Barbados, esa pequeña isla del Caribe, está dando una batalla, a momentos silente y a momentos estruendosa. Mia Amor Mottley es la primera mujer en dirigir ese país y en cuatro años de gestión logró la ruptura con la monarquía británica de la Mancomunidad de Naciones. Y la constitución de una República parlamentaria en noviembre de 2021. Antes de ese hecho histórico, Barbados intentó otra independencia: liberarse de su pesada deuda externa y alcanzar sus objetivos soberanos, de desarrollo, sostenibilidad y protección ante el cambio climático. Una historia de interés para seguir.
Abogada con estudios en Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, Mottley es hija y nieta de políticos. Ocupó cargos en el parlamento, fue Fiscal General y Ministra del Interior. Ahora es la presidenta del Partido Laborista de Barbados y Primera Ministra. Apenas cinco días después de tomar posesión del alto cargo, en mayo de 2018, decidió tocar la puerta de otra mujer destacada: Christine Lagarde, entonces directora del Fondo Monetario Internacional (FMI). Hoy al frente del BCE.
¿La razón de ese contacto telefónico? Buscar alternativas económicas y financieras para librar a ese país de una pesada deuda externa. Además, por añadidura, “Barbados se encontraba sin dinero. Estaba tan arruinado que tomaba nuevos préstamos solo para pagar los intereses de los anteriores. Incluso cuando su infraestructura se estaba desmoronando. Pronto, la nación no tendría más remedio que declararse insolvente, instigar una lucha con las docenas de bancos y acreedores que tenían una deuda de $ 8 mil millones. Y desencadenar medidas de austeridad que llevarían a la isla a una mayor pobreza. Había otra manera, dijo Mottley, pero necesitaba la ayuda de Lagarde, reseñó The New York Times.
Barbados, deuda externa y cambio climático
El objetivo de Mottley era redireccionar los dineros que se iban a pagos de intereses hacia la economía de su país. El plan de reestructuración de la deuda, que venía elaborando dos años atrás con expertos, adquirió nueva urgencia. Dos poderosos huracanes azotaron el Caribe con 12 días de diferencia que desolaron territorios vecinos, con muerte y precariedad.
En opinión de Mottley, esa destrucción fue «como un evento nuclear». Era cada vez más claro que el cambio climático haría que todos los proyectos que Barbados ya no podía costear fueran más necesarios y más caros. Las tormentas revelaron que incluso la planificación económica más heroica podría desperdiciarse en un momento. Ya era obvio que toda crisis climática era una crisis económica. Pero en el futuro, se dio cuenta, que cada crisis económica sería efectivamente una crisis climática. Realidad que es todo un desafío para todos los países.
Para la primera ministra, esto significaba que el dinero que necesitaba del FMI para ayudarla a recuperarse no era solo para la prosperidad de su pueblo, sino también para su supervivencia, citó The New York Times.
Con Lagarde al teléfono, Mottley hizo su presentación. Barbados, dijo, iba a dejar de pagar la deuda que tenía con los bancos privados y los inversionistas. Quería el apoyo de Lagarde para persuadirlos de renegociar sus términos. El FMI es tanto el asesor como el ejecutor de la política económica mundial, el guardián de facto de los mercados de capitales del mundo. Mottley sabía que los bancos y los inversionistas trabajarían con ella solo si Barbados participaba en un programa formal del FMI para la reforma económica, y tenía que comenzar de inmediato.
Cambio climático factor determinante en Barbados
Mottley sabía con antelación la incómoda receta que aplica el FMI a los países por auxiliarlos. Le dijo a Lagarde que Barbados estaba preparado para hacer voluntariamente lo que la mayoría de los países deben hacer: recortar su presupuesto y aumentar los impuestos. Pero ella necesitaba algo a cambio. Que respaldara su programa económico que aún le permitiría aumentar los salarios a los funcionarios públicos, construir escuelas y mejorar las tuberías y el cableado para el agua y la energía. “Antes de llevar a la gente en un viaje largo”, le añadió a Lagarde, “tienes que darles un pequeño desayuno”.
