La isla francesa de Mayotte y parte de Mozambique fueron devastadas por el ciclón Chido, que arrasó con vientos superiores a 220 km/h. En medio de la desesperación de sus habitantes, las autoridades trabajan para restaurar los servicios básicos
La isla francesa de Mayotte fue golpeada por el ciclón Chido, que trajo consigo vientos superiores a 220 km/h y dejó un rastro de destrucción no visto desde hace 90 años. El fenómeno metereológico, que alcanzó la categoría 4, mató al menos a 35 personas a su paso por el territorio francés, según el último informe de las autoridades durante la visita del presidente Emmanuel Macron. En Mozambique se registraron 75 muertos y 13 en Malawi.
También se reportaron 67 heridos graves y 2.432 personas con heridas leves. La búsqueda de víctimas mortales continúa, por lo que el número de fallecidos podría aumentar. A una semana de que tocó tierra, las necesidades locales son muchas. Es precario el acceso a alimentos, agua y saneamiento, electricidad, refugio y materiales de construcción, así como atención primaria de salud.
El restablecimiento de los medios de comunicación y las vías de circulación son también condiciones necesarias para el despliegue de los suministros de socorro, que ya está llegando a las zonas afectadas. “Según nuestras primeras observaciones, el ciclón ha sido especialmente devastador en los barrios de chabolas, como Kaweni, el mayor del país. Allí viven hacinadas unas 17.000 personas”, explica Yann Santin, de Médicos Sin Fronteras. Expresa que dos tercios de la población viven por debajo del umbral de la pobreza, un tercio de no tiene acceso al agua potable y hay grandes problemas de acceso a la atención sanitaria.
Situación caótica
Macron se comprometió a reconstruir el territorio y atender de manera inmediata los problemas de suministro de agua y alimentos. El presidente declaró a los medios locales que Mayotte que pasarán meses para que la isla recupere la normalidad. En una reunión para atender la crisis, el mandatario prometió realizar acciones útiles en la zona.
La situación es crítica, con escuelas y hospitales destruidos, y la infraestructura pública severamente dañada. La magnitud del desastre ha llevado a la comunidad internacional a movilizarse para ofrecer ayuda. Las imágenes aéreas muestran una devastación alarmante: casas hechas de chapa y madera han sido arrasadas y miles de personas quedaron sin techo.
Los residentes han descrito «escenas apocalípticas», con calles bloqueadas por escombros y árboles caídos. Esta situación ha puesto en evidencia la fragilidad de la infraestructura en una isla que ya enfrentaba serios problemas económicos y sociales. Las autoridades afirman tener dificultades para establecer el número exacto de muertos debido al gran número de inmigrantes indocumentados en una población de 320.000 habitantes.
La falta de electricidad y agua potable agrava aún más la crisis humanitaria. Desde que el ciclón tocó tierra, muchos habitantes han estado sin acceso a estos servicios básicos. La desesperación se apodera de la población, que lucha por encontrar alimentos y refugio. A pesar del despliegue inicial de 1.600 agentes de policía y gendarmería para ayudar a la población y evitar saqueos, la situación sigue siendo caótica. Los equipos de rescate enfrentan dificultades para acceder a las zonas más afectadas debido a los escombros y al colapso de las vías.
Recuento de víctimas es una tarea complicada
El recuento de víctimas se ve complicado por varias razones. En primer lugar, la tradición musulmana predominante en Mayotte exige que los muertos sean enterrados en un plazo máximo de 24 horas tras su fallecimiento. Esto dificulta el registro formal de las muertes, ya que muchas familias realizaron los funerales sin informar a las autoridades sobre sus seres queridos muertos.
El prefecto de la isla, François-Xavier Bieuville, advirtió que muchos fallecidos podrían no ser contabilizados debido a estas circunstancias. La combinación de pobreza extrema y falta de documentación legal hace que muchas personas no busquen ayuda por miedo a ser deportadas o detenidas. Esto crea un ambiente donde las víctimas pueden quedar invisibles ante las estadísticas oficiales, lo que plantea un obstáculo para los esfuerzos humanitarios.
Además, el trauma emocional que enfrenta la población es inmenso. Muchos residentes han perdido familiares, amigos y vecinos en esta tragedia. La incertidumbre sobre el paradero de sus seres queridos añade una carga emocional adicional a una situación ya desesperante. Las autoridades locales están trabajando para brindar apoyo psicológico a quienes lo necesiten, pero los recursos son limitados.
