No le sorprende que sus ideas levanten polémicass entre sus colegas científicos. Ni que esas diferencias sean desplegadas por los medios como una ruptura de paradigmas. Avi Loeb se le conoce por ser un destacado astrofísico de profesión y un entusiasta escritor por afición. En esa perfecta sincronía ha afilado la punta a Oumuamua: un objeto interestelar que atravesó el sistema solar. Y que en su opinión “es la primera señal de inteligencia extraterrestre que visita nuestro pequeño rincón de la galaxia”.
Avi Loeb es director del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, y director del Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica. Tiene 59 años de edad y ha publicado 4 libros académicos y 700 publicaciones científicas referidas al nacimiento de las estrellas, los agujeros negros y las explosiones de rayos gamma. En los últimos años se ha afanado en una opción más controversial: la vida extraterrestre.
Su más reciente libro ha sacudido las percepciones sobre el universo. En el primer párrafo de Extraterrestre: el primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra (Planeta, 2021) acelera la imaginación de los lectores.
“Mucho antes de que supiéramos de su existencia, el objeto estaba viajando hacia nosotros. Desde la dirección de Vega, una estrella a solo veinticinco años luz. El 6 de septiembre de 2017 cruzó el plano orbital en el que todos los planetas de nuestro sistema solar giran alrededor del Sol. Pero la trayectoria altamente hiperbólica del objeto no dejaba margen para la especulación. Solo estaba de visita, no se iba a quedar”, escribió.
Y, ciertamente, Oumuamua pasó como una flecha y dejó una estela de preguntas. Loeb y otros astrónomos se apresuraron a estudiar al enigmático visitante interestelar. El primero en dejarse ver y que estuvo brevemente dentro del alcance de los telescopios.
Avi Loeb, inquieto científico tras las pistas de Oumuamua
Dice Avi Loeb que “llegó a nuestro vecindario como un extraño, pero se fue siendo algo más”. La palabra hawaiana Oumuamua se puede traducir por “explorador”. Pero cuando anunció la designación oficial del objeto, la Unión Astronómica Internacional la definió de forma un tanto diferente. Como “primer mensajero lejano en llegar”. Sea como fuere, el nombre implica claramente que el objeto fue el primero de otros que van a llegar.
El libro Extraterrestre fue lanzado el 3 de febrero y Loeb no ha parado. Ha concedido decenas de entrevistas online. Señala en esos diálogos y en sus charlas tres hechos desconcertantes que caracterizan a Oumuamua.
En primer lugar su forma completamente inusual. Ningún asteroide, cometa o equivalente estelar observado era tan pequeño ni tan aplanado. Unos cientos de metros por unas decenas de metros. En segundo lugar, su luminosidad al pasar cerca del Sol resultó diez veces más brillante de lo esperado.
Estas dos primeras anomalías resultaban extrañas, pero podían explicarse con enrevesadas hipótesis. Fue la tercera la que llamó la atención de Loeb. Cuando volaba en las cercanías del astro rey, Oumuamua se desvió de pronto de la trayectoria que cabría esperar si solo actuara la gravedad solar.
«Oumuamua se comportó como lo haría una vela solar impulsada por la radiación del Sol. Y sabemos que la naturaleza no crea este tipo de objetos. Esto podría explicarse fácilmente si se tratara de un cometa que expulsa gas y escombros. Pero no hay evidencia visible de esta desgasificación”, apunta.
Para encontrar explicaciones al comportamiento del objeto, los astrónomos tuvieron que idear teorías novedosas. Como que estaba hecho de hielo de hidrógeno y por ello no tendría rastros visibles, o que se desintegró en una nube de polvo.
“Las ideas que surgieron para explicar propiedades específicas de ‘Oumuamua siempre involucran algo que no habíamos visto antes. Si esa es la dirección que estamos tomando, ¿por qué no contemplar un origen artificial?”, argumenta Loeb.
Ideas y polémicas ¿también verdades?
Avi Loeb no se cansa de responder a preguntas certeras y descabelladas. Con mucha paciencia explica su propuesta ante la incredulidad de muchos. Precisa que hay dos formas que encajan con las peculiaridades observadas. Larga y delgada como un cigarro, o plana y redonda como un panqueque, casi tan delgada como una navaja.
Loeb dice que las simulaciones señalan a esta última, y cree que el objeto fue diseñado deliberadamente como una vela ligera propulsada por radiación estelar. “Yo no anuncio directamente la existencia de vida extraterrestre. Lo que digo es que existen suficientes anomalías en Oumuamua como para abrir nuestros ojos. Sería arrogante creer que estamos solos en el universo”, dice.
A contracorriente, el astrofísico Ethan Siegel cuestiona el punto de vista de Loeb. Se refiere a él como un “otrora respetado científico” que, al no haber logrado convencer a sus compañeros de sus argumentos, se ha aficionado a complacer al público.
Mientras tanto Loeb comenta que “no podemos simplemente evitar ciertas ideas porque nos preocupan las consecuencias de discutirlas. Porque eso también conlleva un gran riesgo. Eso sería similar a decirle a Galileo que no hable de la Tierra moviéndose alrededor del sol. Y que evite mirar en su telescopio porque es peligroso para la filosofía de la época. No deberíamos repetir esa experiencia. Necesitamos un diálogo abierto entre científicos , que las personas presenten sus ideas y que se permita que la evidencia determine cuál es la correcta. Por lo pronto, “Oumuamua nos ha encontrado a nosotros”.
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