Cuando parece que el mundo se recupera del brote más intenso de COVID-19 desde 2020, Corea del Norte comienza a registrar sus primeros casos oficiales de la enfermedad que ha paralizado al mundo. Con 18.000 casos, 6 muertes y un grave brote de ómicron, se declaró un confinamiento estricto y emergencia nacional. Las fronteras se cerraron completamente. La población ahora se encuentra en una situación vulnerable e indefensa. El autócrata Kim Jong-un rechazó por completo todo tipo de programa de vacunación, incluso el ofrecido por la comunidad internacional.
Desde enero de 2020, Corea del Norte decidió frenar los contagios cerrando por completo el país y aislándose, aún más, del resto del mundo. Incluso perdió contacto con China y Rusia, sus únicos aliados y socios comerciales, por el miedo a un brote. Aunque los expertos argumentan que es prácticamente imposible que el país haya estado libre de COVID en medio de una pandemia mundial, su líder se declaró oficialmente libre de la enfermedad y se realizaron solo 13.000 pruebas de detección que salieron negativas. Además, el país rechazó todo tipo de vacunación. No estaba en sus prioridades lidiar en un futuro con el coronavirus.
Preocupación ante brote de ómicron en Corea del Norte
Ahora al Gobierno le preocupa un brote de casi 20.000 casos en poco tiempo. Kim Jong-un se comprometió a erradicarlo y ordenó controles de «máxima emergencia» contra el virus, que había violado el «frente de cuarentena». Pero la preocupación de la comunidad internacional y los expertos en salud es por el precario sistema de salud de Corea del Norte. Y ninguno de sus 25.000.000 de habitantes está vacunado.
Kim afirma que ómicron llegó a la capital de Pyongyang hace cinco días, dos años y medio después de que comenzó la pandemia en el mundo. Se detectaron varios casos de fiebre entre residentes y se les tomaron muestras. La Agencia Telegráfica Central de Corea, KCNA, no precisó de cuántas infecciones se descubrieron ni el origen del brote, pero confirmó que aproximadamente 18.000 personas presentaban fiebre. No obstante, unas 187.000 fueron puestas en cuarentena. Kim Jong-un habría asistido al centro de cuarentena nacional a “inspeccionar” los esfuerzos para atender a los contagiados.
Sin vacunas y con un sistema de salud precario
El año pasado, la comunidad internacional le ofreció a Corea del Norte suministrar millones de inyecciones de AstraZeneca y Sinovac, la inmunización de fabricación china. Sin embargo, el líder norcoreano lo rechazó. Dijo que «no había posibilidad alguna» de que el virus entrara a la hermética nación. No obstante, ante la noticia del actual brote, el gobierno de Corea del Sur afirmó que le ofreció asistencia humanitaria. Pyongyang todavía no ha respondido.
COVAX informó el año pasado que había asignado 8,1 millones de dosis a Corea del Norte, necesarias para vacunar a más del 15% de la población. Las dosis se enviaron, pero nunca se supo si se llegaron a descargar los contenedores. Los expertos estiman que no se ha aplicado ninguna dosis a sus habitantes.
Sin vacunas, con un sistema de salud empobrecido y una capacidad limitada para tomar pruebas a su población, las opciones de Corea del Norte son muy escasas. Si Kim Jong-un ha reconocido los primeros casos oficiales a estas alturas de la pandemia es porque el brote es grave y difícil de ocultar. Por lo que han decidido que no tienen otra opción que someter al país a un confinamiento estricto. No tiene pensado aceptar ayuda del exterior.
Corea del Norte prepara una nueva prueba nuclear
Corea del Norte nunca priorizó la pandemia del coronavirus pues estaba más interesado en lanzar misiles al mar. En lo que va de año ha llevado a cabo unas 16 pruebas, incluido un misil balístico intercontinental el mismo día del anuncio del brote de ómicron hacia el mar de Japón.
Los expertos estiman que el próximo paso de Kim será una prueba nuclear, la primera desde 2017 y la séptima de su historia. Yang Moo-jin, un profesor de la Universidad de Estudios Norcoreanos, comentó que ante el brote de ómicron en Pyongyang, Kim podría archivar los planes de pruebas nucleares para concentrarse en combatir la enfermedad. Sin embargo, si los temores públicos crecen, la prueba atómica podría servir para «desviar ese temor a otro lugar».
La amenaza urgente es la COVID-19, y a la población le interesan menos las pruebas nucleares o de misiles que la amenaza urgente del coronavirus», dijo Leif-Eric Easley, profesor de estudios internacionales en la Universidad Ewha Womans de Seúl.