En momentos en que el planeta avanza en las metas para reducir a la mitad, las emisiones de carbono en 2030 y, alcanzar el cero neto en 2050, se dejan por fuera otras contaminaciones. La electrónica desecha tecnologías y equipos obsoletos que van a parar en la basura. La suma de toda esa chatarra llegará, si no se pone coto, a 120 millones de toneladas anuales en los próximos treinta años.
La basura electrónica ha alcanzado tales dimensiones que supone un gravísimo impacto para el medio ambiente y para las personas que la manipulan. Sumergidos en plena Era del Big Data, el problema crece de forma imparable. En el mundo se producen anualmente alrededor de 53,6 millones de toneladas de basura electrónica. Y se espera que aumente un 30% hasta 2025.
Estas 50 millones de toneladas equivalen a 4.500 torres Eiffel, suficiente para cubrir una superficie de las dimensiones de Manhattan. De ese total, en Europa se generan unas 14 millones de toneladas, el 5% de los desperdicios totales urbanos. En segundo lugar va Oceanía, seguida de las Américas. Asia y África están muy por detrás.
El surgimiento veloz de nuevas tecnologías acortan la vida de los equipos, desde celulares, ordenadores, impresoras, cables, chips y placas madres. Muchos conectados a Internet.
Mientras tanto, las ventas se multiplican cada año tanto como para uso personal como de las empresas, movidos por el deseo de reemplazar los dispositivos por los de tecnología más nueva, versátil y completa.
España aparece en el ranking como el país con más smartphones por habitante en el mundo. Mientras la media europea se sitúa en el 46,7%, un 55,2% de los españoles cuenta con un móvil inteligente. Es país es el quinto de la Unión Europea que más basura genera, alrededor de 93.000 toneladas al año.
Basura electrónica, nocivo para el ambiente
Esta basura electrónica es nociva para el ambiente y la salud. Sus componentes utilizan metales pesados, cadmio, plomo, mercurio. Además, usan diferentes tipos de plásticos no degradables. Esto aumenta la contaminación en las aguas de subsuelo, ríos, lagos, mares y áreas verdes.
Algunos de los más contaminantes son las tarjetas electrónicas, las lámparas fluorescentes, los ordenadores de escritorio y portátiles. Así como los monitores, cámaras de vídeo, televisores, equipos de audio y móviles.
Afirma la Organización Internacional del Trabajo, que solo 20% de los residuos electrónicos del mundo, se reciclan formalmente. La gran mayoría, 80%, con frecuencia es quemada o termina en un vertedero. De allí las contradicciones de ir hacia un mundo con menos emisiones y hacer muy poco para disminuir esta basura electrónica.
Los trabajadores más pobres del mundo, sostiene la OIT, son los que se encargan de desmantelar o quemar las miles de toneladas de residuos electrónico. Esta actividad rudimentaria de minería urbana impacta sobre el bienestar de las personas y genera una contaminación incalculable.
Considera que si bien la multiplicación de dispositivos electrónicos es parte del problema, también forma parte de la solución. Un mundo digital e interconectado contribuirá a acelerar el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pues ofrece oportunidades sin precedentes para las economías emergentes.
Utilidad a los desechos tecnológicos
La basura electrónica puede utilizarse con otros fines más ventajosos. El valor material de los dispositivos fuera de uso a nivel mundial, equivale a 62.500 millones de dólares. Tres veces más que la producción de las minas de plata del mundo, según el Observatorio Mundial de Residuos Electrónicos. Cerca de 120 países tienen un PIB anual inferior al valor de la creciente montaña global de residuos electrónicos.
En ese sentido, la OIT sugiere que si todos contribuimos podemos crear una industria sostenible que genere menos desechos. Una donde nuestros dispositivos sean reutilizados y reciclados con métodos innovadores. Esto además creará nuevas formas de empleo, actividad económica, educación y comercio.
A la fecha, unos 67 países han promulgado leyes para regular los residuos electrónicos que se generan. Apple, Samsung y muchas otras marcas han establecido objetivos ambiciosos para el reciclaje y la utilización de materiales reciclados y renovables. Advierte la Organización que es hora de desmaterializar la industria electrónica.
Lee también: