Como si de una competición olímpica se tratara, se rompe un récord tras otro: las mayores caídas de los precios del petróleo, los mayores descensos en la demanda y los más grandes índices de desinversión. El mercado energético ha sido uno de los más afectados por la pandemia
La pandemia del coronavirus causó la mayor caída en la inversión energética global jamás registrada desde la Segunda Guerra Mundial, que fue un profundo retroceso en la demanda de energía.
El sombrío panorama fue reflejado por la Agencia Internacional de Energía en el informe de finales de mayo. La AIE advertía que la caída de la demanda, la reducción de los precios y el aumento en la falta de pago de las facturas han hecho que los ingresos de energía disminuyan en más de un billón de dólares en 2020.
Es apenas la punta del iceberg. Las consecuencias más visibles e inmediatas del confinamiento y las restricciones para afrontar la primera pandemia del milenio.
Todavía no concluye el primer semestre de 2020, pero los estudios, análisis, cotizaciones, despidos y bancarrotas muestran el impacto de la COVID-19 en los mercados energéticos, tanto del petróleo como del gas, la electricidad y las renovables.
El panorama a corto, mediano y largo plazo es preocupante e incierto. No hay un consenso ni claridad acerca del futuro del mercado energético. Lo que ocurra dependerá de muchos factores: cuánto tiempo tomará controlar la pandemia o desarrollar una vacuna, qué medidas de rescate aplicarán los gobiernos y organismos internacionales, cómo reaccionarán otros sectores (transporte, turismo, infraestructura), qué países o regiones se verán más afectados.
Adicionalmente, cada tipo de energía se verá impactada de manera distinta. Del mismo modo, influirán las diferencias geográficas, demográficas y hasta culturales. Vale la pena hacer algunas consideraciones.
Combustibles fósiles en la línea de fuego
Los combustibles fósiles han sido los más afectados con las caídas de la demanda del 30% para el petróleo y 15% para el carbón.
El precio del crudo se vio gravemente afectado en abril. Una estrepitosa caída llevó las cotizaciones del West Texas Intermediate a terreno negativo (otro récord).
La AIE calcula en un 20% el impacto de la crisis económica de este año en la inversión en energía, que se esperaba que creciera alrededor de un 2% antes de la COVID-19. Una caída de casi 400.000 millones de dólares.
A medida que la demanda y los precios colapsan es probable que el gasto de los consumidores en petróleo disminuya en más de un billón de dólares, lo que inducirá un cambio histórico: por primera vez el gasto en electricidad excederá al de petróleo (para seguir con los récords).
La AIE toma como línea base para las estimaciones de 2020 una recesión global, resultado de bloqueos generalizados. En abril, la agencia señaló que las emisiones de CO2 caerán un 8%, la mayor disminución jamás registrada y que la inversión en energía se reducirá en un quinto.
Sin embargo, los peores resultados se relacionan con la disminución de los ingresos por la caída de la demanda y de los precios. Un ejemplo claro es el sector petrolero. Los datos diarios hasta mediados de abril sugieren que los países han visto caer la demanda de energía en una cuarta parte.
Las previsiones son que, después del petróleo, el carbón será el combustible más afectado por la crisis. La demanda podría caer un 8% este año, mientras la inversión en el suministro bajaría un 25% y el gasto en nuevas plantas a carbón retrocedería alrededor del 11%. Sin embargo, la caída del carbón podría limitarla la recuperación de la demanda de combustibles fósiles en China. La AIE considera que invertir allí es rentable. Las aprobaciones de nuevas plantas de carbón en China, en el primer trimestre de 2020, “se estaban ejecutando al doble de la tasa observada en 2019 en su conjunto”.
Tecnologías más eficientes
Cada año, la infraestructura energética retira equipos e instala nuevos. Por lo general, las tecnologías de reemplazo son más limpias y eficientes, aunque no es siempre el caso. Se espera que la crisis del coronavirus tenga consecuencias en la tasa de rotación. De hecho, se han retirado algunas plantas e instalaciones de energía más antiguas.
La AIE advierte que los gobiernos podrían responder a la pandemia invirtiendo poco en nuevas tecnologías y aumentando su dependencia en tecnología ineficiente y antigua. La inversión en eficiencia podría caer entre un 10 y un 15% a medida que se reduce el gasto público. El informe recomienda a los responsables políticos “combinar la recuperación económica con los objetivos energéticos y climáticos”.
Crecimiento lento, pero sostenido
La parte del gasto mundial en energía destinada a la energía limpia, incluidas las renovables, así como las mejoras nucleares y de eficiencia, ha sido constante en cerca de un tercio en los últimos años. No extrañaría que este año cambie a medida que la cuota de energía limpia se acerque a las dos quintas partes del gasto total.
