El dinero y la fama atraen amigos y enemigos en iguales proporciones. Bill Gates lo ha vivido y sufrido. Ha ganado muchísimo dinero, es dueño de la segunda fortuna del mundo, y es más famoso y conocido que el artista más popular y el político más exitoso. Suficientemente conocido y bastante odiado, un sector de la población hasta lo ha comparado con Satanás y la bestia 666.
Muchos de los grupos que difunden teorías conspirativas a través de Internet y las redes sociales lo tienen como blanco permanente de sus ataques. Cada uno le agrega un acto criminal, una conducta inadecuada y todas las malignidades imaginables. De los diez grupos identificados como los principales difusores de bolos, coñas y demás sucedáneos de las fakenews no hay uno que se abstenga de denigrar de Gates. Es la garantía de éxito, como el azúcar de la bollería o la receta de sangre, sexo y deportes de la anticuada prensa amarillista.
La revista Forbes lo considera el segundo hombre más rico del mundo y la décima persona más rica de toda la humanidad. Wikipedia, que quizás lo tiene entre sus donantes, lo denomina magnate empresarial, informático y filántropo. Sobre todo, es el cofundador, con Paul Allen, de Microsoft, que no requiere explicaciones. Sus tácticas de negocios, poco competitivas, ha sido señaladas por numerosas sentencias judiciales.
En 1994 creó la Fundación Bill&Melinda Gates, que preside con su esposa Melinda Gates. Es la empresa de caridad más grande del mundo y se dedica a reequilibrar oportunidades en salud y educación en las regiones más desfavorecidas. La pareja ha donado 38.000 millones de dólares.
En 2009 la fundación realizó campañas para la prevención del sida en la India por 200 millones de dólares. Al año siguiente Microsoft montó una sucursal en la India con 10.000 empleados. En junio de 2010 comenzó la campaña The Giving Pledge. El fin era convencer a los estadounidenses más ricos de que donaran en vida el 50% de su fortuna a obras de caridad.
Los conspiradores toman la calle
A comienzos de este mes hubo una manifestación poco usual en Berlín. Congregó en la Puerta de Branderburgo radicales de izquierdas, ultraderechistas, hippies arrepentidos, portadores de la bandera del arcoíris, existencialistas de fin de semana, enemigos de las vacunas, pitonisos, profetas del fracaso, esotéricos, newages y demás especímenes de la raza humana en una cantidad bastante representativa de la pluralidad, la insensatez y la irrenunciable libertad de pensamiento. La protesta fue organizada por el empresario Stephan Bergmann que dirige el grupo Stuttgart Querdenken 711, que significa “inconformistas” en español. Y que días había logrado convocar a miles de personas contrarias a la vacuna en la ciudad de Stuttgart, Alemania.
A la par que ondeaban las banderas se escuchaban consignas en alemán y en inglés. Unos decían que eran la segunda ola, otros la resistencia, pero todos iban sin mascarilla, sin guardar el distanciamiento social, cobijados en el polémico lema «Día de la libertad – fin de la pandemia». Por sobre las cabezas se repetía por cientos la antigua bandera imperial. Un símbolo de la derecha recalcitrante, con los colores negro, blanco y rojo. También ondeaban sus símbolos peregrinos descalzos –el retrato de Jesús– que pedían al Cielo y al amoroso corazón de Cristo por la paz y el perdón de los pecados. Fervor. No eran pocos los que pedían libertad y los que alertaban contra las desviaciones autoritarias y dictatoriales del gobierno de Ángela Merkel. No faltaron las demostraciones de desconfianza hacia los medios de comunicación. Varios periodistas fueron insultados. También contra Bill Gates. Pedían que lo encarcelaran.
Gates quiere implantar microchips
En los carteles, pancartas y gritos todos negaban la existencia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, ese que ha arrebatado la vida a 725.042 personas de las 19.604.494 infectadas. Piensan y lo dicen que el gobierno quiere instaurar una gran y única dictadura. La intención es sacrificar, encerrar, pulverizar a quienes no aceptan el fascismo de la vacunación. Son los nuevos perseguidos, las víctimas del próximo holocausto. Llevan una estrella amarilla en el pecho.
