A Laura Opazo siempre le ha apasionado la moda. Fue una consumidora terrible y compulsiva hasta que decidió investigar qué había realmente detrás de la industria textil y cambiar sus hábitos de consumo para que sus acciones estuvieran en consonancia con el mundo que quería. En su libro Armario sostenible nos enseña a cuidar y a preservar los recursos naturales. A cambiar el mundo desde el armario. No hay tiempo que esperar, la industria de la moda es la segunda más contaminante del planeta
El consumo responsable se asienta en dos pilares: la inteligencia y la consciencia. Laura Opazo, publicista y comunicadora, afirma que vivimos en una sociedad que nos incita a consumir compulsivamente. Compramos sin analizar qué necesitamos y qué nos favorece y acumulamos ropa que terminamos por no ponernos. Según datos de Naciones Unidas, la industria textil tiene un gran impacto sobre los recursos naturales del planeta, llegando al punto de ser el segundo sector más contaminante del mundo. Gracias a la huella ecológica (un indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana de los recursos existentes y de la capacidad ecológica de regenerarlos), somos capaces de medir nuestras acciones y ser conscientes de la necesidad de cambio en nuestros modelos de producción y hábitos de consumo.
Laura Opazo, autora de Armario sostenible, es una de las principales divulgadoras sobre moda sostenible. Difunde la importancia de un armario sostenible a través de su cuenta de Instagram, colabora en EsRadio y en Canal Decasa e imparte clases en ISEM Fashion Business School. Toda la información y la experiencia que ha ido acumulando le ha ayudado a reflexionar y a cambiar el rumbo. “Teniendo los datos y las fuentes de información necesarias a nuestro alcance –explica–, lo ideal sería tomar acción y, entre todos, aportar nuestro pequeño grano de arena: por un lado, que las empresas inviertan para poder ser más sostenibles y, por otro, que los consumidores apoyemos a las firmas que trabajan por ofrecer productos más sostenibles. De esta forma, poco a poco, entre todos, contribuimos al cambio”.
Los vaqueros, por ejemplo, son por excelencia un fondo de armario infalible, ideales para cualquier época del año, pero ¿sabemos lo que requiere fabricarlos? Un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid indica que fabricar unos vaqueros conlleva entre 2.100 y 3.000 litros de agua. En España podemos encontrar marcas como Bluyins, creada por Beatriz Rivera, en donde diseñan vaqueros de forma sostenible. Trabajan con máquinas de última tecnología que utilizan láser, ozono y tecnología e-Flow para producir los jeans. Con respecto al gran consumo de agua que requiere la fabricación de otros vaqueros, en Bluyins reducen hasta un 80% los litros de agua empleados en la producción. La pieza que más agua ha requerido han sido 11 litros, y 2 litros la que menos.
La firma española Capitán Denim es un ejemplo idóneo de trazabilidad que destaca por su imagen fresca y moderna, así como por ofrecer un producto de calidad bajo códigos sostenibles. Usan tejidos certificados, orgánicos y reciclados, en donde llevan a cabo medidas de reciclaje con los restos de tejido sobrante de producción para volver a generar nuevo tejido.
Para seguir un hábito de consumo consciente y más sostenible solo necesitamos informarnos. Armario sostenible, publicado por la editorial Zenith (Grupo Planeta), nos enseña a cambiar el mundo desde dentro del armario.
Cada español desecha al año 12 kilos de ropa. Una camiseta de tres euros dura seis lavados. ¿Estamos en la era de los devoradores de ropa?
Totalmente, estamos inmersos en la era de la bulimia del consumo puro y duro. Hoy en día, solemos repartir nuestro tiempo entre ver la tele, navegar por las redes sociales e ir de compras online. Algo que hacemos recurrentemente porque los productos son cada vez más económicos, pero también pasan antes de moda y son de peor calidad, por lo que tenemos que reemplazarlos constantemente. A veces ni siquiera nos esforzamos en alargar el ciclo vital de las prendas y en cuanto nos dejan de hacer gracia, los descartamos. Triste, pero cierto.
