La FAO visualiza una mayor inseguridad alimentaria global si no se frena el cambio climático. La agencia de Naciones Unidas prevé que en una década habrá 840 millones de personas afectadas por el hambre, un 9,8% de la población mundial. Consecuencia del aumento de la temperatura y su afectación directa en las plantaciones y cosechas.
En las estadísticas manejadas por la organización se muestra una tendencia creciente en el número de personas que atraviesan una inseguridad alimentaria grave. Cita como ejemplo que en 2019, cerca de 750 millones de personas, o casi una de cada diez personas en el mundo, se vieron expuestas a niveles graves de subalimentación.
De no cumplirse con los objetivos fijados en el Acuerdo de París, es de esperar un mayor riesgo en la seguridad alimentaria en todas las escalas. Por lo pronto, el aumento de las temperaturas ya está afectando a las plantaciones de uva, café, té, cacao, frutas y hortalizas. Y el impacto en la producción de esos productos podría ser peor a futuro si no se revierten las actuales condiciones. Con secuelas sobre las poblaciones más vulnerables.
El incremento de las sequías puede además, provocar pérdidas de hasta 15% en el cultivo de cacaotales y cafetales, lo que disminuirá hasta un 80% la producción de estos productos. Asimismo, la disminución de las precipitaciones reducirá las áreas de cultivo de uvas. En Chile y California, por citar esos casos, se afectaría hasta el 80% de las zonas vitivinícolas. Mientras en la zona mediterránea de Europa podrían desaparecer.
Para los cultivos de café y té se aguarda una disminución similar si las temperaturas en las zonas de cultivo siguen aumentando. Los expertos aseguran que, en la segunda mitad de este siglo, en muchas regiones de África podría ser inviable el cultivo de estas plantas, por lo que desaparecerían los principales proveedores mundiales de estas infusiones.
Cambio climático e inseguridad alimentaria
Es una constante de la FAO alertar los reveses del cambio climático, su incidencia en la producción y por tanto, en la inseguridad alimentaria.
Por añadidura, el análisis de los indicadores meteorológicos de los futuros escenarios climáticos augura una baja significativa en la producción de otros productos, advierte Ecoticias. Como el trigo de primavera, tubérculos comestibles, cucurbitáceas (melones, pepinos), remolacha azucarera y varios cereales más. Esta situación se sumará a la merma acusada de la fertilidad de los pastizales naturales.
El riego intensivo puede llegar a ser un requerimiento cada vez más acuciante para agricultores y ganaderos. Con la consiguiente subida de los precios finales de los alimentos y del agotamiento de las fuentes de agua potable. Si no cambiamos ya mismo nuestra forma de consumir y producir, el futuro puede ser mucho peor de lo que jamás imaginamos.
Según la FAO, un número cada vez mayor de personas ha tenido que reducir la cantidad y la calidad de los alimentos que consume. Debido al incremento del costo en algunos productos de consumo básico y ahora se unen los efectos de la pandemia y el desempleo.
Inseguridad alimentaria: pandemia y altos precios
Los precios mundiales de los alimentos subieron en mayo al ritmo mensual más rápido en más de un decenio, pese a que la producción mundial de cereales va camino de alcanzar un nuevo récord. El índice de precios de los alimentos de la FAO registró un promedio de 127,1 puntos en mayo, esto es, 4,8 puntos más que en abril y 39,7 puntos más que en mayo de 2020. Esto, enfatiza la inseguridad alimentaria ya amenazada por el cambio climático y la pandemia.
Un aumento repentino de los precios internacionales de los aceites vegetales, el azúcar y los cereales provocó el incremento del índice, que hace un seguimiento mensual de los precios internacionales de los productos alimenticios más comercializados. El índice alcanzó así su valor más elevado desde septiembre de 2011. Y, en cifras nominales, se situó apenas un 7,6 % por debajo de su máximo histórico.
Entretanto, el índice de precios de la carne de la FAO se incrementó en un 2,2 % respecto a abril. En razón de la subida de las cotizaciones de todos los tipos de carne a raíz de la aceleración del ritmo de las importaciones en China. Así como del crecimiento de la demanda interna de las carnes de aves de corral y de cerdo en las principales regiones productoras.
Por otra parte, el índice de precios de los productos lácteos subió un 1,8 % en el mes, situándose en promedio un 28 % por encima de su nivel de hace un año. El incremento obedeció a la sólida demanda de importaciones de leches desnatada y entera en polvo. Mientras que los precios de la mantequilla descendieron por primera vez en casi un año a causa del aumento de los suministros para la exportación en Nueva Zelandia.
Dieta para enfriar el planeta en 2030
Amigos de la Tierra busca dar respuestas para alcanzar un modelo alimentario más justo, saludable y sostenible. De allí su propuesta de una dieta que baje el riesgo del cambio climático, disminuya la inseguridad alimentaria y sobre todo, enfríe al planeta en 2030.
Ante un escenario de crisis ecosocial, la agrupación plantea una dieta climática basada en recomendaciones nutricionales. Dirigida a reducir el consumo de carne en un 60% respecto al consumo actual. Con una producción que provenga de una ganadería extensiva, ecológica y ligada al territorio. Es prioritario aumentar el consumo de legumbres y cereales, fuentes de proteína vegetal. Junto con las verduras, hortalizas y frutas locales y de temporada deben ser la base de la dieta habitual para cumplir con criterios de respeto al medio ambiente y la salud.
Señalan los ecologistas que la producción y consumo de productos de origen animal suponen el 45% de la huella climática del sistema agroalimentario en España.1,57 toneladas de CO2 equivalente por persona al año. Es especialmente significativa la producción industrial de carne, principalmente de aves y cerdo, por su importante huella de carbono asociada al consumo de piensos. A la vez que por ser un importante vector en la degradación del medio ambiente en el país.
Sugieren que es más eficiente una estrategia de reducción del consumo de carne, combinada con la sustitución de la producción de carne industrial por otra de ganadería extensiva.
Además, debido a las laxas normas de control y al riesgo de tratados comerciales como el de la Unión Europea y Mercosur, se pierde fácilmente la pista a las importaciones brasileñas en la cadena alimentaria. Así como la pérdida de millones de hectáreas de bosques, sabanas y pastizales en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.
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