Hay una comunión entre la inferioridad psicopática, el poder y el populismo autoritario. Todos tenemos, en menor o mayor medida, nuestros vacíos y lagunas de alma, nuestra propias cárcavas y fracturas, nuestros secretos irreparables. Al idealizar a una figura grandiosa que representa nuestros defectos, nos sentimos redimidos y curados. Al encumbrarlas y hacerlas dueñas de la verdad absoluta, nos sentimos seguros.
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