Descendiente de dos generaciones de políticos, Mottley había aprendido que las decisiones importantes en las grandes organizaciones se toman en la parte superior. Su abuelo fue alcalde de Bridgetown. Su padre se desempeñó como cónsul general del país en Estados Unidos. A su lado, en la antesala, estaba su asesor Avinash Persaud, un amigo cercano desde los días en que ambos estudiaban en la London School of Economics, donde ella se licenció en derecho en 1986.
Después del planteamiento, todos en la sala rodeando a Mottley, esperaban callados la repuesta de la directora del FMI. Ella apoyó mucho lo que Mottley proponía. Primer paso en positivo.
Al día siguiente, Mottley declaró que Barbados dejaría de pagar las deudas de la nación. “Hoy, amigos míos, nos quitamos las manos que nos han estado estrangulando”, dijo. Algunos de los líderes empresariales que había reunido detrás de ella en el atril se estremecieron. El valor de los bonos de Barbados en los mercados mundiales se desplomó. S&P Global rebajó el crédito. El país se tambaleaba. Con eso, comenzó la aventura de Barbados de la mano de Mottley en el escenario global del activismo financiero y del combate del cambio climático.
Amarga receta ¿con postre al final?
Preparada en la academia de niñas de élite de la isla, Queen’s College y en la Escuela Internacional privada de las Naciones Unidas en Nueva York, Mottley se sabe manejar. La tarea era ardua y difícil. Desenredar las relaciones que conectan al FMI con las instituciones financieras que invierten en países como Barbados. Un sistema financiero global que simultáneamente ayuda y se aprovecha de los países en sus momentos de mayor necesidad. Tendría que desafiar las reglas de ese sistema y sus figuras poderosas, que a menudo luchan por reconocer cómo el cambio climático altera la dinámica tradicional de la deuda y el desarrollo.
La cadena de islas en forma de media luna del Caribe están azotadas por el clima extremo. Cada verano, las cálidas aguas de la costa noroeste de África generan sistemas ciclónicos que se precipitan a través del Atlántico. Y llegan al tramo más oriental de estas islas, donde Barbados se encuentra como centinela. Se suponía que las sucesiones rápidas como la del huracán Irma y el huracán María, las dos tormentas que no tocaron la isla por poco, eran raras. Ahora, sin embargo, los expertos creen que el calentamiento global podría quintuplicar los huracanes fuertes.
Sugieren que los impactos de las tormentas de categoría 4 y 5 se convertirán en casi una certeza anual. Y Barbados está en el eje de esos efectos del cambio climático. El FMI señala que aproximadamente dos tercios de los 511 desastres que han afectado a países pequeños desde 1950 han ocurrido en el Caribe. Y se han cobrado más de 250.000 vidas.
Estas islas tienen otra distinción dudosa, indica The New York Times. Tienen más deuda, en relación con el tamaño de sus economías, que casi cualquier otro lugar del planeta. Una carga fiscal que les hace prácticamente imposible pagar la infraestructura necesaria para protegerse del clima. interrupciones por venir.
Cambio climático a prueba de bancos: el caso Barbados
Barbados, en 2017, tenía la tercera deuda per cápita más alta de los países del mundo. Gastaba 55% de su producto interno bruto cada año solo para pagar deudas, gran parte de ellas con bancos e inversores extranjeros. Mientras gastaba menos de 5% en programas ambientales y de salud. Discriminación y desproporción. ¿Cómo podía Barbados protegerse del cambio climático y sus secuelas?
El calentamiento del planeta ha convertido esto en un ciclo que se perpetúa a sí mismo: si no fuera por los desastres agravados por el cambio climático, gran parte de la deuda de la región podría no existir. La deuda de Jamaica, por ejemplo, puede vincularse a la respuesta al huracán Gilbert hace más de tres décadas. La de Granada en parte al huracán Iván en 2004. La pérdida de Dominica en 2017, en relación con su PIB, fue el equivalente a un golpe de $44 billones a la economía estadounidense.
