Las secuoyas, secuoyas gigantes y árboles de Joshua de California, en Estados Unidos, están entre los seres vivos más antiguos del mundo y la crisis climática los está extinguiendo. Son referentes de la resistencia de la naturaleza al paso del tiempo, pero los incendios forestales de este año fueron una prueba mortal.
Los científicos los llaman megaflora carismática. Son los tres árboles más especiales y famosos de California. La gente viaja desde todo el mundo para verlos y caminar ente ellos: la secuoya gigante, el árbol de Joshua y la secuoya de la costa son las tres especies de California y tienen parques nacionales reservados en su nombre, para su honor y protección.
Sin embargo, los especialistas desde hace mucho tiempo temen por su futuro. Si bien 2020 con los incendios forestales devastadores la situación empeoró, presagiando un futuro aún más crítico.
2020: un año de incendios catastróficos
Los incendios que acabaron con más de 1,6 millones de hectáreas en California este año fueron históricamente destructivos, y se presagia un futuro de más calor, más incendios y más desastres. Entre las víctimas de las llamas se encuentran muchos de los árboles más antiguos y majestuosos de California, que ya eran limitados. Sin embargo, el problema no se limita a las zonas afectadas por los incendios. En otras zonas del estado, en ecosistemas a cientos de millas, los especialistas tambien sacan la misma conclusión: 2020 fue el año de alerta sobre la declaración del cambio climático.
En Sierra Nevada, el verano pasado una ecologista de incendios llamada Kristen Shive acampó en una de las pocas arboledas antiguas de secuoyas gigantes que quedaban. Cuando volvió a hacerlo en otoño encontró una situación completamente distinta: el bosque estaba muerto. Seres vivos que habían soportado cientos de incendios morían de golpe. ¿Se cansaron de resistir?
Hacia el sur, el botánico Drew Kaiser caminó entre lo que había sido uno de los rodales más grandes del árbol de Joshua, en la Reserva Nacional de Mojave. Un lugar que históricamente no es propenso a los incendios, pero Kaiser divisó un paisaje de restos de árboles de Joshua que se derrumbaban. Calculó que en agosto habían sido destruidos1,3 millones de ejemplares en un solo incendio .
En el norte, cerca del océano Pacífico, la científica ambiental Joanne Kerbavaz inspeccionó en el Parque Estatal Big Basin Redwoods las secuoyas más antiguas. Los árboles más altos del mundo. En el lugar que visitaba desde niña el fuego acabó con el 97% del parque, hogar de 4.400 acres de secuoyas antiguas.
Un encanto en peligro
Las características de los bosques de las secuoyas puede ser científica y espiritual. El encanto se lo adjudican a su tamaño, forma y edad de cada uno. Su peso, su altura y su perseverancia también influye.
No están juntos, pero comparten una habilidad poco común: atraen a cientos de personas de todo el mundo. Suelen sobrevivir donde otros no lo harían, se mantienen firmes, pueden vivir miles de años y soportan los entornos más duros, como el caso de los árboles de Joshua, que son plantas del desierto.
Sin embargo, resultaron frágiles ante las catástrofes de 2020. A pesar de que son especies que han sobrevivido fuerte amenazas, desde la sequía hasta la actividad humana, son débiles ante los cambios y calamidades que se aparejan con el cambio climático. Los incendios alimentados por mala gestión forestal y el ritmo acelerado del calentamiento global, lo coloca al borde de la extinción. Que acabe siendo un montón de cenizas un árbol milenario es una terrible pérdida y una gran responsabilidad. Se descuida en planeta y la vida.
En lugar de perder una o dos secuoyas en un año, cientos o miles han sido exterminados de una vez. Se destruyeron más de un millón en dos días. Son pérdidas que se puedan medir. No son solo números, ni simples árboles. Para quienes los van a ver y sobre todo para quienes viven en California, representan algo más grande y más personal. «Perderlos cambia la identidad».
