El nombre de Mia Amor Mottley trasciende a su pequeño país en el Caribe e incluso, la región. La primera ministra de Barbados, comprometida con la causa climática, intenta cohesionar un pacto financiero global para ayudar a países vulnerables. Atrapados entre el estrés financiero y la incapacidad para encarar el desastre climático.
A Mottley, hija y nieta de políticos, se le ve activa. En reuniones de alto nivel con líderes del mundo, directivos de los organismos financieros y ambientalistas. Fue escogida por la revista Time entre las 100 personas más influyentes del planeta en 2022. “Su defensa feroz y decidida del Caribe en la COP 26 cimentó su lugar en la conciencia mundial con visión de futuro y artífice del cambio”, dice la emblemática publicación.
La primera ministra libró una pesada deuda externa de su país, frente al FMI y un amplio concierto de bancos para alcanzar sus objetivos soberanos de desarrollo, sostenibilidad y protección ante el cambio climático. Esa experiencia la quiere extrapolar a otras naciones pobres y sin margen de movilidad en el ámbito financiero-ambiental. Con ese fin construye una coalición de naciones comprometidas con reformar el sistema financiero y liberar billones de dólares en inversiones para la primera línea climática.
Mottley tiene un plan para transformar la arquitectura financiera y hacerla adecuada para abordar la crisis climática. No se trata de un “pensamiento ocioso ni de un comentario arbitrario de nuestra parte”, afirmó.
Barbados, una causa climática
Su planteamiento esbozado a escala mundial lo asomó Mottley en un retiro que organizó en Bridgetown, la capital de Barbados, para intercambiar ideas sobre cómo colaborar con los países más pobres en la causa climática. Por lo general son los más afectados por los fenómenos climáticos extremos, aunque son los que emiten menos gases de efecto invernadero.
Mottley formalizó la ruptura con la monarquía británica de la Mancomunidad de Naciones e instituyó una República parlamentaria en noviembre de 2021. Se le critica que apoye la explotación petrolera y simultáneamente abogue por energías limpias.
El retiro fue convocado con altos funcionarios de la ONU, incluida la secretaria general adjunta Amina Mohammed. Las fundaciones Rockefeller y Open Society, académicos y la sociedad civil. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, lo sintonizó virtualmente.
El resultado fue la “Agenda de Bridgetown”, un conjunto de mensajes centrales diseñados para reformar el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Un objetivo muy ambicioso.
Desde entonces, Mottley se ha embarcado en una campaña diplomática para concertar apoyo para el movimiento de reforma que inició en Bridgetown. Ya le presentó el plan a la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris, que fue receptiva en algunas de las ideas.
Barbados presentó su caso en una mesa redonda de líderes sobre la causa climática organizada por la ONU. No hubo jefes de gobierno o delegación de naciones ricas. Asistieron representantes de la Comisión de la UE y de la Casa Blanca. La directora del FMI, Kristalina Georgieva, estaba en la sala siguiendo las intervenciones.
Costos crecientes para asumir la crisis climática
Mottley reiteró que no se puede pretender que alguien en otro lugar haga el cambio. «Es nuestro momento de marcar la diferencia definitoria. Muchas de las cosas que que planteamos no requieren dinero ni fondos públicos, pero sí un compromiso y voluntad política”, subrayó.
Su plan de reforma constituye una nueva forma de internacionalismo con soluciones que trascienden las fronteras nacionales, dijo Avinash Persaud, uno de los asesores de Mottley y el cerebro detrás de muchas de las propuestas. “El mundo no va a progresar con compromisos país por país. Va a progresar a través de un movimiento global y proyectos globales”, insistió.
La propuesta de Barbados sostiene que
El sistema financiero internacional no proporciona a países más atrasados y vulnerables los fondos necesarios para invertir en resiliencia y abordar el cambio climático y cumplir los objetivos de desarrollo porque enfrentan niveles de deuda vertiginosos. Casi el 60% de los países de ingresos más bajos del mundo ya estaban agobiados por la deuda o corrían un alto riesgo de contraerla antes de la invasión de Rusia a Ucrania,. Ahora, el aumento de los precios ha empeorado la situación, según el Banco Mundial.
Persaud afirmó que “una ola silenciosa de estrés financiero invade los mercados mundiales y pronto se estrellará con consecuencias generalizadas. Mientras, las naciones vulnerables al clima, desde Pakistán hasta Puerto Rico, enfrentan costos crecientes para recuperarse del desastre climático. “Para que podamos alejarnos de eso, necesitamos asegurar la financiación a largo plazo. Este debe ser ahora el movimiento global de nuestro tiempo”, reiteró Mottley.
Dinero disponible antes de los desastres
Barbados no es el único país que impulsa un replanteamiento para encarar la causa climática. Philip Davis, primer ministro de las Bahamas, ha recomendado que el FMI y el Banco Mundial «revisen» sus ratios recomendados de deuda a PIB para los países prestatarios en un contexto de adaptación, mitigación, pérdidas y daños, como resultado del cambio climático.
Davis señaló que los “países vulnerables” están “muy por encima” de la relación deuda/PIB recomendada como sostenible por los bancos multilaterales de desarrollo, pero aún tenían que pagar para reconstruir después de los desastres naturales.
Considera que primer paso debe ser evitar una crisis de la deuda con alivio de emergencia del FMI y financiamiento concesionario a largo plazo para el desarrollo, por al menos 30 años, para prepararse para el futuro. Asentó, citando investigaciones del Banco Mundial, que e dinero debe estar disponible no solo “después de un desastre, sino también antes de un desastre. Cada dólar gastado en resiliencia salva muchas vidas y representan siete dólares en costos evitados.
Mottley siempre les recuerda a los gurús de las finanzas del mundo que el nivel de ingreso per cápita de un país puede no ser siempre la mejor medida de su riqueza. Después de todo, un huracán inducido por el cambio climático puede afectar significativamente esa riqueza.
Mottly exige una mayor redistribución de los derechos especiales de giro (DEG), e activo de reserva del FMI emitido como alivio durante la pandemia, de las naciones ricas a las que más lo necesitan. El FMI inyectó 650.000 millones de dólares en DEG en la economía global para ayudar a los países a recuperarse de la pandemia. El FMI creó un Fideicomiso de Resiliencia y Sostenibilidad de 45.000 millones de dólares para las naciones ricas, que recibió la mayor parte del apoyo, para volver a canalizar los fondos hacia los países en desarrollo. Mottley y sus partidarios piden que se redistribuyan al menos 100.000 millones de dólares.