Ilegales, principales víctimas
Mayotte es el departamento más pobre de Francia y se considera el territorio más pobre de la Unión Europea. Sin embargo, es un objetivo para la migración de países aún más pobres como Comoras e incluso Somalia debido a un mejor nivel de vida y al sistema de bienestar francés.
La población enfrenta una compleja realidad social y económica, marcada por la presencia significativa de inmigrantes indocumentados. Se estima que más de 100.000 personas viven en la isla sin documentación legal, muchas de las cuales han llegado en busca de mejores oportunidades. Esta situación ha creado un entorno de vulnerabilidad extrema, pues el miedo a la deportación se convierte en una barrera para acceder a servicios esenciales, en especial en momentos de crisis como el que se vive tras el paso de Chido.
Durante el ciclón, muchos inmigrantes indocumentados optaron por no evacuar sus hogares debido al temor a ser detenidos y deportados. La decisión es comprensible, ya que las autoridades locales han llevado a cabo redadas y expulsiones en el pasado. La incertidumbre sobre su estatus migratorio les impide buscar ayuda, incluso cuando sus vidas están en peligro. Algunos residentes han compartido testimonios desgarradores sobre cómo prefirieron arriesgarse a quedarse en sus hogares y enfrentar la furia del ciclón, que salir y exponerse a la posibilidad de ser arrestados.
La falta de acceso a información y recursos agrava esta situación. Muchos inmigrantes no están al tanto de los planes de evacuación o asistencia humanitaria debido a barreras lingüísticas y desconfianza hacia las autoridades. Esta desconexión puede llevar a decisiones fatales durante situaciones de emergencia. Además, la tradición cultural y social juega un papel importante; para muchos, el hogar es un lugar sagrado que prefieren proteger a toda costa, aun ante el peligro inminente.
Primeras medidas
Las autoridades están implementando diversas medidas para restablecer el suministro de agua y electricidad en Mayotte tras la devastación causada por el ciclón Chido. Primero, se movilizó un contingente significativo de personal de rescate y técnicos especializados en infraestructura. La llegada de 800 rescatistas adicionales, junto con equipos médicos y de emergencia, busca evaluar los daños y comenzar las reparaciones necesarias. En particular, se están priorizando las reparaciones en las plantas de tratamiento de agua y en las redes eléctricas, que han sufrido daños severos durante el ciclón.
Además, se están estableciendo puntos de distribución de agua potable en las áreas más afectadas. Las autoridades locales han coordinado con organizaciones humanitarias para asegurar que los residentes tengan acceso a agua limpia mientras se trabaja en la restauración de los sistemas permanentes. Esto incluye el uso de tanques móviles y la provisión de agua embotellada para satisfacer las necesidades inmediatas de la población.
En cuanto a la electricidad, se ha identificado la necesidad urgente de reparar las líneas eléctricas caídas y restablecer el suministro en hospitales y centros de salud. Las autoridades están trabajando en colaboración con empresas eléctricas para acelerar estas reparaciones. Se espera que el uso de generadores temporales ayude a proporcionar energía a los servicios esenciales mientras se llevan a cabo las reparaciones a largo plazo.
Finalmente, se están realizando esfuerzos para garantizar que la asistencia llegue a todos los sectores de la población de Mayotte, incluidos aquellos que viven sin documentación legal. Esto es vital para evitar que el miedo a la deportación impida que algunas personas busquen ayuda durante esta crisis. Las autoridades han enfatizado que la asistencia humanitaria está disponible para todos, independientemente de su estatus migratorio.
Siguió Mozambique
El ciclón Chido también tocó tierra en la costa oriental de África. Según Unicef, la provincia de Cabo Delgado, donde viven unos 2 millones de personas, se ha visto gravemente afectada. Allí se registraron 67 muertes de las 75 reportadas en Mozambique. El número de heridos se elevó a 740 y hay 216.930 damnificados.
Guy Taylor, jefe de promoción y comunicación de Unicef en Mozambique, indicó que no solo están preocupados por los efectos inmediatos de este ciclón, como la pérdida de vidas, los daños a las escuelas, a los hogares y a los centros de salud. «También nos preocupan las repercusiones a largo plazo: la posibilidad de que los niños se queden sin clases durante semanas, de que la gente no pueda acceder a la atención sanitaria y de que se propaguen enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera y el paludismo», acotó.
