Por Lorena Cantó | Efe
25/02/2016
Los bolivianos dijeron ‘No’ a la aspiración del presidente Evo Morales de permanecer veinte años en el poder, en un disputado referendo cuyas últimas horas de escrutinio, por el estrecho margen entre las dos opciones, mantuvieron en vilo al país, polarizado hasta extremos nunca vistos en la última década.
Anoche se confirmó, con el recuento de casi al cien por cien, que el No venció por 51,31% frente a un 48,69% del Sí a la modificación de la Constitución promulgada por el propio Morales en 2009 para elevar de dos a tres el número de mandatos presidenciales consecutivos permitidos.
El gobernante, que había confiado en ganar esta consulta popular con al menos el 70% de apoyo para buscar ese cuarto mandato en las elecciones de 2019, ha de hacer frente ahora a su primera derrota en las urnas, tras diez años acostumbrado a arrasar con porcentajes del 60% de promedio en su respaldo popular.
Sin embargo, los deseos del gobernante no solo se vieron frenados por el desgaste de diez años en el poder, los primeros despuntes de crisis económica tras una década de vacas gordas y el descontento popular por recién destapados casos de corrupción, la deteriorada Justicia y la falta de avances sociales.
A Morales también le desfavoreció la histórica aversión de los bolivianos a dejar a sus gobernantes demasiado tiempo en la poltrona presidencial.
«El triunfo del No retrata la conciencia de un país que sabe que el respeto a la Constitución limita el poder absoluto de los gobernantes», tuiteó el expresidente Carlos Mesa pocos minutos después de confirmarse oficialmente la victoria del No.
El triunfo del NO retrata la conciencia del país que sabe que el respeto a la Constitución limita el poder absoluto de los gobernantes
— Carlos de Mesa G. (@carlosdmesag) 24 de febrero de 2016
Y añadió que ese resultado muestra que «no hay personas imprescindibles, solo hay causas imprescindibles».
Estas palabras tuvieron una airada respuesta de Morales, quien además de apelar al fantasma del racismo para explicar su derrota, acusó a Mesa de estar abonando el terreno para sus propias aspiraciones presidenciales en el 2019.
Aunque la voluntad de los bolivianos ya ha quedado de manifiesto en el resultado, el referendo deja un regusto amargo por la encarnizada campaña previa y la polarización del país, que ha tenido un claro reflejo en las redes sociales, a las que el presidente ha atribuido parte de la responsabilidad de la derrota del Sí.
A Evo Morales le quedan casi cuatro años en el Gobierno y en ese periodo su partido, el Movimiento al Socialismo, deberá demostrar que en una década ha sido capaz de generar en sus filas liderazgos más allá del presidente indígena, algo que en este momento no está nada claro.
En ese periodo, además, el MAS deberá corregir algunas de las políticas que le han costado reproches en los últimos tiempos, como la falta de inversiones en salud y educación, o la pérdida de contacto con la realidad, que le ha llevado a mostrar una actitud soberbia y alejada de las necesidades reales de la población.
Pero Morales tendrá que hacerlo con las cartas en contra, porque el desplome de los precios del petróleo, a los que se indexan los del gas que Bolivia exporta, ha mermado -y mucho- la capacidad económica del Estado.
La desmembrada oposición, lastrada por los individualismos y carente de sangre nueva, tampoco lo tendrá fácil en el camino a las presidenciales del 2019.
Analistas locales han coincidido en que el No del referendo no ha sido una victoria opositora, sino de la ciudadanía, y que la unificación de todos los adversarios del mandatario bajo una sola opción también ha sido clave en el resultado.
Tras la derrota del domingo, el Movimiento Al Socialismo se ve obligado a reconsiderar su irrenunciable apuesta por un Evo Morales «imprescindible» para cumplir la Agenda Patriótica 2025, cuando Bolivia celebrará su bicentenario.
Sin embargo, en estos momentos y a pesar del descalabro en el referendo, nadie en las filas oficialistas se atreve a citar un sólo nombre que pudiera reemplazar al mandatario, que en 2020 deberá, como había prometido, regresar a su finca en la zona cocalera del Chapare.