Según el Banco Mundial, estos daños provocados por el clima han dificultado que las economías del Caribe logren algo parecido a un crecimiento saludable. Desde 1980, el costo acumulado de los desastres ha ascendido a más de la mitad del producto económico total de un año para 14 países del Caribe. Los costes han eclipsado el crecimiento medio anual del PIB en cinco de ellos. Hay países pobres con más deuda y hay países insulares en el Pacífico que enfrentan amenazas climáticas más inminentes. Pero en ninguna parte del mundo la deuda y calamidades climáticas se superponen en la medida en que lo hacen en el Caribe.
FMI se abre a las necesidades climáticas
Arreglar la crisis de la deuda, como dijo el asesor Avinash Persaud, “no se trata de que los países limpien su disciplina fiscal. Es que los países en primera línea enfrentan un tipo diferente de riesgo. Se enfrentan al riesgo de eliminación”. El FMI podría amortiguar esta crisis. De hecho, hacerlo es posiblemente su misión. El FMI se formó en 1944 cuando los futuros vencedores de la Segunda Guerra Mundial se reunieron en un hotel en Bretton Woods, NH, para construir un nuevo sistema económico para un mundo devastado por años de guerra y depresión.
Su mandato: estabilizar los mercados globales y mantener las monedas y las deudas predecibles. Hoy, 190 países miembros pagan cuotas a un fondo del cual pueden pedir prestado en una crisis. En resumen, el FMI y el Banco Mundial han cumplido bien su función principal. Estabilizando las economías y ofreciendo la seguridad del liderazgo económico a los mercados mundiales durante muchas décadas.
Pero el fondo también se convirtió en un conducto por el cual el capital global, fluyen hacia las naciones más pobres del mundo. Sus asesores son las personas que dictan las recalibraciones, a menudo dolorosas, que debe realizar un país en problemas para volver a la recuperación económica y recuperar la confianza del mercado. Se ha convertido en uno de los determinantes más influyentes, aunque subestimados, de la política climática en el mundo.
Mottley pudo ver que las grandes instituciones capaces de ayudar a los países del Caribe se apoyaban demasiado en suposiciones y ecuaciones obsoletas. El FMI requiere que los países se desempeñen dentro de su marco, pero ha sido lento en admitir que el calentamiento global podría requerir que el marco cambie. Y solo recientemente comenzó a incorporar algún riesgo climático nominal en sus cálculos.
Batalla con acreedores, poderes y huracanes
El FMI continúa obligando a los países a medir el éxito. Principalmente la capacidad de mantener bastante baja la relación entre la deuda total y el PIB anual, que muchos economistas dicen que son poco realistas y arbitrarias. El Fondo se ha aferrado firmemente a su doctrina durante años, basado en sus estudios sobre cómo funcionan las economías más grandes, no las pequeñas. Pero una doctrina que exige austeridad a menudo solo aumenta la vulnerabilidad de un país, como Barbados, a las amenazas ciertas y crecientes del cambio climático.
“Hay una ortodoxia en cuanto a lo que es aceptable y lo que se puede sostener”, dijo Mottley. Al declarar que naciones como Barbados son demasiado ricas para calificar para la ayuda al desarrollo. El Banco Mundial, que efectivamente pone en práctica la política del FMI, las ha relegado al purgatorio económico. El banco ha incluido el riesgo climático en una variedad de programas de ayuda y financiamiento de desastres relacionados con el clima. Pero aún no considera formalmente el riesgo climático específico de un país cuando evalúa la elegibilidad para sus préstamos de desarrollo con descuento.
Desde 2018 en que la primera ministra hizo el anuncio de no pagar la deuda, se sucedieron reuniones interminables, negociaciones. Cuestionamientos, letras menudas, conchas de mango para deslizar al más hábil y experto financiero.
Casi desde el principio, la cláusula de desastre que buscaba Mottley fue un punto conflictivo. Su equipo redactaría una propuesta extensa, siempre con una cláusula de desastre natural y los efectos del cambio climático entre las demandas de Barbados. El comité de acreedores lo eliminaría rutinariamente. Mottley, paciente, aguantó.
