Su hartazgo ante la inacción y el conformismo frente a la crisis climática, los lleva a acciones llamativas y efectistas que tienen repercusión mediática. Sus movilizaciones se cuentan por imágenes de prensa y minutos de telediario y encuentran en las redes sociales su mejor altavoz. Han cortado la M-30 en plena operación salida; se han pegado a los micrófonos de la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados; han irrumpido en el Museo del Prado para sellarse con pegamento a los marcos de las Majas de Goya; interrumpieron una etapa de la Vuelta Ciclista a España a su paso por la sede de El Pozo, patrocinador de la prueba, en Alhama de Murcia…
Su radicalismo es contundente, pero exento de violencia. Actúan con determinación, aunque no causan daños materiales. Son los jóvenes activistas de Futuro Vegetal, un colectivo de desobediencia civil y acción directa no violenta que lucha contra la crisis climática. Su propósito es cambiar la sociedad y elevar la conciencia medioambiental. Su principal reivindicación consiste en exigir al gobierno que termine con las subvenciones a la ganadería y las emplee para promocionar alternativas social y ecológicamente responsables basadas en plantas.
Justifican la resistencia civil en la violencia intergeneracional que se desprende de la pasividad de gobiernos e instituciones para avanzar frente a la emergencia climática. Entienden que la humanidad ha llegado a un punto crítico y ya no queda tiempo para reflexiones. Por ello, sus acciones pretenden provocar que afloren las contradicciones del sistema atacando sus fundamentos económicos.
EMISIONES. La ganadería es el mayor usuario de tierras del planeta y el principal impulsor de la deforestación. Es responsable de más emisiones de gases de efectos invernadero que todo el transporte global. El IPCC lleva años recomendando un cambio de sistema alimentario para combatir la crisis climática. La eliminación de la ganadería podría estabilizar los niveles de gases de efecto invernadero durante 30 años y compensar el 68% de las emisiones de CO2 de este siglo.
Para Bilbo Bassaterra, licenciado en Derecho, de 30 años de edad, cofundador y portavoz de Futuro Vegetal, la alta disrupción es la seña de identidad de sus acciones. Tras realizar un balance positivo de las actuaciones llevadas a cabo en 2022, anuncia un calendario de nuevas movilizaciones a partir de la próxima primavera con objeto de consolidar el movimiento.
En sus escritos y manifestaciones públicas, los miembros del colectivo usan el género femenino plural en un intento de proyectar una perspectiva feminista en todas sus comunicaciones, priorizando la visibilización de las mujeres frente a los de los hombres para compensar la desigualdad estructural.
Futuro Vegetal propugna la desobediencia civil, la resistencia y la acción directa. ¿Dónde están los límites de su actuación?
Nuestro límite claro es el de la No Violencia. Consideramos que en nuestras acciones no podemos dañar ni amenazar con dañar a ninguna persona. Hasta llegar ahí, toda protesta que vaya dirigida a conseguir el necesario cambio en el sistema agroalimentario puede enmarcarse en nuestro colectivo. No obstante, no juzgamos a quienes se ven abocados a recurrir a la violencia. El camino de la violencia no es el camino que eligen las revolucionarias, es el camino que los opresores les imponen. En Futuro Vegetal tenemos muy presente que poder recurrir a la No Violencia para defender tus derechos es un privilegio en un mundo donde grandes corporaciones financian milicias para expulsar a la gente de sus territorios.
Sus protestas pueden causar rechazo social. ¿Asumen el riesgo de esta posible marginalización?
Por supuesto. No es algo que deseemos, pero nos da demasiado miedo las consecuencias de la crisis climática como para preocuparnos por causar rechazo. Necesitamos actuar ya. Si más gente hiciese lo que nosotras, se estarían tomando medidas contundentes contra la crisis climática. Nuestro objetivo no es caer bien, sino que se haga lo que tiene que hacerse. El IPCC, la mayoría social, las Naciones Unidas y cualquiera con un mínimo de conocimiento sobre el tema entiende que es necesario cambiar el modelo agroalimentario. ¿No te gusta lo que hacemos? Genial. Exige el cambio a tu manera, apúntate a otro colectivo o a alguna organización, pero actúa porque no nos queda tiempo.