Se ensalza la compra compulsiva de moda y se equipara incluso a una terapia emocional. ¿Quién da alas al monstruo?
El marketing y la comunicación tan agresiva que hay en la industria, experta en generar deseo, nos invitan a consumir constantemente. Basta con sentarnos delante del televisor y analizar el tipo de publicidad que nos bombardea a todas horas para darnos cuenta; aunque también es cierto que hay personas más vulnerables que otras a las tácticas publicitarias que invitan a un consumo que promete éxito y felicidad. Hoy por hoy, es una realidad que muchas personas disfrutan comprando y que es difícil detectar que se trata de un problema, porque socialmente está bien visto. Y sí lo es y se llama oniomanía. Eso sí, quienes más caen en este juego son las mujeres, porque la publicidad que se hace está dirigida fundamentalmente a ellas y tienden a realizar compras compulsivas con mayor asiduidad.
¿Realmente el fast fashion nos hace más felices o solo es una treta más del marketing?
Curiosamente, aunque la publicidad suela auspiciarse en la felicidad para empujarnos a comprar, consumir no nos hace más afortunados. Una vez que hemos cubierto nuestras necesidades básicas, el excedente de consumo no suma alegría, sino una falsa sensación de satisfacción que enseguida se disipa. Hemos pasado de comprar ropa para cubrir unas necesidades de protección, subsistencia e identidad, a comprar ropa como una actividad que forma parte de nuestro ritual de ocio de forma regular, pero que nos genera una insatisfacción constante.
¿Comprar ropa puede llegar a convertirse en una costumbre, una especie de socialización?
“Ir de compras” lo tenemos integrado como una parte más de nuestro ocio, como un momento en el que compartimos tiempo con nuestros amigos. Es una realidad que muchas personas disfrutan comprando y que es difícil detectar que se trata de un problema, porque socialmente está bien visto. Eso sí, insisto en que quienes más caen en este juego son las mujeres, porque la publicidad que se hace está dirigida fundamentalmente a ellas por toda la presión social que hay en torno a nuestra imagen.
La etiqueta moda sostenible ha eclosionado a raíz de la pandemia. ¿No estamos ante una nueva moda efímera que busca perpetuar un modelo insostenible de producción y consumo?
La sostenibilidad no es una moda efímera en absoluto. Todas las empresas, independientemente del sector al que pertenezcan, pero muy especialmente el textil por lo lesivo que es, deben revisar sus modelos de producción y gestión para tratar de cumplir con los ODS. Pensar que es una moda o tendencia pasajera es una frivolidad.
Las grandes empresas se apuntan a la tendencia y hablan de cero emisiones, de compra de créditos de carbón y de otros recursos para lavarse la cara. Aquí sucede lo mismo que con la digitalización: todos se apuntan al carro, pero muy pocos entienden el concepto. ¿Cómo evitar el greenwashing?
Es obvio que lo ecológico y los sostenible vende y, por lo tanto, las marcas se apuntan tantos para no perder rentabilidad. Así pues, muchas firmas de la industria de la moda rápida prometen cambios, pero, sin embargo, siguen estando lejos de poder considerarse comprometidas y están usando técnicas de marketing para lavar su imagen. Para los consumidores puede resultarnos todo muy confuso y acabamos sintiéndonos un tanto estresados, pero igual que desde hace unos años empezamos a mostrar interés en saber interpretar los ingredientes de un producto alimenticio o el código INCI de un producto cosmético, parece que ahora también nos interesa saber los “ingredientes” de los que están hechas nuestras prendas y los modos y formas en los que han sido producidas. Cuando hay interés y curiosidad, cuando hay conocimiento, es más fácil evitar el greenwashing que se aprovecha de nuestra ignorancia.
