Por Manuel Domínguez Moreno
En Andalucía está comenzando a vislumbrarse una nueva estrategia hasta ahora nunca vista en la vida política española. El bipartidismo, tan denostado por las nuevas formaciones políticas en liza, empieza a urdir sus estructuras de cara a un futuro nada halagüeño para los dos partidos con más trayectoria histórica en España de los existentes en la actualidad. El PSOE que fundara Pablo Iglesias hace más de un siglo se puede ver abocado a abrazar a la derecha de toda la vida encarnada en la actualidad en el Partido Popular de Mariano Rajoy. Y posiblemente, para pasmo de muchos votantes, escenifiquen esta aproximación en Andalucía como punto de partida para próximos proyectos en un pacto inicial de no agresión que podría ir más allá, con acuerdos puntuales según las necesidades de ambos.
La premura de los primeros por formar gobierno cuanto antes en Andalucía con su mayoría insuficiente y las urgencias del segundo para limar en lo posible los efectos de la corrupción y financiación ilegal del partido ante el empuje imparable que todas las encuestas otorgan a Ciudadanos harán posible que PSOE y PP firmen no solo un pacto de no agresión mutua hasta después de las elecciones generales de finales de año sino una hoja de ruta perfectamente establecida para evitar que el empuje de formaciones por la izquierda, en el caso de Podemos, o por el centro-derecha, en el caso de Ciudadanos, les cierren las puertas de acceso al poder, ya sea a nivel autonómico, municipal o estatal.
Las inflexibles exigencias planteadas por Ciudadanos y Podemos contra la corrupción y contra los bancos que ejecutan desahucios y contratan al mismo tiempo con la Administración andaluza han obligado a Susana Díaz a llamar a las puertas del Partido Popular, segunda fuerza más votada en la comunidad el pasado 22 de marzo, aunque sufrió un severo varapalo respecto a los comicios de 2012. El PP de Juanma Moreno ha dejado entrar en su casa al PSOE andaluz pero con una lista de 146 propuestas por delante, y sobre todo con la condición prioritaria de que acceda a dejar gobernar a la lista más votada en la próxima cita municipal y autonómica del 24 de mayo.
Esta nueva vía de diálogo es, posiblemente, más comprometida y dificultosa para Susana Díaz, pero a medio y largo plazo puede servir para que PSOE y PP eviten el fin de su largo ‘idilio’ nunca reconocido de décadas de alternancia en el poder desde la Transición democrática. Pese a todo, los populares andaluces aún se resisten a otorgar la investidura de Díaz, y probablemente estén controlando los tiempos para que sea tras las elecciones del 24 de mayo cuando dejen el paso despejado a los socialistas para que gobiernen en minoría.
Los socialistas andaluces han maniobrado por activa y por pasiva para evitar retratarse con la desagradable imagen para ellos de darle un puntapié al que ha sido presidente andaluz durante dos décadas, Manuel Chaves, y por ello no están dispuestos a obligarle por escrito a dejar su escaño en el Congreso, como exige ahora Ciudadanos, con Albert Rivera como único interlocutor válido de la negociación.
Tampoco quiere Susana Díaz escenificar un alejamiento de los bancos que contratan con la Administración autonómica a cuenta de los desahucios, como pide Podemos. Y por ello filtra un informe jurídico de la Junta que alega la presunta ilegalidad de esta posibilidad por incumplir el código de buenas prácticas. Seguirán desahuciando en Andalucía, por tanto. La pregunta surge espontáneamente: ¿es el desahucio una buena práctica?
Pero detrás de tanto escepticismo de Podemos y Ciudadanos a rubricar un acuerdo con el PSOE se encuentra sin duda la falta de “fiabilidad” que le recriminó el líder andaluz de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, durante el debate de investidura. Más allá de la época electoral constante que se vive este intenso 2015 y de las tácticas de cara a las elecciones del 24 de mayo y las inminentes generales, todos los partidos, unos y otros, no han asumido todavía la nueva realidad que impone el deseo de los ciudadanos mediante sus votos: la fragmentación del panorama político y el fin de las grandes mayorías y de los grandes bloques de gobierno. Por ello, aún no han interiorizado como una realidad que el diálogo debe ser el gran valor en alza a partir de ahora, que el interés partidista de cada sigla política debe dejar paso a las manos tendidas.
Por ello resulta tan decisivo quién se hace la foto con quién en Andalucía, porque desde el Sur se retratará a todo un país en los próximos años, y todo apunta que será el blindaje del bipartidismo el que primero se ponga ante las cámaras de una ciudadanía que ha colmado todos sus hartazgos hacia la clase política en general.