Ni tan solitarias aparecieron pancartas con el mensaje “No le des una oportunidad a Gates», a Bill Gates, por supuesto. Son los que afirman que Gates en connivencia con George Soros quiere que la gente sea vacunada a la fuerza para implantarle un “nanochips”. El artefacto manejaría la actividad cerebral y controlará los deseos y pensamientos de los receptores con fines políticos y económicos
El presidente de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, José Luis Mendoza, clamó en una ceremonia religiosa que los esclavos y servidores de Satanás quieren colocar con la vacuna un chip.“Quieren controlar nuestra libertad”, dijo. Si legalmente no sería posible introducir un chip a través de la vacuna, más imposible sería inducir conductas a control remoto. La ciencia no ha llegado tan lejos y la fortuna de Gates no alcanzaría para cubrir los costos de producción.
El especialista en tecnología médica Juanjo Tara, cofundador de la empresa DSruptive, fabricó un implante subcutáneo con tecnología NFC para pagar determinados servicios y controlar constantes sanitarias. Sobre el microchip de Gates, Tara le explicó a la agencia Efe la imposibilidad técnica. «Un transistor, que es a unidad mínima de computación, mide siete nanómetros, pero algo que pueda rastrear a una persona requiere de miles de transistores juntos. Sería demasiado grande, algo que se podría tocar, que necesitaría una antena y que no puede ser inoculado con una vacuna». Ojo, no controlaría, solo rastrearía, algo que ya hacen con el móvil.
La manipulación de las redes digitales
La primera manifestación en Alemania contra las restricciones del coronavirus la convocó el periodista Anselm Lenz hace cuatro meses. Lenz publica el semanario Demokratischer Widerstand. Unos lo identifican con la extrema derecha y otros con la izquierda más radical y es muy activo. Proclama que ha empezado el verano de la democracia y el fin de un Estado que se ha «aliado con empresas farmacéuticas y digitales para abolir la democracia».
Lenz publicó que las restricciones gubernamentales para contener la propagación del coronavirus contrastan con los análisis médicos convencionales. Afirma que los virólogos John Ioannidis y Sucharid Bhakdis, junto con miles de otros expertos, consideran que el temor mundial al SARS-CoV-2 se basa en decisiones políticas e intereses económicos, no tanto en un fenómeno médico. “Bajo el disfraz de la COVID-19 se esconde un nuevo fascismo”, destacó.
Anselm Lenz y Ken Jebsen son amigos y militantes de la “nueva democracia. Jebsen fue moderador de la radio pública alemana hasta 2011. Lo despidieron por declaraciones antisemitas. En su canal en YouTube, con 490.000 suscriptores, difunde que Bill Gates se infiltró en la Organización Mundial de la Salud para ganar dinero con una vacuna. El video recibe aplausos de sus seguidores. En una semana tuvo 3 millones de visitas .
Bill Gates también es enemigo de Attila Hildmann, autor de libros de cocina vegana y radical negador de la existencia del coronavirus. Hildmann llama satanista a Gates y marioneta de China a Angela Merkel. Ha dicho que es válido el uso de armas para enfrentar las regulaciones del coronavirus.
«Luchadores por la libertad”
Los fabricantes de la conspiración han estructurado un enemigo en común: el Estado alemán, la «Conspiración Mundial Sionista» y, por supuesto, Bill a Gates y un poco menos a Georges Soros, por ser menos conocido. En los medios alternativos, en la web profunda, teorías desquiciadas se coordinan entre ellas y hasta encajan perfectamente. Nada despierta dudas. Es fácil, las premisas son intercambiables y no hay leyes inmodificables. Todo es posible.
La manifestación de Berlín fue disuelta antes de la hora, pero no sin resistencia: 45 policías resultaron heridos. Una demostración de que no se trata de un juego ni otra manera de pasar el rato. La teoría conspirativa ha encontrado donde anclarse, crecer y propagarse.