Dicen los impulsores de la moda sostenible, en su mayoría pequeñas empresas, que ni el diseño, ni los materiales ni el reciclado es complicado de conseguir, que lo difícil es vender. ¿De qué forma pueden competir en un mercado dominado por los grandes?
En la mente colectiva todavía hay esa imagen de que la moda sostenible carece de estilo, tiene un toque bohemio muy determinado que no va con todo el mundo, es inaccesible, no es elegante, etc. En la actualidad, la oferta es amplia y variada, pero muchas de estas marcas no destinan muchos recursos a publicitarse y no todo el mundo accede a ellas por desconocimiento. Es cuestión de tiempo que la gente vaya conociendo otras alternativas, pero Roma no se construyó en un día.
La ropa dura cada vez menos y se deteriora rápidamente. ¿Aquí también se da la obsolescencia programada?
Por supuesto, no interesa que las prendas duren, lo que la industria quiere es que vuelvas a la tienda a comprar otra distinta y, además, lo hagas cada dos semanas, que es el ritmo de renovación de tendencias que ha impulsado la moda rápida.
¿Se investigan nuevos materiales de confección? ¿Y tecnologías?
Por supuesto. Parte de los cambios han empezado a darse especialmente en tres áreas: investigación de fibras, diseño y producción, y algo menos en reciclaje y reutilización. Hasta hace poco, los diseñadores consideraban el tejido en función de la estética que quisieran conseguir a la hora de crear. En estos momentos, para que una firma trabaje en línea con la sostenibilidad, el diseñador tiene que ir más allá a la hora de elegir un tejido para sus diseños.
Los tejidos que debe utilizar deben ser lo más sostenibles posibles y eso significa que en su elaboración haya poco consumo energético y de agua, que se produzcan con energías limpias, que en dicho proceso generen poca huella hídrica y de carbono, que no sean tóxicos para la salud de los trabajadores y de los consumidores, que generen poco residuo, que sean elaborados en condiciones de trabajo dignas y que se reciclen fácilmente.
Lógicamente, el producto final se encarece. ¿La moda sostenible está al alcance de todos los bolsillos?
Lo más sostenible parte de reducir nuestro consumo. Eso sí, si nos ceñimos al precio de las marcas de moda sostenible, es necesario considerar que muchos consumidores toman como estándar el precio de la ropa de las cadenas de bajo coste, cuando este no es realista con el valor que tienen realmente las cosas. La moda rápida es barata para nuestro bolsillo, porque, no incorpora el coste social y ecológico. En estas últimas décadas, este tipo de moda nos ha educado mal como consumidores al hacernos pensar que lo que pagamos es el precio de lo que cuestan las cosas realmente, cuando no es así, y pagar ahora el precio justo de una prenda nos parece caro y nos sentimos estafados.
Sostiene Roberto Verino que nadie en su sano juicio puede pensar que un vaquero de nueve euros es sostenible. ¿Tiene entonces la moda sostenible el precio que debería tener?
Lógicamente, el precio de una prenda hecha de manera ética va a ser más elevado de lo que ofrece la industria de la moda de usar y tirar, pero tiene su razón de ser, como te he comentado antes.
La ropa más ecológica es la que ya tenemos en el armario, y el mejor residuo, el que no se produce. Lo más sostenible es lo que ya está hecho. No obstante, la ropa de segunda mano o el reciclaje de prendas no cuenta con mucha aceptación. ¿Por qué? ¿Cómo se puede revalorizar el reciclado?
En España tenemos muy arraigado el sentimiento de propiedad al contrario que en otros países como Suecia, donde consumir segunda mano es algo que está bien visto. Aquí todavía nos cuesta aunque cada vez más gente se anima a utilizar plataformas como Vestiaire Collective (para la compra y reventa de artículos de semilujo y lujo) o Wallapop o Vinted, que están normalizando las transacciones de venta de prendas entre particulares.
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