Sexo y dinero son las pasiones que más ocupan la mente del ser humano contemporáneo, pero no son las únicas. La vanidad y el poder alimentan el ego en una época narcisista de exaltación del yo que nos lleva a encumbrar a líderes tóxicos. Esperanza y resentimiento constituyen el combustible de las grandes revoluciones y enmascaran el miedo a la libertad
Como las pasiones que describe, Áxel Capriles M. se muestra con una personalidad dual y, en ocasiones, contrapuesta. Depende de quién sea su interlocutor. En el mundo de los negocios –es un empresario de éxito en el mercado inmobiliario–, muchos le consideran un progre de ideas avanzadas. En el ámbito académico, se le ve como un liberal con inquietudes intelectuales. Psicólogo, economista y psicoanalista, es conocido por su labor al frente de la Fundación C. G. Jung de Venezuela y por sus conferencias y ensayos académicos. También por sus artículos periodísticos.
Las reflexiones que contiene su último libro –Erotismo, vanidad, codicia y poder. Las pasiones en la vida contemporánea, Editorial Turner–, a excepción del primer capítulo, que fue la base de su ponencia La experiencia de la pasión, presentada en el XVI Congreso de la Asociación Internacional de Psicología Analítica (IAAP), celebrado en 2004 en Barcelona, fueron escritas durante los «extraños e inciertos» meses de confinamiento a causa de la pandemia, «momentos de interioridad que permitían mirar la vida social con mayor distancia».
Las pasiones, para Capriles, colorean y perfilan la vida de los seres humanos y se erigen en emociones capaces de transformar la sociedad. Todo cambia: los paradigmas, la forma de pensar, las costumbres, las sensibilidades y las conductas, pero solo las pasiones permanecen inalterables, inmutables, como puntos cardinales que marcan el paso de la humanidad.
Comparte con Hume la afirmación de que la razón es esclava de la pasión y aborda el análisis de las pasiones como un proceso de introspección y autoconocimiento del alma humana en el que afloran las pulsiones inconscientes para iluminar la conciencia individual. ¿Es posible racionalizar las pasiones?
Las pasiones tienen sus propias intenciones y razones, muchas veces inconscientes para el sujeto que las vive. Comparto con David Hume la idea de que la razón no nos mueve, no es lo que motiva e impulsa a la acción. En el mejor de los casos, nos ayuda a ver, a entender qué es lo que nos lleva en determinada dirección. El curso de la historia nos ha demostrado que yo no puedo cambiar el dominio de una pasión o emoción, sea individual o colectiva, con un raciocinio.
Se ha intentado de múltiples formas. La idea de la pasión compensadora es reveladora. Una pasión solo cede frente a otra más fuerte, y la razón solo nos ayudar a escoger cuáles pasiones vale la pena propiciar a efectos de un mayor bienestar integral. El quehacer de hacer consciencia pasa por aprender a diferenciar las pasiones, entendiendo como tal el inmenso mundo sentimental, el espacio interior de representaciones con carga afectiva.
Según Jung, un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca. ¿Es preciso abandonar la idea de dominar la pasión para entregarnos a la libertad subjetiva de las pasiones?
Si hablamos de dominio estamos en poder y no es asunto de supremacía. Llevamos miles de años intentando dominar o erradicar ciertas pasiones, por represión, por el discurso moral, por la autoridad. Y de lo que se trata es de desplazar el centro de la consciencia, de hacerla más flexible, capaz de nivelaciones y compromisos. Para el aprendizaje psíquico es necesaria la experiencia, atravesar el infierno e integrar nuestra propia sombra.
¿Son equiparables las pasiones a las emociones, sentimientos y afectos?
Pasión es un término muy amplio, usado hasta, por lo menos, el siglo XVIII y XIX para designar el espectro completo de la vida afectiva, desde los apetitos hasta los sentimientos morales o ciertas disposiciones intelectivas. Hoy en día, utilizamos preferiblemente la palabra para designar el dominio de la personalidad total por una emoción o estado afectivo determinado. Por lo general, no usamos la palabra para designar las emociones primarias, sino las más complejas, de segundo y tercer nivel.
