En la hora en la que parece que vamos controlando la pandemia, cuando todo el país aborda con impaciencia la desescalada para poder volver a la normalidad tras casi tres meses de confinamiento, las preguntas que nos hacemos y que muchas no tienen respuestas son: ¿qué nos ha pasado?, ¿cómo ha ocurrido?, ¿por qué hemos sido tan vulnerables? y ¿cómo vamos a reaccionar ante el tsunami económico que ya está aquí?
Mientras, la incertidumbre, el temor y el miedo invaden amplios sectores de nuestra sociedad, que están preocupados de cara a su futuro inmediato.
Una vez más, desde la política asistimos a un espectáculo de alto voltaje, que en vez de aportar sosiego, quietud y serenidad, se ha optado por persistir y seguir con la estrategia de la tensión, crispación y descalificación permanente.
No es aceptable ni asumible que desde la tribuna del Congreso haya partidos que, a falta de argumentos, utilicen y manipulen a los muertos o recurran continuamente a ETA, al terrorismo, al separatismo y al supuesto comunismo para herir, buscar el aplauso fácil o mancillar al adversario.
Muchas de sus señorías que deslegitiman continuamente hasta las propias instituciones han errado voluntariamente su propósito, olvidando que el adversario y enemigo común y principal es la pandemia y sus consecuencias económicas.
Este estrés político permanente no es de recibo ni es aceptable por la gran mayoría de nuestra sociedad, que comprueba con sonrojo, y hasta con vergüenza ajena, unas actitudes políticas que no están ni mucho menos a la altura de las circunstancias.
La pandemia y sus efectos sociales
A las puertas del verano nos espera todavía un largo viacrucis. Un vía crucis que se va a centrar en la recuperación económica y en los efectos sociales que va a dejar esta pandemia.
El único manual de resistencia es el de la reconstrucción: poner en marcha todo nuestro tejido industrial y la maquinaria económica del país.
Se necesita la ayuda de todos, la colaboración máxima de los agentes sociales para volver a levantarnos de la peor crisis que estamos viviendo.
Es el momento de dejar de lado el interés partidista, las fobias y las aversiones que no conducen a ninguna parte.
¡Basta ya, así no!
A los políticos, a todos, les hemos de recordar y exigir que no se olviden que les han elegido para construir, para aportar, para cimentar y, sobre todo, para solucionar los problemas de la gente.
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