La situación en Bielorrusia está en un “punto muerto pero claramente insostenible”, según la opinión de Vladislav Davidzon, periodista ruso-estadounidense. Las masivas protestas han disminuido y la «dictadura de Alexander Lukashenko ya no parece estar al borde del colapso», asegura.
“Los manifestantes siguen siendo muy pacíficos y maduros, disciplinados y civilizados. No tienen ni capacidad ni ánimo en este momento para luchar. Esto es, como he escrito, una revolución muy aterciopelada”, dijo en su cuenta en Twitter luego de la manifestación del domingo 23 en Minsk.
Hasta hace unos días parecía que el régimen estaba “al borde de la disolución inminente”, escribió Davidzon en un análisis publicado el 20 de agosto por Tablet. Las protestas comenzaron la noche del 9 de agosto, cuando Lukashenko se proclamó vencedor, para un sexto periodo, al supuestamente obtener el 80% de los votos. La oposición bielorrusa y gran parte de la comunidad internacional rechaza los comicios y exigen que se realice un nuevo proceso.
Demasiado amables…
No obstante, tras pasar una semana en Minsk, Davidzon concluyó que “es casi seguro que no habrá una ejecución sumaria para Lukashenko. Los bielorrusos son simplemente demasiado amables y educados para ese tipo de cosas”, dijo el periodista experto Europa Oriental.
Se refería al caso de Nicolae Ceaușescu, el dictador rumano derrocado en 1989 tras una revuelta popular. Sometido a un juicio sumario por cargos de genocidio y desfalco, entre otros, lo fusilaron junto a su esposa en un acto transmitido por televisión.
Los manifestantes “de clase media” que salen cada noche, al terminar su jornada laboral, a protestar, son “muy atractivos, limpios y corteses”, dice. “Después de todo, Minsk es una ciudad ordenada, bien reparada y bien mantenida. Cuando suben al pedestal de una estatua, caminan de puntillas con cuidado alrededor de los geranios y las violetas. Los informes que había escuchado de personas que se quitan los zapatos antes de trepar a un banco para gritar consignas, resultaron ser ciertos”, agrega.
El fracaso de la huelga de trabajadores
Otro punto sobre la situación en Bielorrusia, según Davidzon, es el “relativo fracaso de la oposición” para lanzar una huelga general de trabajadores. Los intentos de iniciar una huelga general “se descarrilaron por completo” a principios de la semana pasada, indicó el analista.
Refirió que los jefes de las principales fábricas amenazaron con despedir a todo el que no se presentara a trabajar. “En las protestas en las fábricas a las que asistí alrededor de Minsk, jóvenes (manifestantes) se quedaron esperando a que los trabajadores los apoyaran (…) Observé que algunos trabajadores se escapaban por una puerta lateral para evitar la multitud”.
También indicó que a los trabajadores de la televisión estatal que abandonaron sus puestos en apoyo a la oposición los reemplazaron rápidamente. Muchos intentaron regresar, pero los guardias de seguridad les impidieron la entrada, anotó.
Una información, que Davidzon dice que no pudo confirmar, señala que Rusia envió dos aviones con “especialistas en medios” para encargarse de la televisión estatal de Bielorrusia.
Igualmente se refirió al comité organizador para el traspaso pacífico del poder en Bielorrusia, recientemente constituido, del que dijo que luce “desorganizado”. El grupo, al parecer, “está negociando entre bastidores discretamente con varias figuras de los servicios de seguridad”, dijo. Sostiene que la dirigencia opositora está en el exilio o en lugares no revelados, por lo que las protestas las organizan prácticamente los mismos ciudadanos.
Lukashenko no tiene apoyo
No obstante, Davidzon asegura que Lukashenko ha perdido entre 80% y 90% del apoyo popular. Tampoco cuenta con un partido político que “luche por él”. Además, que se quedó sin aliados. El Grupo de Visegrado, sus socios naturales en Europa, apoyó públicamente a la oposición. Y al mismo Vladimir Putin no le gusta mucho ni “necesariamente necesita” a Lukashenko.
También se refirió a «los generales del Ministerio del Interior», quienes «deben sus propiedades, riqueza, y estatus a tres décadas de lealtad servil a Lukashenko». Pero ahora «están calculando, protegiendo sus posibilidades de sobrevivir a un proceso de transición”.
Insiste en que se trata de una “revolución nacionalista puramente cívica” que trata de poner fin a una dictadura y a una era “de falta de identidad nacional”. “Han pasado treinta años desde que la Unión Soviética se disolvió, y los bielorrusos han tenido menos posibilidades de desarrollar su propia identidad nacional”, apunta.
“La situación se encuentra en un punto muerto pero claramente insostenible”, advirtió en su párrafo final, pero sin vislumbrar cuál será el desenlace.
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