¿Está de acuerdo con Walter Benjamin en que la tristeza, la melancolía, el esnobismo, la pereza, la ambición, la soledad o el tedio son pasiones fundamentales que se derivan del modo de producción capitalista?
No estoy de acuerdo. La pereza y la ambición son pecados capitales desde mucho antes de que surgiera el modo de producción capitalista. Lucifer, el ángel caído, es expulsado por su ambición. La Torre de Babel tiene la misma implicación bíblica. Basta leer la Anatomía de la melancolía, de Robert Burton, para ver el largo historial de la depresión. En la antigüedad la melancolía era causada por un exceso de bilis negra. Lo que el capitalismo va a hacer es matizar las disposiciones humanas. Por ejemplo, con la ruptura de las formas de producción tradicional, en las que la pertenencia al gremio daba sentido de continuidad y pertenencia, la soledad del obrero industrial apareció de otra manera.
Desde la soledad de la conciencia, Sartre describió el amor, el odio, la angustia, la envidia, la cólera, la piedad, el fracaso y la venganza como pasiones abstractas que debemos conceptualizar. ¿Rechaza el existencialismo el poder de la pasión porque la propia vida es una pasión inútil?
Jean-Paul Sartre entendía las pasiones como estrategias para evadir la responsabilidad y para evitar enfrentarnos a nosotros mismos. Es decir, las veía como mecanismos defensivos y como si una suerte de yo indiferente pudiera tener un cuerpo separado del mundo afectivo. El existencialismo, por otra parte, se concentra en una pasión de espera, la angustia. Pero sí, Sartre rechaza el poder de las pasiones porque su mundo es el vacío, es el de la desilusión que atrapa el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. En el existencialismo no hay nada que valga la pena, nada que pueda entusiasmar y dar sentido a algo que, por su propia conceptualización, carece de él.
En una sociedad condicionada por la realidad líquida y sumida en la incertidumbre y la volatilidad, ¿se erige la pasión en la tabla del náufrago?
La realidad líquida, la relatividad, la desaparición de normas tradicionales, la destrucción de los puntos de orientación, la ausencia de verdades en las que creer, han limitado las formas rituales con que trabajamos y refinamos las pasiones. Estas se han vuelto más autónomas, polares. Vemos así un siglo XXI aparentemente más irracional del esperado, lleno de fanatismos y populismo, polarizado, instintivo, violento. No sé si las pasiones son tablas de salvación, pero luce que las personas se aferran a algunas como única forma de soporte o sentido.
Sostiene que el amor pasional tiene un carácter luminoso. ¿Cree que el instinto erótico pertenece a la naturaleza original del hombre y que está relacionado con la más alta forma de espíritu?
Instinto y espíritu tienen vasos comunicantes. El erotismo místico es una muestra de la potencia de su fusión. Entre cuerpo e instinto está el espacio psíquico. El erotismo es un paso más allá del instinto, implica su postergación y su diferenciación a través de la imagen, la imaginación. Y pareciera que la naturaleza fundamentalmente humana es la creación de ese espacio intermedio que nos separa del instinto y nos conecta con las experiencias de sentido del espíritu.
Entiende que tener dinero para tener más dinero puede parecer un despropósito, pero es el fundamento arquetipal de la codicia. ¿Tiene algo de positivo esta voracidad o simplemente es un síntoma de insatisfacción?
La voracidad va de mano con la insatisfacción. Anhelamos la satisfacción, saciarnos, pero al conseguirlo nos aburrimos. La insatisfacción es lo que nos mantiene en movimiento, en búsqueda. Se trata, entonces, de una interrelación dinámica muy complicada, de mantener un cierto sentido de “incompletitud”, de insatisfacción, para mantenernos en movimiento, pero no tanto como para hacernos profundamente infelices. El dinero puede ser un gran vehículo de creación, el problema es cuando nos lo tomamos de manera literal, cuando quedamos fijados en él.