¿Su radicalismo puede interpretarse como extremismo?
Es que somos extremas defensoras de la habitabilidad en la Península Ibérica. Tenemos mucho que proteger y estamos dispuestas a llegar hasta las últimas consecuencias por defenderlo. En mi caso, tengo una hija recién nacida que va a vivir con total seguridad en un contexto de caos climático que difícilmente vamos a poder navegar. Mi madre se enfrentará con 70 años a problemas en el suministro de agua potable en su región. Creo que es entendible que no me preocupe que me llamen extremista por proteger a las personas que más quiero del destino horrible al que nos están abocando los criminales que acumulan poder.
Se trata de un movimiento que no tiene líderes. ¿Quién mueve los hilos y adopta las decisiones?
Pues de forma descentralizada y por grupos de afinidad nos autoorganizamos y decidimos. Hay algunas decisiones comunes, como la estrategia comunicativa o la política financiera, que se toman en colectividad, pero a la hora de realizar acciones y demás tenemos total libertad siempre que se respeten los principios comunes. Además, cualquier propuesta es bienvenida y debatible, por lo que en cualquier momento una militante puede sugerir alguna cosa y ponernos a todas a trabajar en ello. Apostamos por modelos orgánicos y horizontales de organización frente a lo encorsetado del modelo institucional. Si estamos vivas, ¿por qué nuestros sistemas no?
¿Cómo se financian? ¿Quién paga las multas tras las detenciones?
Hasta ahora no hemos pagado ninguna multa porque todas las hemos recurrido. Tenemos un Open Collective en el que estamos intentando crear una caja de resistencia por si llega el momento de tener que pagar, pero estamos convencidas de que lo que hacemos es un uso legítimo del derecho a la libertad de expresión y, por tanto, no contemplamos esa posibilidad. Además, solicitamos donativos a fondos internacionales contra la crisis climática para poder costear materiales, viajes y demás, pero no pueden sufragar las multas por cuestiones legales.
Se comunican y coordinan a través de internet mediante aplicaciones seguras. Sin embargo, sus reuniones son abiertas, a través de plataformas online. ¿Por qué esa oscilación entre el secretismo y la transparencia?
Necesitamos ser transparentes para que el gran público entienda qué hacemos y por qué lo hacemos, pero no podemos arriesgarnos a que la policía, que sabemos que está muy pendiente de nosotras, nos impida ejecutar alguna acción. Ya nos ha pasado en un par de ocasiones y te deja con un sabor de boca horrible.
SUBVENCIONES. Futuro Vegetal exige al gobierno que termine con las subvenciones a la ganadería y las emplee para promocionar alternativas social y ecológicamente responsables basadas en plantas para afrontar el necesario cambio de sistema alimentario.
Rechazan una prensa sometida y acrítica, pero utilizan los medios para difundir sus acciones. ¿Necesitan ocupar espacios en la prensa mainstream?
En la sociedad que tenemos, si queremos tener repercusión, por desgracia nos toca “dar el espectáculo”. Los mass media principalmente nos invitan para insultarnos e intentar criminalizarnos, pero es un intento absurdo en la mayoría de los casos. Resulta obvio que somos gente normal, con preocupaciones normales, que está intentando que los gobiernos, aunque sea por una vez, actúen en beneficio de la mayoría.
Sostienen que existe una enorme violencia intergeneracional amparada por instituciones y gobiernos. ¿Cómo se manifiesta?
Creo que en el ámbito de la crisis climática se ve muy claro: mucha gente muere como consecuencia de la subida de la temperatura media de la Tierra. Cuanto más sube, más gente muere. Si la acción de los gobiernos va encaminada a promover industrias –como la agroalimentaria– que contribuyen a ese calentamiento, los responsables políticos de hoy son los genocidas del mañana. Nos están abocando a un futuro desolador, lleno de muerte y sufrimiento, tomando decisiones basadas en el crecimiento económico perpetuo que comprometerán las vidas de quienes aún no han nacido siquiera. Podríamos decir que el hecho de continuar con estas políticas es un genocidio generacional.
