La reducción mundial del deseo de tener hijos es la fuerza que impulsa la disminución alarmante del crecimiento de la población
Las decisiones sobre fertilidad y procreación están teniendo un impacto profundo en la sociedad. Cada vez más personas eligen tener menos hijos o incluso ninguno. La situación ha provocado una disminución en el crecimiento de la población mundial, lo que plantea preguntas sobre el futuro de la humanidad. Las tendencias demográficas se desarrollan en el muy largo plazo y cambiarlas es muy difícil.
En Japón, por ejemplo, la tasa de fertilidad ha caído a 1,3 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo de 2,1. Esta disminución ha resultado en una población que envejece rápidamente, con consecuencias para la economía y el bienestar social. En Europa la situación es similar, con países como Italia y Alemania enfrentando desafíos demográficos significativos.
Mientras que algunas personas eligen no tener hijos para enfocarse en sus carreras o estilo de vida, otras enfrentan barreras económicas y sociales que dificultan la crianza. Con la caída de las tasas de natalidad, más sociedades se encaminan hacia una era de despoblación generalizada e indefinida en todo el planeta.
También la disminución de la natalidad ha significado un aumento en la proporción de personas mayores en muchos países. Esta tendencia creciente ha generado preocupaciones sobre cómo las sociedades manejarán una población envejecida.
En lugares como Italia y Japón, donde las tasas de natalidad son particularmente bajas, las comunidades están luchando para adaptarse a esta nueva realidad.
En Italia, se espera que el 35% de la población tenga más de 65 años para el 2050. Este envejecimiento demográfico está poniendo una presión considerable sobre los sistemas de salud y las pensiones.
Hace mucho tiempo
La última despoblación mundial fue revertida por la capacidad de procreación luego de que desapareció la Peste Negra del siglo XIV. Sin embargo, ahora la falta de capacidad de procreación es la causa de la disminución de la población humana, algo que no había ocurrido en la historia de la especie. La reducción mundial del deseo de tener hijos es la fuerza revolucionaria que impulsa la inminente despoblación.
En balde han sido los intentos de los gobiernos de incentivar la maternidad y que las tasas de fertilidad vuelvan a los niveles de reemplazo. El panorama pinta sombrío para muchos. Vaticinan que las sociedades cada vez tendrán menos trabajadores, empresarios e innovadores, y más personas dependientes de cuidados y asistencia. Pero los problemas que plantea esta dinámica no tienen por qué ser catastróficos. La despoblación no es una sentencia grave.
Es en última instancia un nuevo contexto difícil, en el que los países aún pueden encontrar formas de prosperar. Las sociedades deben prepararse para afrontar desafíos sociales y económicos de un mundo que envejece y se despuebla. La gran mayoría de la población mundial ya vive en países con niveles de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo, incapaces de sostener la estabilidad demográfica a largo plazo.
Sostenibilidad económica en riesgo
El envejecimiento de la población es una tendencia global que tiene implicaciones significativas para la economía y la sociedad. Con una mayor proporción de personas mayores, los gobiernos enfrentan desafíos para proporcionar atención médica adecuada y sostenibilidad económica.
En China, la población mayor de 60 años se duplicará en los próximos 30 años, papa llegar a 480 millones. Este cambio demográfico tendrá un impacto profundo en la economía, con una fuerza laboral en declive y una mayor demanda de servicios sociales.
En Estados Unidos el envejecimiento de la población también está creando desafíos similares.
Hasta ahora solo las sociedades ricas de Occidente y del este de Asia habían envejecido, pero en el futuro previsible muchas naciones pobres tendrán que hacer frente a las necesidades de una sociedad envejecida, aunque sus trabajadores sean menos productivos que los de los países más desarrollados.
Las naciones pobres estarán bajo una gran presión para construir estados de bienestar antes de poder financiarlos. A medida que las personas viven más tiempo, la necesidad de soluciones innovadoras para el cuidado de los ancianos se vuelve más urgente.
Incentivos a la maternidad
Algunos países están experimentando con políticas para fomentar la natalidad y enfrentar el desafío demográfico. Estas políticas incluyen incentivos financieros para las familias, permisos de paternidad más largos y apoyo a la educación infantil.
Y parece increíble, pues hasta hace apenas dos generaciones, gobiernos, expertos instituciones mundiales estaban en pánico por la posibilidad de una explosión demográfica. Temían una hambruna masiva y una pauperización como consecuencia de la alta procreación en países pobres.
Ese pánico fue exagerado. La llamada explosión demográfica resultó ser un testimonio del aumento de la esperanza de vida debido a mejores prácticas de salud pública y acceso a la atención sanitaria. Más allá del súper crecimiento demográfico del último siglo, el planeta es más rico y está mejor alimentado, y los recursos naturales son más abundantes y menos costosos.
