembre.
Carnación es una coproducción de Bienal de Danza de Venecia, Bienal de Flamenco de Sevilla, Grec 2023, Festival de Barcelona y Teatro Español. En colaboración con la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía y el apoyo del INAEM, Ministerio de Cultura y Deporte.
La performance, en colaboración con Niño de Elche y con la codirección escénica de Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, se presenta por primera vez en España. Es una coproducción entre la Bienal de Venecia, la Bienal de Flamenco de Sevilla, Grec 2023 Festival de Barcelona y el Teatro Español.
COREÓGRAFA ICONOCLASTA Y BAILAORA VERSÁTIL
Entre otras distinciones, Rocío Molina ha recibido el León de Plata de la Bienal de Venecia (2022), Premio Nacional de Danza (2010), UK National Dance Award (2016 y 2019), Premios Max (2015, 2017, 2019) y Premio Olivier de Londres (2018, nominación). En los últimos años, la artista ha conquistado algunos de los templos más importantes de la danza y las artes escénicas como el Barbican Center de Londres, el New York City Center, el Esplanade de Singapur, el Festival Tanz Im August de Berlín. Además, ha sido artista asociada al Teatro Nacional de Chaillot en París.
Coreógrafa iconoclasta, Rocío Molina ha acuñado un lenguaje propio cimentado en la tradición reinventada de un flamenco que respeta sus esencias y se abraza a las vanguardias. Radicalmente libre, aúna en sus piezas el virtuosismo técnico, la investigación contemporánea y el riesgo conceptual.
Sin miedo a tejer alianzas con otras disciplinas y artistas, sus coreografías son acontecimientos escénicos singulares que se nutren de ideas y formas culturales que abarcan desde el cine a la literatura, pasando por la filosofía y la pintura.
Creadora inquieta, Rocío Molina nace en Málaga en 1984. Empieza a bailar a los tres años, con siete esboza sus primeras coreografías, a los diecisiete se gradúa en el Real Conservatorio de Danza de Madrid con matrícula de honor y entra a formar parte del elenco de compañías profesionales con gira internacional.
Cumple 22 estrenando Entre paredes. Una primera pieza a la que siguen otras creaciones propias que tienen en común una mirada curiosa y transgresora sobre un arte flamenco que huye de los caminos ya transitados: El eterno retorno (2006) Turquesa como el limón (2006), Almario (2007), Por el decir de la gente (2007), Oro viejo (2008), Cuando las piedras vuelen (2009), Vinática (2010), Danzaora y vinática (2011), Afectos (2012) y Bosque Ardora (2014), Caída del Cielo (2016), Grito Pelao (2018), Inicio (Uno) Extracto de Trilogía sobre la guitarra (2020) y Al Fondo Riela (Lo otro del Uno) Extracto de Trilogía sobre la guitarra (2020), Vuelta a Uno Extracto de Trilogía sobre la guitarra (2021).
Música sacra y música electrónica conviven en una pieza que invita a asomarse a la capacidad de liberación de la danza. La bailaora malagueña se alzó con el León de Plata de la Danza de la Bienal de Venecia el pasado mes de julio por su “aguda perspectiva contemporánea”
Con 26 años, el Ministerio de Cultura le otorga el Premio Nacional de Danza por “su aportación a la renovación del arte flamenco y su versatilidad y fuerza como intérprete capaz de manejar con libertad y valentía los más diversos registros”. Y con 28 años Mikhail Baryshnikov se arrodilla ante ella a las puertas de su camerino del New York City Center, tras la representación con atronador éxito de Oro viejo. Ha sido artista asociada al Teatro Nacional de Chaillot en París dónde estrenó en 2016 Caída del Cielo. Estrena en el Festival d’Avignon 2018, Grito Pelao, que dirige junto a la cantante Sílvia Pérez Cruz y Carlos Marquerie.
Bailaora versátil, Rocío Molina es una de las artistas españolas con mayor proyección internacional. Sus obras se han visto en teatros y festivales como el Barbican Center de Londres, el New York City Center, el Esplanade de Singapur, el Festival Tanz Im August de Berlín, el Festival SPAF de Seúl, el Teatro Stanislavsky de Moscú, el Teatro Nacional de Taiwan, el Dansens Hus de Oslo y Estocolmo, el Transamériques de Montreal, el Teatro Nacional de Chaillot en París o el Bunkamura de Tokio; en teatros o festivales nacionales como El Español o los Teatros del Canal en Madrid, la Bienal de Flamenco o el Teatro Central en Sevilla, el Mercat de les Flors en Barcelona, El Gran Teatro Falla en Cádiz, el Cervantes en Málaga, el Festival de Jerez… por citar solo algunos.