En Mozambique provocó inundaciones repentinas, arrancó árboles y destruyó edificios a unos 40 km al sur de la ciudad septentrional de Pemba. También causó daños estructurales y cortes de electricidad en las provincias costeras septentrionales de Nampula, según informaron las autoridades locales.
François Gourand, del servicio meteorológico Meteo France, explicó que este ciclón es excepcional y se ha visto sobrealimentado por unas aguas del océano Índigo especialmente cálidas.
Temporada de ciclones en el Índico
La temporada de ciclones en el suroeste del océano Índico dura por lo general desde diciembre hasta marzo. En esos meses, la región experimenta un aumento significativo en la actividad ciclónica debido a las condiciones climáticas favorables. Aunque son fenómenos meteorológicos comunes en esta área, su intensidad ha aumentado en los últimos años, lo que muchos expertos atribuyen al cambio climático.
El ciclón Chido es solo uno entre varios desastres naturales recientes que han afectado a la región. En 2019, el ciclón Idai causó más de 1.300 muertes en Mozambique, Malawi y Zimbabue. El año pasado, el ciclón Freddy dejó más de 1.000 muertos en varios países del océano Índico y del sur de África. Estos eventos destacan no solo la vulnerabilidad geográfica de estas naciones, sino también su capacidad limitada para prepararse y responder ante desastres naturales.
Los ciclones conllevan el riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra, pero también provocan piscinas de agua estancadas que luego pueden causar brotes mortales de cólera, dengue y malaria. Los estudios indican que los ciclones están empeorando debido al calentamiento global, lo que genera un ciclo vicioso donde los países menos responsables del cambio climático son los más afectados por sus consecuencias. La situación puede causar grandes crisis humanitarias en naciones pobres del sur de África, que contribuyen en pequeña medida al calentamiento global.
Altas temperaturas
En los últimos años, el cambio climático ha tenido un impacto significativo en la intensidad y frecuencia de los ciclones en el océano Índico. Las temperaturas de la superficie del mar han aumentado entre 1,2 y 1,4 °C en esta región, lo que proporciona más energía para la formación y fortalecimiento de ciclones tropicales.
Este calentamiento ha permitido que las tormentas se intensifiquen rápidamente, convirtiendo ciclones inicialmente débiles en fenómenos devastadores en un corto período. Por ejemplo, el ciclón Amphan alcanzó temperaturas de superficie del mar de hasta 33 °C antes de su formación, lo que contribuyó a su rápida intensificación.
A pesar de que ha habido una disminución en el número total de ciclones, aquellos que se forman son cada vez más poderosos y destructivos. Esta tendencia se ha visto reflejada en el aumento del número de ciclones registrados en el mar Arábigo, donde se formaron ocho tormentas en 2019, un récord para la subcuenca.
A medida que las aguas del océano se calientan, el nivel del mar tiende a elevarse, lo que provoca marejadas ciclónicas más severas durante los eventos ciclónicos. Esto no solo aumenta el riesgo de inundaciones costeras, sino que también potencia los efectos destructivos de las tormentas al inundar áreas que antes estaban protegidas. Los investigadores predicen que esta tendencia continuará a medida que las temperaturas del océano sigan aumentando, lo que resultará en ciclones aún más letales y destructivos.
Acción global
Además, la interacción entre el calentamiento global y fenómenos climáticos como El Niño y el Dipolo del océano Índico puede concentrar aguas cálidas en áreas específicas e intensificar aún más los ciclones. Este calentamiento localizado crea condiciones ideales para que se formen tormentas más fuertes y rápidas.
A medida que estas dinámicas continúan evolucionando, es probable que las comunidades costeras enfrenten condiciones adversas cada vez mayores por lo que deben para prepararse para afrontar estos eventos climáticos extremos. La necesidad urgente de una acción climática global se hace evidente ante la creciente amenaza que representan estos fenómenos meteorológicos para la vida humana y la infraestructura en la región.
Las comunidades afectadas requieren no solo asistencia inmediata después del desastre, sino también inversiones sostenibles para mejorar su resiliencia ante futuros eventos climáticos extremos. La devastación del ciclón Chido en Mayotte es un recordatorio del impacto devastador que estos fenómenos pueden tener sobre poblaciones vulnerables.