¿Qué caracteriza un sistema tóxico?
Un sistema tóxico es un sistema de opresión. Una serie de personas privilegiadas se benefician, con frecuencia incluso sin ser conscientes, de minar los derechos de otras. Esto ‘intoxica’ las relaciones sociales y nos ‘infecta’ en todas las esferas de nuestra vida, desde el plano más íntimo a las superestructuras.
No persiguen tanto salvar el planeta como implementar la capacidad de resistencia. ¿La cultura regenerativa consiste en la adaptación al cambio y la resiliencia?
Es lo que hemos aprendido de los pueblos originarios. Todas las sociedades que han sido capaces de resistir el embate capitalista y colonial son las que han tenido una mayor capacidad para adaptarse a los distintos paradigmas en los que se han visto envueltas. La cultura regenerativa nos permite adaptarnos a un contexto histórico que está en continuo cambio mientras mantenemos un rumbo claro hacia lo importante, aquello que nos es necesario: el cuidarnos a nosotras mismas al tiempo que cuidamos a nuestro círculo más cercano, nuestra comunidad, nuestro territorio y, finalmente, el planeta.
Quieren cambiar el mundo. ¿Cuáles son los pilares que sostienen esta transformación?
Nosotras, al menos por ahora, nos damos por contentas con que el gobierno deje de subvencionar la ganadería y apueste por una transición hacia un modelo agroalimentario resiliente. Creemos que este puede ser uno de esos pilares para generar un cambio sistémico a nivel global: que el pueblo gane soberanía y seguridad alimentaria y que tenga acceso a la tierra es un requisito indispensable para que tenga fuerzas para luchar por un cambio sistémico. De lo contrario, seguiremos dependiendo de que Juan Roig y compañía quieran seguir llevando comida a los supermercados. Cuando te paras a pensarlo, es aterrador cómo hemos dejado que tan poca gente acumule tanto poder.
¿Por qué centran sus acciones en la ganadería y la agricultura?
Como comentaba, creemos que es un pilar fundamental para generar un cambio sistémico, aunque no es el único. La ganadería es uno de los sectores que más van a tener que cambiar con el nuevo paradigma climático. No solo es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero, sino que también es el mayor usuario de tierras del planeta, el principal impulsor de la deforestación y, en la Península Ibérica, el gran contaminante de la poca agua que tenemos.
En una región donde afrontamos una sequía casi permanente en la mayor parte del territorio, seguir con un modelo agroalimentario que consume el 70% de los recursos hídricos es un suicidio colectivo. Además, es fuertemente dependiente de los combustibles fósiles (importación del pienso, pesticidas, fertilizantes, etc.) y poco resiliente ante los fenómenos meteorológicos extremos, que serán cada vez más frecuentes como consecuencia del aumento de la temperatura media de la Tierra. Así, pues, no es solo parte de una aspiración emancipatoria, es una cuestión de supervivencia.
¿Es posible acabar con las subvenciones oficiales a estos sectores sin poner en grave riesgo la economía?
Gente mucho más preparada que yo en este ámbito sostiene que el sistema económico actual pone en grave riesgo la economía de forma cíclica para mantenerse. Pero yendo a lo concreto, actualmente se están destinando cientos de millones de euros estatales y miles de millones europeos a seguir subvencionando el sistema agroalimentario actual. Sin embargo, al agricultor o al ganadero apenas le llega para vivir en la mayoría de los casos, salvo que industrialice al máximo la producción. Los principales beneficiados de este modelo son los propietarios de grandes grupos como el Grupo Fuertes (El Pozo), Valls Companys o Campofrío, que pueden comprar el producto a un coste ridículo y venderlo con un margen muy amplio en el mercado nacional e internacional.
