Puede sonar muy extraño, o tal vez lo sabías, pero existe un banco de semillas que guarda más de un millón de especies de las plantas de cultivos de todo el mundo. La Bóveda Global de Semillas de Svalbard, mejor conocida como la «bóveda del fin del mundo», se creó hace más de una década para preservar un ejemplar de la biodiversidad existente en el planeta y así, ante una catástrofe o conflictos bélicos, la variedad de los cultivos esté a salvo.
Funciona como la caja de seguridad de un banco, pero para semillas. En el depósito se resguardan más de 6.000 ejemplares de semillas provenientes de 249 países, pero tiene capacidad para albergar 4,5 millones de semillas diferentes. Es una contribución noruega a la biodiversidad del planeta y una forma de asegurar el abastecimiento de alimentos para el mundo.
El resguardo de semillas es gratuito y lo presta Noruega. La bóveda es propiedad del Banco Genético Nórdico. Sin embargo, es operada por NorGen (Centro Nórdico de Recursos Genéticos) en cooperación con el Ministerio de Agricultura y Alimentación de Noruega y la organización internacional Global Crop Diversity Trust. El techo de la Bóveda es una obra de arte de Dyveke Sanne, se llama «Repercusión Perpetua».
Objetivo del resguardo de semillas
Muchos cultivos de épocas pasadas se perdieron ante el auge de la agricultura moderna. Todavía, vistas las consecuencías, la diversidad vegetal continúa disminuyendo. Una plaga o una epidemia puede acabar con cultivos que solo se encuentran en áreas geográficas únicas.
Pensando en futuras generaciones, se creó este proyecto para resguardar una especie de «copia de seguridad» de todas las semillas de plantas de cultivo que existen en el planeta. Hoy en día no sabemos exactamente qué recursos genéticos puedan ser útiles en el futuro. Por lo tanto, se necesita un depósito lo más diverso y nutrido posible.
Cuidado y conservación de las semillas
Las especies más abundantes que hay en el mayor banco de semillas son el trigo y el arroz. Algunos cultivos como las bananas, las manzanas y los tubérculos no se pueden mantener en Svalbard, pues necesitan condiciones de almacenamiento diferentes, por lo que también hay pequeñas bóvedas de semillas en bancos, instituciones y ONG de diversos países.
Las semillas pertenecen a diversas instituciones de ciencias agrarias o ecología de muchos países del mundo. Hasta ahora, todos los países han contribuido enviando semillas excepto Japón, China y la India. Los encargados del inventario calculan que la colección cubre la mitad de la biodiversidad de cultivos de todo el mundo.
El equipo noruego que trabaja en Svalbard sólo se encarga de mantenerlas en condiciones óptimas de conservación. Se mantienen en cajas de aluminio, a -18 ºC de temperatura y baja humedad ambiental. El banco de semillas está pensado como un repositorio genético final y permanente. Se ha comprobado que muchas semillas se pueden mantener vivas durante 50 años si se conservan en condiciones óptimas. En otros casos, es posible que en unas décadas algunas de las semillas que contiene el almacén no se mantengan vivas.
Las puertas del banco de semillas de Svalbard solo se abren tres o cuatro veces al año para permitir la entrada de nuevas muestras. De hecho, las semillas almacenadas nunca se sacan del almacén para comprobar su estado de conservación, pues los costes serían muy altos. En su lugar, la viabilidad de las semillas se comprueba periódicamente haciendo germinar unas pocas, y si empiezan a perder propiedades se siembran para obtener semillas nuevas de la siguiente generación.
¿Cómo surge la idea de un banco de semillas?
El Banco Genético Nórdico se inauguró en 1984. Contaba con semillas de plantas escandinavas conservadas en una mina en desuso. Debido a la incertidumbre sobre lo que sucedería con los recursos genéticos, no era posible que el banco de semillas fuera internacional. Pero en 2004, una vez que entró en vigor el Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura se hizo posible. Es así como Noruega tomó la iniciativa de construir el banco de semillas a un costo de aproximadamente 9 millones de dólares. La bóveda la inauguró el Gobierno noruego en febrero de 2008.
El proyecto se llevó a cabo en Svalbard, una isla al norte de Noruega, porque es un lugar seguro. La zona se considera desmilitarizada y protegida ambientalmente, con buena infraestructura y eficientes rutinas de transporte y distribución. Incluso cuenta con uno de los aeropuertos más septentrionales del mundo y tiene “permafrost”, una capa de suelo permanentemente congelada que facilita la conservación de bajas temperaturas.
La bóveda está construida en el interior de la montaña a 130 metros de profundidad y a 130 metros sobre el nivel del mar, lo que garantiza que el suelo esté seco. La cámara está construida a prueba de erupciones volcánicas, de terremotos de hasta magnitud 10 en la escala de Richter y de radiación solar. En caso de falla eléctrica, el permafrost actuaría como refrigerante natural. La bóveda tiene una temperatura artificial de 18 grados bajo cero, pero en caso de corte eléctrico, la temperatura natural es de entre 3 y 5 grados bajo cero, lo que permitiría continuar conservando las semillas congeladas.
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