Por Gorka Landaburu
20/02/2018
La controversia sobre el modelo de inmersión lingüística en la escuela catalana ha vuelto a encender todas las alarmas en el mundo educativo. Máxime con la sombra del articulo 155 pesando ahora sobre el bilingüismo. En primer lugar nadie tiene que olvidar que existen en España cuatro modelos plurilingües. Todos ellos cuentan con la aprobación de la mayor parte de la sociedad.
Esta cooficialidad ha permitido en Euskadi, recuperar una lengua que corría peligro de extinguirse. Tampoco debemos olvidar que estas lenguas, el catalán, el euskera y el gallego fueron perseguidas durante la dictadura franquista.
Llevar al terreno partidista el bilingüismo o echar mas leña al fuego, a lo que es la esencia de nuestra cultura plural, es un craso error. Un error que de nuevo puede llevarnos al enfrentamiento.
Bilingüismo: riqueza y cultura
El plurilingüismo es riqueza, es cultura. Es una forma de sentir y de autoidentification de uno mismo. El bilingüismo o trilinguismo deben servir para comunicar mejor para entendernos y respetarnos cada uno como somos.
Sin embargo, existen demasiados talibanes de la lengua que se ubican en ambos bandos. Solo pretenden agitar y acomodarse en un clima de tensión permanente.
Los hay como el exministro Wert que pretendía “españolizar a los catalanes”. Y otros que solo quieren reconocer su propia lengua.
Es hora de enterrar todas estas hachas de guerra que solo provocan enfrentamientos y distorsión en la convivencia.
No se puede aceptar que un árbitro, como ocurrió este domingo, prohíba hablar el euskera a dos equipos de futbol regional vasco porque iba a entender los insultos.
Debates falsos
Necesitamos todos un poco de racionalidad y de sentido común. Las guerras sobre las lenguas como la guerra de las banderas solo aportan debates falsos. Son debates contraproducentes que favorecen a los intransigentes y a los extremistas.
Vivimos en un país plural con diversas lenguas, por fin reconocidas. El bilingüismo supone una riqueza y un patrimonio cuyo valor es inconmensurable. El negar esta realidad, es ir a contracorriente con el único intento de poner palos en la rueda, sobre todo cuando el español no corre ningún peligro porque lo hablan mas de 500 millones de personas.
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