CONSUMO DE CARNE. A partir de datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “en España estamos consumiendo más de 100 kilos de carne por persona y año. Esto equivale a unos 275 gramos diarios, cuando las recomendaciones científicas internacionales marcan unos 300 gramos por semana y las estatales entre 300 y 375 gramos a la semana. Para alcanzar unos niveles saludables y sostenibles, en España tenemos que reducir un 84% nuestra ingesta actual de carne”. El promedio en Etiopía es de 7 kg, en Ruanda, de 8 kg, y en Nigeria, de 9 kg, diez veces menos que el promedio europeo.
Nuestra propuesta es que estas subvenciones que están engrosando las cuentas bancarias de estas grandes compañías se destinen a promover una transición del sistema agroalimentario de forma social y ecológicamente responsable. Imagina 430 millones de euros, que fue lo que el gobierno subvencionó a este sector en 2020, destinados a fomentar que la gente pueda cultivar su propio alimento. Creo que medidas así difícilmente podrían poner “en grave riesgo” la economía de nadie, salvo la de quienes se llenan los bolsillos con dinero público.
Critican a organizaciones ecologistas muy implantadas, como es el caso de Greenpeace, por no pasar de la denuncia. ¿No sería mejor la unidad de acción?
Tenemos buena relación con la mayoría de gente de Greenpeace. Este mismo mes, activistas de Greenpeace International se han subido en dos ocasiones a una plataforma petrolífera operada por Shell para denunciar su impacto en la crisis climática. Hacen cosas que son geniales. Nuestra crítica a estas grandes organizaciones se basa principalmente en el reducido impacto que tienen. A pesar de los recursos que disponen. Nuestro presupuesto del año pasado no pasó de los 35.000 euros y, hace justo un año, éramos cinco personas en Futuro Vegetal. No se entiende que organizaciones con presupuestos millonarios, cientos de activistas y miles de suscriptores no tomen acciones más radicales.
¿Mantienen relación con otros colectivos a escala internacional? ¿Cuáles son sus referentes globales?
Tenemos buenas relaciones con muchas organizaciones. Ende Gelände (movimiento de desobediencia civil que ocupa minas de carbón en Alemania para crear conciencia sobre la justicia climática) nos ha invitado a participar como ponentes en un evento que están organizando.
Tenemos también muy buena relación con la coalición internacional A22 Network (colectivo de proyectos comprometidos en una carrera frenética para salvar a la humanidad mediante la desobediencia civil), aunque no participamos directamente en ella y, por supuesto, con el movimiento al que estamos adscritas, Extinction Rebellion. T
ambién con grupos de Abya Yala (nombre más antiguo hasta ahora conocido referido a un territorio americano), pues están sufriendo el extractivismo en su territorio mediante la deforestación para el cultivo de soja que empleamos luego en la elaboración de pienso para nuestros animales. Son continuos los mensajes de apoyo y cariño que nos llegan de los movimientos ya mencionados y de otros como Animal y Climate Save. En general, nos sentimos queridas, apoyadas e incluso admiradas por la comunidad internacional.
Futuro vegetal es una rama autónoma de Extinction Rebellion (XR), con la que comparte objetivos y planteamientos. Sin embargo, mientras que Futuro Vegetal anuncia una escalada de acciones en primavera, XR en Reino Unido ha optado por abandonar la acción directa y disruptiva. ¿Cómo se explica?
¡Es lo que tiene la descentralización! Por precisar, XR UK lo que ha abandonado es la disrupción al público por su contexto social –llevan haciendo acciones disruptivas desde hace varios años de forma casi continua– para centrarse en una gran campaña que planea movilizar a cien mil personas para ocupar los aledaños del Parlamento inglés. Eso no quiere decir que grupos descentralizados de XR UK no puedan llevar a cabo acciones disruptivas ni, por supuesto, que otros grupos de XR por el globo puedan hacerlo. En general creo que es muy excitante el momento por el que está pasando el movimiento climático europeo con tantas propuestas diferentes e interesantes.