Por Jon Pagola
11/02/2017
La última vez que vi a Biznaga estaban en el backstage de la sala Dabadaba de San Sebastián. Hubo una sesión de fotos improvisada y muchos chupitos y el batería acabó inmortalizado con un par de plátanos y una manzana en la cabeza. Fue hace dos años. Una exótica anécdota.
En Sentido del espectáculo narran una obra que no les gusta un pelo. Claman contra policías “perdonavidas”, critican un mundo caprichoso e injusto, (“el mal no existe si no es mediatizado / todo es muy seguro hasta el próximo atentado”), describen a jóvenes “que quieren perder el control y se juegan el tipo por un poco de acción” y, como resumen desesperanzado, lo ven todo tan negro que dicen que “no habrá paz nunca más”. ¿Proclamas punk para convulsos tiempos presentes? ¿Nihilismo urbano en 2017? En realidad, Biznaga van más allá del recurrente antitodo de la filosofía punk. Manejan un discurso elaborado y cero panfletario. Sus letras, desde luego, no están hechas para agradar a los guardianes del establishment. Cortan como cuchillas de afeitar de una droguería de barrio.
El germen del grupo se encuentra en una habitación de Lavapiés. Los dos tipos que ensayaban allí pusieron un anuncio en el que buscaban a un guitarrista y un batería a los que les gustasen cosas como TV Personalities, La Conjura de los Necios y la versión americana de The Office. Lo cierto es que en Twitter hacen referencia a los albores del punk (@biznaga77) y su correo electrónico va acompañado de la palabra “pop”.
Con su LP de debut, Centro Drámatico Nacional (2014), mostraron sus credenciales: influencias variopintas de los años 80 (Gabinete Caligari, Escorbuto, Parálisis Permanente), punk inglés y espíritu de garito malasañero AIC (Antes de la Invasión Cupcake). El punch se veía venir desde su aparición en el recopilatorio Nuevos bríos de 2013 del colectivo La Fonoteca. Allí se codeaban con el emergente underground madrileño compuesto por Celica XX, Juventud Juché y Los Nastys, entre otros. Abrían el disco y lo hacían directos a la yugular: cantaban contra las “nuevas modalidades de ocio” y advertían de que el aburrimiento y las crisis espirituales solo servían para alimentar nuestro ciclo consumista con unas vacaciones en el Caribe.
Lejos de domesticarse, Biznaga parecen haber engullido al grupo anteriormente conocido como Biznaga. Se han vuelto más feroces, asfixiantes, intratables, en plan hardcore. En Sentido del espectáculo dibujan un escenario sin tregua llamado Madrid, una ciudad áspera que raspa el cuerpo hasta hacerte sangrar. Pero aquí no encontrarás una crítica política a Carmena ni a Cifuentes, ni a nadie en particular; esto no va de cabalgatas de Reyes Magos ni de la peatonalización de la Gran Vía. Madrid es para ellos el atrezzo al que pueden escupir sus sentimientos mientras encadenan un trabajo precario con otro y guardan cola delante del INEM. Según confiesan, este segundo LP que publica Slovenly Records no es más que “un nuevo vehículo para joderse la vida”. También es Samuel Eto’o antes de encarar a un rival. Luis Suárez en la Champions. El pitbull que lleva dos días sin comer un filete y que como te cruces en su camino te atacará a mordiscos y empellones hasta fulminarte vivo.