En Francia, el Gobierno ofrece generosos subsidios a las familias con hijos, así como servicios de cuidado infantil asequibles. Estas medidas han resultado en una tasa de fertilidad relativamente alta de 1,9 hijos por mujer, comparada con otros países europeos. En Suecia, la política de permisos parentales igualitarios ha fomentado una mayor participación de los padres en la crianza. Esto ha impulsado la tasa de fertilidad.
Las mejoras en salud, educación y ciencia y tecnología son el combustible para avances materiales. Aún con envejecimiento de la población y contracción demográfica, las sociedades aún pueden beneficiarse del progreso generalizado en estas áreas.
El mundo nunca ha estado tan ampliamente escolarizado como lo está hoy, por lo que no existen razones para que se paralice el aumento de la capacitación se detenga. Mucho menos, si se piensa en las inmensas ganancias que se derivan de la educación tanto para las sociedades como para los propios aprendices.
Estrategias adaptadas
No todas las fórmulas funcionan de la misma manera en todos los contextos. La clave está en adaptar las políticas a las necesidades de una población que envejece y culturas específicas de cada país. A medida que la vieja pirámide de población se invierta y las sociedades adopten nuevas estructuras en un contexto de declive poblacional a largo plazo, la gente tendrá que desarrollar nuevos hábitos mentales, convenciones y objetivos de cooperación.
Los responsables de crear políticas tendrán que también aprender nuevas reglas para el desarrollo en medio de la despoblación. La fórmula básica para el avance material de cosechar los frutos de un aumento de los recursos humanos y de la innovación tecnológica mediante un clima empresarial favorable, será la misma, pero el terreno de riesgo y oportunidad que enfrenten las sociedades y las economías cambiarán con la despoblación. En respuesta, los gobiernos tendrán que ajustar sus políticas para tener en cuenta las nuevas realidades.
La transición inicial hacia la despoblación implicará cambios duros y lo más probable es que las pensiones nacionales y la atención médica para la tercera edad fracasen a medida que la población activa se reduzca y el número de solicitantes de prestaciones de edad avanzada aumente. Si continúan los patrones actuales de trabajo y gasto específicos para cada edad, los países en proceso de envejecimiento y despoblación carecerán de ahorros para invertir en el crecimiento.
Para adaptarse con éxito, los Estados, las empresas y los individuos tendrán que dar prioridad a la responsabilidad y al ahorro. Habrá menos margen de error para los proyectos de inversión. A medida que las personas vivan más y tengan salud hasta la vejez, se jubilarán más tarde. La actividad económica voluntaria a edades cada vez más avanzadas hará que el aprendizaje permanente sea imperativo.
Implicaciones geopolíticas
La disminución de la población y su envejecimiento también tiene implicaciones geopolíticas. Los países con poblaciones que envejezcan más pueden perder influencia y poder en la escena internacional. En contraste, aquellos con poblaciones jóvenes y en crecimiento pueden ganar protagonismo.
En Rusia, la disminución de la población está afectando su capacidad para mantener una fuerza laboral robusta y un ejército fuerte. Por otro lado, países como India, con una población joven y en crecimiento, están emergiendo como potencias económicas y políticas.
La geopolítica de los números no se trata solo de quién tiene más personas, sino de cómo esas poblaciones están estructuradas y qué capacidades tienen para influir en el mundo. El mundo está entrando en un nuevo capítulo donde la elección individual, las políticas gubernamentales y las tendencias demográficas están configurando el futuro de la humanidad. Adaptarse a estos cambios es la clave para asegurar un futuro sostenible. La pregunta es cómo balancear las decisiones individuales con las necesidades colectivas de la sociedad.
Impacto de la migración
La migración ha sido una herramienta para contrarrestar los efectos de la baja natalidad en muchos países desarrollados. A medida que las tasas de fertilidad disminuyen, los países buscan alternativas para mantener una fuerza laboral robusta y dinámica. La migración, especialmente de jóvenes profesionales, no solo proporciona una solución temporal, sino también una forma de rejuvenecer la población activa.
En Alemania, las políticas migratorias han permitido la entrada de miles de jóvenes profesionales, ayudando a equilibrar la pirámide poblacional y aliviar la presión sobre los sistemas de pensiones y salud. Canadá ha adoptado un enfoque similar para cubrir vacantes laborales y fomentar el crecimiento económico. Sin embargo, la migración también presenta desafíos, como la integración social y cultural de los inmigrantes en la sociedad receptora.
La migración no es una solución mágica al envejecimiento de la población, pero sí una pieza importante en el rompecabezas demográfico. Es esencial diseñar políticas migratorias que no solo atraigan talento joven, sino que también promuevan la inclusión y la cohesión social. Un enfoque global y colaborativo es fundamental para enfrentar los desafíos demográficos de manera sostenible y equitativa.