Las empresas cárnicas y lácteas del mundo están trabajando arduamente para convencer al público y a los legisladores de que una versión más “ecológica” de la carne de res es benigna para las personas y el planeta. Es el caso del gigante mundial de alimentos Tyson, que presentó una nueva línea de productos de ese renglón proteico.
El producto, denominado «BrazenTM Beef», fue el primero de su tipo en recibir el sello «Amigable con el clima» del Departamento de Agricultura de EE UU. Según los informes, la marca, que surgió del «Programa de carne de res climáticamente inteligente» de Tyson, obtuvo esta insignia al asegurar una reducción del 10% en las emisiones de gases de efecto invernadero. En comparación con la carne de res normal de América del Norte.
La empresa es franca sobre la estrategia de marketing del producto. Tyson le dijo a Progressive Grocer que está «tratando de ser optimista y diferente». Al dirigirse a los consumidores jóvenes Millennial y Gen Z.
La propuesta se enfrenta a la creciente conciencia pública sobre los daños de la agricultura animal. Y más que nunca se habla de la necesidad urgente de eliminar la carne y los lácteos de nuestras dietas para reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Pero las corporaciones poderosas se esfuerzan por convencernos de lo contrario. Para hacerlo, recurren a la ciencia amigable y a la promesa de innovación tecnológica. Así como campañas de marketing ingeniosas que prometen carne y productos lácteos «neutrales para el clima» o «inteligentes para el clima». Con el propósito de crear la idea de que podemos seguir comiendo grandes cantidades de las cosas mientras nos enfocamos en los objetivos climáticos.
¿Carne de res ecológica?
Estas narrativas sobre carnes de res ecológicas y otros productos han generado preocupación entre muchos científicos y activistas. Dicen que la industria está exagerando su potencial de transformación, con la ayuda de investigadores clave y profesionales de relaciones públicas, con nociones engañosas de carne y vacas lecheras «limpias» o «verdes», reseña DeSmog.
Una tendencia al alza durante décadas en el consumo de carne y lácteos, principalmente en las partes más ricas del mundo, ha llevado a que la producción de carne de res se duplique en los últimos 50 años.
Según el último recuento, la producción ganadera contribuye con el 14,5 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
El sector afirma que puede reducir estas emisiones sin dejar de crecer. Pero las matemáticas no cuadran, y tampoco la línea de tiempo.
La ciencia muestra que para que la humanidad se mantenga por debajo de los 1,5 °C de calentamiento, debemos reducir las emisiones, y con rapidez. El metano es un gas de efecto invernadero que el ganado expulsa en grandes cantidades. Y ha sido identificado por la ONU y los líderes mundiales como la ruta más rápida para reducir las altas temperaturas.
El ganado representa un tercio de las emisiones globales totales de metano. Un gas potente que atrapa el calor unas 80 veces más eficazmente que el dióxido de carbono, pero se descompone más rápidamente en la atmósfera.
Asimismo, la producción animal emite el 65% de las emisiones globales de óxido nitroso. Este gas, que se filtra en el aire a partir del estiércol de vaca y los fertilizantes, es 300 veces mejor para atrapar el calor que el dióxido de carbono. Y permanece en la atmósfera durante unos 110 años.
Sin tocar el consumo ni al consumidor
En este contexto, la industria cárnica se considera cada vez más como un sector en el que se pueden y deben reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Al igual que la industria de los combustibles fósiles. De allí que surgen diversas propuestas como la carne de res ecológica.
Una nueva investigación publicada en Nature Climate Change en marzo, que pudo identificar por primera vez el calentamiento causado por las emisiones del ganado, se ha sumado a la presión.
Encontró que sin una acción decisiva, las emisiones del sistema alimentario por sí solas empujarán al planeta a más de 1,5 °C de calentamiento global y formuló algunas recomendaciones claras. Como recortes profundos en el consumo de carne y lácteos en los países de ingresos altos. Así como la reducción de las emisiones del ganado y estiércol y el cambio a energía renovable en el sistema alimentario.
Si bien los productores de carne y lácteos insisten en que están trabajando arduamente en las dos últimas recomendaciones, no aprobarán la primera. “Hemos analizado cada una de estas empresas, y ni una sola dice: ‘vamos a comenzar a alejarnos de este sistema’. O ‘nuestro modelo de ganancias no implica un crecimiento continuo’”. dice Ben Lilliston, Director de Estrategias Rurales y Cambio Climático en el grupo de expertos sobre sistemas alimentarios Instituto de Políticas Agrícolas y Comerciales.
“Todos se están haciendo más grandes. Y eso significa más uso de los recursos naturales, y casi inevitablemente significa más emisiones”, agregó.
Entretanto, las afirmaciones engañosas sobre la neutralidad climática de la carne de res, también llamada carne de res ecológica y los productos lácteos se basan en una base científica que puede describirse como «favorable para la industria».
En busca de nuevas opciones
Las soluciones tecnológicas propuestas van desde lo extraño hasta lo extraordinario. Desde máscaras para vacas que capturan sus eructos llenos de metano, hasta edición genómica para criar vacas con «bajo contenido de metano» para producir carne de res ecológica. Todo está orientado a cambiar las vacas, no el comportamiento del consumidor.
Los aditivos alimentarios que funcionan para suprimir la producción de metano en el sistema digestivo de los rumiantes son una de esas innovaciones. El feed creado por la empresa de tecnología agrícola británico-suiza Mootral afirma estar «salvando nuestro clima una vaca a la vez». Y ha utilizado el hashtag #climatesmartcow en su sitio web. Según CNN Business esta es una solución que «puede reducir el metano en las vacas y los agricultores ganar dinero para».
Sin embargo, aunque se ha demostrado cierto éxito en ensayos a pequeña escala, para que aditivos como estos tengan un «impacto adecuado», escribe Dutkiewicz, tendrían que producirse en volúmenes fenomenales.
En el caso de las algas, otro aditivo para piensos en desarrollo, la industria necesitaría cultivar suficientes algas para alimentar a 1500 millones de vacas. También requeriría encontrar una manera de transportarlas a las que se crían en pastos, no solo a los corrales de engorde industriales.
“Creo que los aditivos para piensos son solo una pista falsa completa”, dice Dutkiewicz. «No he visto absolutamente ninguna prueba de que esta sea una ‘solución’ escalable para las emisiones».
Por otra parte, Thomas Hafner, director ejecutivo y fundador de Mootral, comentó a DeSmog que «se deben considerar todas las rutas disponibles para la reducción del metano». Insistió en que el producto es una “solución escalable” para que los agricultores logren “reducciones inmediatas y permanentes de las emisiones de la agricultura”.
Promesas verdes de la agricultura animal
Otras tecnologías también tienen problemas. Están los digestores anaeróbicos, también conocidos como «biodigestores» o «digestores lácteos». Capturan las emisiones de metano de los desechos orgánicos como el estiércol para producir gas que se quema para obtener energía.
Los biodigestores no solo tienen fugas, liberando metano previamente «capturado» de las lagunas de estiércol a la atmósfera, sino que la quema de metano también emite otros contaminantes peligrosos del aire.
Jan Dutkiewicz concluye que aún existen serios obstáculos económicos, logísticos y científicos entre las promesas verdes de la agricultura animal industrial y la realidad.