La Agencia Internacional de Energía dice que se espera el aumento de la demanda de energías renovables. Las medidas de distanciamiento social y bloqueo adoptadas en casi todos los países impulsan cambios a fuentes de energía más confiables y más limpias, como la eólica, la hidroeléctrica y la solar fotovoltaica. Sin embargo, la razón principal para que la energía limpia aumente su participación es que los combustibles fósiles recibirán un “golpe muy fuerte”. El gasto en estas tecnologías está “muy por debajo de los niveles” necesarios para acelerar las transiciones de energía.
Si bien la desaceleración en el gasto de energía limpia es menos significativa, corre el riesgo de socavar la transición necesaria hacia sistemas de energía más resistentes y sostenibles”.
Las fuentes de energía renovable han recibido un impulso y se espera que la demanda general crezca un 1% este año, en particular la necesidad de electricidad renovable, que se espera que aumente un 5%.
Pero hay riesgos
Los sectores eólico y solar no han evitado por completo el impacto de la COVID-19. La finalización de varios proyectos de construcción de energía limpia se han retrasado debido a la interrupción de las cadenas de suministro y al riesgo que representan los incentivos gubernamentales específicos que finalizan este año.
La Agencia Internacional de Energía manifestó en marzo su preocupación de que la caída de los precios de los combustibles fósiles podía desalentar el gasto en medidas de eficiencia energética necesarias para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, el choque financiero masivo de la pandemia podría poner en peligro las políticas para apoyar la energía renovable y los futuros sistemas de energía con bajas emisiones de carbono.
La AIE dice que los gobiernos deben implementar políticas que ayuden a evitar un retraso en el cambio de los combustibles fósiles. La reducción de la demanda mundial de energía por las medidas de cierre relacionadas con COVID-19 ha abierto oportunidades para que el sector de la energía renovable se acelere y fortalezca su posición en la industria energética.
ES PRECISO COMBINAR LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA CON LOS OBJETIVOS ENERGÉTICOS Y CLIMÁTICOS
Los gobiernos y las empresas que introducen las políticas y los incentivos financieros necesarios para apoyar proyectos y tecnologías de energía limpia podrían mantener el impulso del sector de las energías renovables, desempeñar un papel importante para contribuir a la recuperación económica de la crisis, al tiempo que aseguran un futuro más confiable y de energía limpia que aumenta las posibilidades de alcanzar los objetivos del cambio climático.
Por ejemplo, Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, afirma que su compañía continuará invirtiendo miles de millones en energía renovable y redes de electricidad para que la energía limpia se integre en el suministro.
La movilidad eléctrica
El año 2019 fue difícil para la industria automotriz. Se desaceleró el crecimiento total de las ventas en todas las regiones. En China y Estados Unidos fue negativo. Sin embargo, ese período “turbulento” para la industria probablemente parecerá leve en comparación con el registrado este año 2020. Los bloqueos han afectado severamente las ventas y la agencia estima una caída alrededor del 15%, dramática hasta en comparación con la caída del 10% que siguió a la crisis financiera del año 2008.
Sin embargo, a pesar de que las ventas de vehículos eléctricos siguieron patrones más amplios y que en 2019 se estancaron debido a la importante disminución de las compras chinas, su participación general en el mercado ha continuado aumentando. Se espera que los automóviles eléctricos vayan en contra de la tendencia mayoritaria y que en 2020, debido particularmente al apoyo de políticas en Europa, aumentarán las ventas de vehículos eléctricos al igual que su cuota de mercado.
Certeza de incertidumbre
Lo único seguro, hasta ahora, es que se desconoce cuánto impactará la pandemia el mercado energético ni cómo serán sus efectos. Uno de los instrumentos de los analistas para prever lo que ocurrirá en el futuro es lo que ha ocurrido en el pasado en circunstancias similares.
Si bien esta no es la primera crisis global, ni siquiera la primera pandemia, ocurre en medio de circunstancias inéditas: la globalización, el desarrollo tecnológico, el calentamiento global, las emisiones de gases de efecto invernadero, factores que componen un escenario muy complejo y totalmente distinto a lo que pudo vivirse con la gripe española, la Gran Depresión o la Primera y Segunda Guerra Mundial. Incluso muchas cosas han cambiado desde la crisis de 2008.
China, en donde se originó la pandemia, tiene un peso específico como consumidor de energía y como proveedor de tecnología, que no tenía hace una década. Del mismo modo, Estados Unidos sigue siendo el mayor consumidor de petróleo, pero con un rol de productor y hasta de exportador impensable años atrás.
Pero a la par de la incertidumbre, hay una conciencia mundial acerca de la necesidad de una transición energética, frente a una crisis ambiental que no puede esperar que la economía se recupere.
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