¿El dinero es más importante que el sexo?
El complejo del dinero abarca un universo muy amplio de representaciones. Como medio de intercambio para la supervivencia se comporta de manera muy distinta a como medida de logro o valor. Creo que sexo y dinero son los dos temas que más ocupan la mente del ser humano contemporáneo.
¿En qué consiste la erótica del poder?
En muchas especies animales, el macho dominante, llamado a veces alfa, tiene el control de las mejores hembras. Desde el punto de vista evolutivo, estas se sienten atraídas hacia él porque significa la seguridad y provisión de sus descendientes. Pero hay un largo recorrido del mundo animal al del ser humano contemporáneo. Creo que la argumentación evolucionista no da cuenta de la complejidad del asunto.
«Hay una epidemia psíquica de narcisismo»
Áxel Capriles
La mayoría de las personas tenemos debilidades y fracturas que encuentran consuelo con la seguridad que se siente al identificarnos con figuras de poder. Pero hay también un elemento sadomasoquista en el poder. Recuerdo haber leído un estudio histórico de entrevistas a personas que habían estado presas en campos de concentración durante la época de Stalin. En su mayoría, las que más habían sufrido eran las que más exaltaban la grandeza de Stalin. Engrandecerlo parecía dar sentido a la inutilidad de su sufrimiento. Como una respuesta a Job en la Biblia.
¿Por qué el resentimiento, el rencor y la venganza son pasiones políticas?
El resentimiento, como lo expresa la palabra, es un sentir redoblado, una frustración penetrante por nuestros propios incompetencias y fracasos que atribuimos a la injusticia del mundo y las barreras que nos han puesto otros para que no alcance el éxito. Es una emoción fácilmente manipulable por líderes que la vuelvan en forma de rencor y venganza en contra de la sociedad y el orden establecido. Esperanza y resentimiento son las principales emociones políticas que han servido como combustible para las grandes revoluciones.
¿Existe alguna relación entre el vacío anímico y las nuevas formas de populismo autoritario? ¿Se visualiza en la comunión entre el poder y la inferioridad psicopática?
Sí, hay una comunión entre la inferioridad psicopática, el poder y el populismo autoritario. Todos tenemos, en menor o mayor medida, nuestros vacíos y lagunas de alma, nuestra propias cárcavas y fracturas, nuestros secretos irreparables. Al idealizar a una figura grandiosa que representa nuestros defectos, nos sentimos redimidos y curados. Al encumbrarlas y hacerlas dueñas de la verdad absoluta, nos sentimos seguros.
¿Por qué encumbramos a líderes tóxicos?
Ese es el gran misterio ¿Por qué le damos nuestro voto de confianza a personas que manipulan y engañan, a líderes que procuran la división de la sociedad y juegan con la necesidad de la población? Hay una inmensa necesidad de idealizar, un escondido miedo a la libertad, a la toma de decisiones. Cuando el manipulador y charlatán nos ofrece soluciones mágicas tendemos a caer bajo su influjo. Por eso es tan importante el trabajo individual de hacer consciencia, de diferenciar emociones. Tenemos que desarrollar nuestra capacidad de ver a través de las máscaras.
Describe con humor a los visitantes del Museo del Prado para quienes lo importante no es el cuadro de Las lanzas de Velázquez, sino hacerse un selfie delante de la obra de arte. ¿Las redes sociales han sublimado el mito de Narciso en un mundo fake?
Hay una epidemia psíquica de narcisismo. Todo está referido al Yo. Yo lo hice, yo estuve allí, yo lo logré, es mío. Las grandes obras de arte, el maravilloso espectáculo de la naturaleza, ya no invitan a su contemplación. Se han convertido simplemente en marcos de fondo para la representación del Yo. Ya no nos quedamos extasiados mirando el milagro de la creación artística o natural. Nos tomamos un selfi frente al espectáculo, sin verlo, e inmediatamente buscamos compartirlo por las redes sociales.
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