Negociaciones en vilo
La cláusula que diseñó White Oak no reduciría la deuda de Barbados directamente. Pero al suspender los pagos, brindó acceso inmediato a los fondos después de una calamidad y cambió el pago al final del plazo. Evitaría el incumplimiento desordenado y mantendría a Barbados, en caso de una catástrofe, en la mesa. Los inversores, sin embargo, no lo compraron. Algunos de ellos, señaló Persaud, afinaron sus tácticas. Y dijeron a los periodistas que Barbados estaba caminando lentamente en su reparación económica. El Financial Times informó que algunos acreedores consideraron que la tarifa de $ 27 millones de White Oak era «absurda».
Luego, Federico Sequeda, administrador de cartera en mercados emergentes de Eaton Vance y el comité de acreedores fueron a Washington y presionaron al FMI. Pidieron que exigiera a Barbados que reserve un mayor superávit anual, en esencia, para liberar más efectivo para pagar su deuda más rápido.
El FMI sostiene que mantuvo a los acreedores a distancia. Pero en algún momento poco después, según Persaud, su jefe de misión en el acuerdo de Barbados, Bert van Selm, se impacientó porque el gobierno llegara a un acuerdo. Incluso si eso significaba que se perdería la cláusula de huracán.
Sin embargo, Alejandro Werner, exdirector del FMI para el Hemisferio Occidental, es más directo sobre lo ocurrido. Durante meses, dice, luchó por mantener alineados los departamentos internos del FMI para que el programa de Barbados pudiera tener éxito. Pero cuanto más se demoraba Mottley, más amenazaban las piezas con desmoronarse. Algunos del FMI el personal pensó que Barbados estaba “siendo muy desagradable al pedir la cláusula de desastre natural”, dijo. “Todos decían: ‘Está bien, estamos muy cerca. Solo cerremos’”.
Finalmente el acuerdo
Un día a principios de 2019, con las negociaciones en punto muerto, Persaud voló a Nueva York para una reunión privada con Sequeda. Durante casi un año, las dos partes habían estado en un punto muerto. En persona era diferente. Se sentaron a tomar un café en el lujoso hotel Mandarin Oriental, con vistas a Central Park y Midtown Manhattan. Sequeda, que se mostró inflexible en encuentros anteriores, se suavizó.
Su suegro y el padre de Persaud eran ambos de Guyana. Persaud, que alguna vez fue un ejecutivo de Wall Street, podía hablar como Sequeda. Sequeda quería asegurarse de que los nuevos bonos fueran lo suficientemente grandes como para vender fácilmente su participación más adelante. Algo que sería más probable si el bono alcanzara el umbral de $500 millones para cotizar en el índice de mercados emergentes de JP Morgan. Persaud, por supuesto, quería la cláusula de desastre. “Seguía diciendo liquidez”, recordó el mismo Persaud.
Unos meses después, se firmó el acuerdo. Habría un fondo de aproximadamente $ 530 millones. Barbados recibió una reducción del 26% en su deuda, suficiente para, al menos temporalmente, reducir sus pagos de intereses del 7% de su economía al 3%. Y liberar más de $ 500 millones al año. Recibió su protección contra desastres, convirtiendo a Barbados en el mayor emisor de bonos con cláusulas de huracanes en el mundo.
La gran victoria pende de una calamidad climática
Tres años después de que Mottley identificara el cambio climático como la amenaza preeminente de Barbados. Y, tres años después de su esfuerzo por reestructurar su economía para prepararse mejor para esa amenaza, el país aún no había podido abordar una de sus principales prioridades: apuntalar a las personas vulnerables y las viviendas mal construidas. La tormenta, llamada Elsa, que apenas se clasificó como un huracán de categoría 1, estuvo justo por debajo del nivel de catástrofe que desencadenaría el alivio de la deuda del país por el huracán.
Todo un esfuerzo se esfumó en un par de segundos.
La batalla continúa y en junio, la sucesora de Lagarde, Kristalina Georgieva, llegó a Barbados para una visita de cuatro días en la que abordará la fórmula para construir un Caribe más resiliente.
¿El FMI se habrá humanizado, concientizado sobre el valor de los pueblos y sus luchas inclementes, entre ellas el cambio climático?