Su nombre suena lejano. Las generaciones más jóvenes lo han visto impreso en etiquetas de ropa y de juguetes. Bangladés usualmente se ha asociado con las terribles hambrunas que la asolaron en la década de los años setenta del siglo pasado y en círculos académicos como el milagro económico indoasiático más reciente. Ahora salta a las primeras planas por una insurrección popular que devino en un golpe de estado. Un joven país, con una historia milenaria.
Desde su independencia en 1971 se han registrado 20, algunos incluyeron el asesinato del mandatario. Un país mayoritariamente musulmán, su corta historia democrática la ha marcado el liderato de dos mujeres: Khaleda Zia y Sheikh Hasina, recién depuesta. En esos 30 años logró sacar de la pobreza a 25 millones de sus 170 millones de habitantes. Pero el desempleo atenaza a 18 millones de jóvenes reventó la burbuja de la paz. Por comodidad o desidia, los organismos internacionales y los gobiernos optaron por ignora denuncias de fraudes electorales y la represión contra la población.
Milenios de historia, muy pocos de democracia
Bangladés apenas supera el medio siglo, pero como Bengala Oriental su historia se extiende por más de cuatro milenios. El islam llegó a la región en los siglos VI-VII y se convirtió en la religión dominante a principios del siglo XIII. Gobernada por el sultanato de Bengala, experimentó un período de prosperidad económica y dominio militar. Los europeos desarrollaron en la zona un intenso comercio. En 1757, con la victoria de la batalla de Plassey, fue conquistada por la Compañía Británica de las Indias Orientales.
Las fronteras modernas de Bangladés se establecieron con la partición de Bengala y la India en agosto de 1947, cuando la región se convirtió en el Estado de Pakistán, con el fin del dominio británico en la región. La República de Bangladés se independizó oficialmente el 16 de diciembre de 1971 y en 1972 adoptó una nueva constitución bajo la dirección de Sheikh Mujibur Rahman, padre de la recién depuesta primer ministro. La independencia vino con hambrunas, desastres naturales, pobreza generalizada, agitación política y golpes militares.
No basta ser independiente
La historia de Bangladés está marcada por la fusión de dos zonas de mayoría musulmana, separadas por unos 1.500 kilómetros, en las que Sheikh Hasina y Khaleda Zia, se convirtieron en archirrivales que se disputaban el poder. Las dos mujeres habían perdido a parientes cercanos en golpes de Estado y violencia, y lograron alternarse el liderazgo. No obstante, su relación pasó de una alianza por conveniencia a una rivalidad enconada con acusaciones personales y enfrentamientos entre sus seguidores.
Sheikh Mujibur Rahman fue derrocado y asesinado junto con varios de sus familiares el 15 de agosto de 1975. Dos de sus hijas lograron sobrevivir. Una, Sheikh Hasina, se encontraba en Alemania, con su esposo Wazed Miah, físico nuclear. Antes de regresar a Bangladés, ambas hermanas vivieron en la India con nombres falsos. En 1981, hubo otro magnicidio. El general Zia-ur-Rahman fue asesinado en un fallido golpe militar. Ese año, Sheikh Hasina asumió el liderato de la Liga Awami, el partido de su padre, que tuvo un papel crucial para independizarse de Pakistán y ser una república soberana.
La década de los ochenta estuvo marcada por la dictadura militar del general Hussain Mohammed Ershad, pero Sheikh Hasina y Khaleda Zia, viuda del presidente asesinado en 1981, se aliaron y con otros partidos de oposición lograron derrocar a Ershad en 1990. Khaleda Zia se convirtió en la primera mujer jefe de gobierno de Bangladés en 1991 y se proponían alternarse indefinidamente en el poder. Pero la alianza de conveniencia se convirtió en una rivalidad cada vez más amarga. Zia fue condenada a cinco años de prisión por corrupción en 2018, una sentencia que luego se duplicó. Ahora tiene 78 años de edad y problemas de salud.