Bill Gates y la vacuna…
A Bill Gates le perturba tanta locura. Sobre todo, teme que tanta desinformación disuada a la gente de vacunarse contra la COVID-19, que sería la verdadera barrera contra el coronavirus. Las teorías conspiratorias contra la vacuna que circulaban en las redes sociales, ahora se han trasladado a manifestaciones de calle. Pueden dejar a la población en la peor indefensión.
En declaraciones a BBC Radio 4, Gates expresó que la intención es que con la vacuna se desarrolle una inmunidad colectiva que abarque un 80% de la población. Es la única manera de detenerla. «Si creen que es una trama o que las vacunas son malas y no se vacuna, la enfermedad continuará matando a gente», afirmó.
Le sorprende la enorme cantidad de comentarios negativos contra la vacuna que están dirigidos a su persona. “Lo único que hace la Fundación Bill & Melinda Gates es mediar entre gobiernos y compañías, y extender cheques a los laboratorios farmacéuticos para que investiguen y desarrollen vacunas”, dijo.
Un bien democráticamente repartido: la estupidez
Su respuesta a las teorías conspiranoicas que lo acusan de pretender inocular microchips a través de las vacunas que financia, fue fuerte y ruda: «Es una estupidez». Pero expandida más allá de toda probabilidad racional. En una encuesta de Yahoo News/YouGov el 44% de los votantes conservadores manifestó que Gates “estaba conspirando para utilizar una campaña de vacunación masiva de COVID-19 como pretexto para implantar microchips en miles de millones de personas y monitorear sus movimientos». Sin duda, ha sido una exitosa campaña de descrédito.
Le resulta tan extrañas la acusaciones que prefiere verlo como algo humorístico, “pero no tiene ninguna gracia”. Con el rostro serio y voz clara y diáfana recalcó que nunca ha estado involucrado en ningún tipo de asunto relacionado con microchips en las vacunas. “Me resulta difícil negar ese tipo de señalamiento. Son tan estúpidos y extraños que repetirlos podrían darles credibilidad», afirmó.
La Fundación Bill&Melinda Gates ha donado unos 5.700 millones de dólares con el objetivo de desarrollar vacunas contra la COVID-19, y no como socio en las ganancias monetarias, sino como simple filántropo. Su responsabilidad social y ciudadana.
«Hay miles de millones de personas confinadas en el mundo porque no existe una vacuna o un tratamiento contra la COVID-19. El devastador impacto del coronavirus es un brutal recordatorio de lo vulnerables que somos a las enfermedades», insistió.
Gates empezó a aparecer como centro en la teoría conspirativas a partir de un video que aparece en la red desde 2015. Después del brote de ébola y habiendo reflexionado sobre lo ocurrido, Gates advirtió sobre el potencial gran problema que sería para la población una pandemia. Lo peor fue que se confirmaron sus sospechas y como sus temores no fueron escuchados ningún país estaba preparado. “Ojalá hubiera hecho más para llamar la atención. Mi intención era que se tomara conciencia del peligro y que se tomaran medidas para minimizar los daños», dijo.
En una charla TED Tal, Gates advertía en 2015, después de haber hablado con afectados por el ébola, que una pandemia sería más peligrosa y dañina que una explosión nuclear.
No decía nada que los científicos no supieran, pero «esa predicción» es muy sospechosa para los fabricantes de conspiraciones. «Lo sabía porque está detrás de la causa».
La recomendación de Gates era clara: los países debían preparar sus sistemas de salud y coordinarse para dar una respuesta global en cuanto a los mecanismos de prevención, movilización de personal sanitario y la administración masiva de vacunas.
La fundación que dirige con su mujer ha gastado casi 300 millones de euros en la creación de viales para la futura vacuna. Cuando esté lista, se necesitarán entre 7.000 millones y 14.000 millones de viales para suministrarla. “La pandemia de la COVID-19 es terrible. Pero el cambio climático es peor. Hay que actuar ya”, escribió en Gates Online.
En la manifestación por la democracia, contra el confinamiento y las vacunas, se oyó una consigna: «Bill Gates a prisión”. Pocos de los presentes no la repitieron. La estupidez es uno de los «bienes humanos» mejor repartidos.
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