El cambio climático como agravante
Hasta hace algunos años, lo único que acabó con la vida de un secuoya gigante de edad avanzada, milenario, fue la propia vejez. No solo son los árboles más grandes del mundo por su volumen, sino también de los más antiguos. Una secuoya gigante que se desplomó tenía más de 3.200 años y el árbol General Sherman, considerado el más grande, tiene 36 pies de diámetro en su base y 275 pies de alto, Las estimaciones indican que al menos
Históricamente duran tanto tiempo –dice Nate Stephenson, ecologista-investigador del Servicio Geológico de Estados Unidos– que solo uno o dos de cada 1.000 árboles viejos muere anualmente. «El fuego siempre fue un visitante frecuente, pero rara vez una amenaza. Ahora lo es», aclaró.
Las secuoyas maduras son prácticamente ignífugas. La corteza puede tener varios pies de grosor. Además, las coronas, parte superior donde están las ramas y las agujas, son tan altas que se mantuvieron por encima del fuego, fuera de peligro. Hasta ahora, pues este verano un incendio en California arrasó con las montañas cercanas de la casa de Stephenson y vio una secuoya gigante hecha ceniza. Realmente lo alarmó. No se lo esperaba.
Desde el año 2015, casi dos tercios de aproximadamente 48.000 acres de bosques de secuoyas gigantes se han quemado, aproximadamente la mitad a partir de agosto. En los últimos cinco años se quemaron el doble que en el siglo anterior. Ahora son incendios más grandes, más calientes y más altos que nunca.
Una sequía histórica de 2012 a 2016 y enormes infestaciones de escarabajos de la corteza mataron a millones de árboles en bosques de Sierra Nevada. Todo producto de la evolución de la crisis climática y sus consecuencias. Dentro de esos bosques están las secuoyas gigantes restantes. El escenario puede empeorar si no se toman previsiones para limitar los incendios y contener los estragos del cambio climático.
Cinco años del Acuerdo de París: entre esperanza y decepción
Ya han pasado cinco años desde que se firmó el Acuerdo de París. Un hito histórico en la alianza internacional sobre el cambio climático y que pretende limitar el calentamiento del planeta más allá de 1,5º C respecto a los niveles preindustriales.
El 12 de diciembre de 2015, en la Cumbre del Clima de París (COP21), 195 países y la Unión Europea fijaron una meta clara para afrontar el desafío climático. Precisamente, este mes, la UE ha dado un gran paso con el acuerdo de fijar su meta de reducción de emisiones en al menos 55% para 2030, respecto a niveles de 1990.
Esa meta de reducción de emisiones posiciona a Europa en el papel como líder en la lucha contra el cambio climático. Ahora tiene tiene la obligación de alcanzarla y sentar las bases para un nuevo modelo económico verde.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, desde París, las emisiones de CO2 han aumentado 53.000 millones de toneladas en 2015, a 55.000 millones de toneladas actuales. Una situación que obliga quintuplicar la ambición del Acuerdo para evitar una catástrofe climática.
La Organización Meteorológica Mundial alerta que el planeta avanza hacia un calentamiento global de 3 a 5 grados Celsius a finales de siglo. Obvio, 58 de los Estados más contaminantes del mundo, como Estados Unidos, Australia, Rusia y Brasil, no siguen la trayectoria adecuada para detener el cambio climático.
Acciones para fortalecer la lucha contra el cambio climático
Pero no todo es malo. China, uno de los países más contaminantes y responsable del 28% de las emisiones globales, anunció la neutralidad en sus emisiones en 40 años. Es decir, que a partir de 2060 no liberará dióxido de carbono adicional a la atmósfera. Lo dice el papel, pero son pocas las acciones: no ha suspendido sus planes para generar más electricidad con carbón
En España, la hoja de ruta a 2030, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, aspira a reducir apenas un tercio las actuales emisiones en esta década. El Gobierno manifiesta que respalda el incremento de la reducción de emisiones de la UE y que la meta es completar la descarbonización de la economía.
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