Contra la discriminación
La crisis política se desencadenó en julio pasado con las manifestaciones lideradas por el grupo Estudiantes contra la Discriminación que rechazaba la reinstauración de las cuotas en la función pública que ordenó el Tribunal Supremo. Le reserva una cuota del 30% de los empleo públicos a familiares de los soldados que lucharon por la independencia de Bangladés en 1971. A comienzos de agosto, las protestas arreciaron y el día 5, después de 15 años en el cargo, la primera ministra Sheikh Hasina renunció y huyó a la India. Casi simultáneamente los manifestantes antigubernamentales asaltaran su palacio en Daca. Con la toma del palacio, hubo 91 muertos, incluidos 13 policías y la cantidad de muertes por las protestas aumentó a 300. Los estudiantes desafiaron el toque de queda impuesto y convocaron una marcha multitudinaria.
Las cuotas discriminatorias las introdujo en 1972 el padre de Hasina, Sheikh Mujibur Rahman, para beneficiar a los afiliados a su partido, la Liga Awami, en detrimento del resto de la población. En un video que se viralizó en las redes sociales, manifestantes jubilosos treparon a una estatua de Mujib Rahman, el primer líder tras la independencia. Mientras la multitud abucheaba y vitoreaba, golpeaban el monumentos con martillos, hachas y barras de hierro y hachas.
En respuesta a las protestas callejeras, el Tribunal Supremo redujo la cuota del 30 al 5%, pero el sistema de cuotas había sido abolido en 2018 ante las protestas contra el sistema. Pese a la corrección del tribunal, los cupos mantienen un inocultable sesgo discriminatorio: el 93% de puestos son asignados por méritos, el 2% reservado a minorías étnicas, transexuales y personas con discapacidad; el restante 5% a los herederos de los soldados independentistas.
Los exámenes de méritos siguen siendo el punto más vulnerable en la competencia por acceder a un puesto en la administración pública. Son 18 millones de desempleados buscando trabajo en medio de una corrupción rampante. Vinculan el éxito en las oposiciones a la compra de plazas.
Descontento transformado en ira
Sheikh Hasina, la primera ministra con más tiempo en el cargo en un país de mayoría musulmán, se enorgullece de haber transformado Bangladés en un competidor global en la industria textil. Con la modernización del sistema eléctrico, impulsó una rápida industrialización que transformó el país. Gobernó sin interrupciones desde 2009, pero no estuvo libre de conspiraciones: sobrevivió a 19 intentos de asesinatos.
Su punto más negro era el fuerte control que ejercía sobre la sociedad civil y la violencia con la que reprimía las protestas. Los periodistas críticos, si eran acusados de «propaganda negativa», podían ser castigados hasta con 14 años de cárcel. Mientras, los campos se convirtieron en fábricas, las carreteras llenas de baches se transformaron en autopistas sinuosas, más niñas asistieron a la escuela y la electricidad llegó a las aldeas rurales. Pero no supo resolver el desempleo juvenil. Una quinta parte de la población ni trabaja ni estudian. La salida que encontró Hasina fue solicitar al FMI un crédito rescate I por 4.700 millones de dólares.
Mientras la mayoría de los 178 millones de habitantes afrontaba graves penurias de todo tipo, las élites cercanas a Hasina prosperaban. La respuesta a sus demandas era más represión brutal, mas muertes en las calles. El enojo crecía y el gobierno lo subestimó. Fue víctima de su propia censura. Lo que estaba sucediendo no era publicado ni difundido. Los éxitos económicos, aunque reales, se inflaron para justificar un gobierno sin libertades y presentar el desarrollo como alternativa frente a la democracia.
Incertidumbre generalizada
La salida de Sheikh Hasina considera como una rotunda victoria de los manifestantes, pero el control del país lo tiene el general Waker-uz-Zamam, jefe del ejército. Dijo que su objetivo era tomar el control del país mientras los soldados contenían los disturbios. El presidente Mohammed Shahabuddin (que no ejerce funciones ejecutivas) anunció la disolución del Parlamento y elecciones anticipadas. Además, liberó del arresto domiciliario a Khaleda Zia, la archirrival de Hasina.
Los líderes de los manifestantes estudiantiles han pedido que Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz y antiguo opositor de Hasina, asuma el gobierno interino. En cuanto a Sheikh Hasina, su hijo Sajeeb Wazed Joy declaró además que se retira definitivamente de la política. «Está muy decepcionada de que, después de todo su duro trabajo, una minoría se levante en su contra», dijo.